domingo, 1 de julio de 2012

El 2 de julio nada que celebrar.

El 2 de julio no hay qué festejar

Vuelta prohíbidaNéstor Ojeda


Durante los últimos tres sexenios, de Ernesto Zedillo a Felipe Calderón pasando por Vicente Fox, la parálisis ha sido la constante en México. El último gran proyecto de cambio (guste o no) fue impulsado por Carlos Salinas de Gortari, en cuya administración nacieron el Instituto Federal Electoral, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos y el Tratado de Libre Comercio de América del Norte.
El gobierno de Salinas transitó y construyó instituciones fundamentales en la política, la justicia y la economía que permitieron al país enfilarse rumbo a la modernidad del siglo XXI. La torpedeada estabilidad político-electoral no se podría entender sin el IFE, el combate a los abusos policiacos y la tortura sería ahora impensable de no existir la CNDH, y el desarrollo que ha sustentado la estabilidad macroeconómica no podría ser sin el TLC.
Pero desde hace 18 años no ha ocurrido nada. Con las muertes del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, Luis Donaldo Colosio y José Francisco Ruiz Massieu fue sepultado ese proyecto de país y se dio paso a la creciente ola de violencia que sacude ya de manera cotidiana a México.
Y a partir de entonces la crisis estructural ha alcanzado a todos los sectores productivos, políticos y sociales de la vida nacional que se encuentran resquebrajados, decadentes y en proceso de franca descomposición. Por eso, sea cual fuere el resultado de la elección de hoy, los esfuerzos del nuevo gobierno deben encaminarse a una renovación total de la República y sus instituciones.
La impunidad y la violencia son muestra de que tanto las policías y las procuradurías como el Poder Judicial, todo de plano, ya no sirven como frontera de defensa contra el crimen. La educación pública ya no garantiza una mejor vida a los mexicanos. La salud pública ha alcanzado mayor cobertura, pero sus servicios son deplorables. La recaudación fiscal es una vacilada que no da mayores recursos al gobierno y la evasión de los grandes millonarios es el pan de cada día. La burocracia crece en número y salarios, pero no genera bienestar ni servicios de calidad para los ciudadanos.
En fin, el país está cayéndose a pedazos, los señores políticos y los triunfadores de las elecciones hoy por la noche, más que felices y exultantes, deberían estar preocupados, pero muy preocupados.

No hay comentarios:

Publicar un comentario