Obama reivindica su presidencia entre las víctimas del huracán ‘Sandy’
A seis días de las elecciones, Mitt Romney ha reanudado hoy su campaña en Florida y Obama lo hará mañana en Nevada y Colorado
Antonio Caño
Washington
31 OCT 2012 - 23:07 CET24
Con todos sus galones de comandante en jefe y máxima autoridad
nacional, Barack Obama ha intentado hoy reivindicar su presidencia entre
los afectados por el huracán Sandy, en un esfuerzo que podría
tener un impacto considerable en las elecciones del próximo martes.
Discretamente, sin artificiales baños de masas, acompañado por uno de
sus más reconocidos rivales, Obama ha tratado de demostrar que sigue
siendo una figura relevante, y que el Estado que él defiende frente a la
pasión privatizadora de los republicanos sigue jugando un papel
importante en la mejora de la vida de los ciudadanos.
En un encuentro con algunos de quienes más han sufrido la enorme tormenta, el presidente ha prometido que los responsables de los distintos niveles del gobierno van a ocuparse de paliar esta catástrofe “el tiempo que sea necesario”. “Quiero que estén seguros de que el gobernador está trabajando tiempo extra para que todos puedan reanudar su vida normal. El país entero ha visto lo que ha ocurrido y cómo New Jersey ha sido afectado”, dijo. “Excepto mi jefe”, respondió alguien entre la audiencia. “Bien, excepto su jefe. Si quiere que le dé una llamada, hágamelo saber”, contestó Obama.
Es difícil saber qué es lo que puede decidir el destino de esos pocos miles de votos que el 6 de noviembre marcarán la diferencia, si los fundamentos de esta campaña –la economía, el paro- seguirán prevaleciendo en el instante final o si cualquier detalle inesperado, como el comportamiento de cada candidato en estas horas difíciles para millones de afectados por el huracán, romperá el empate actual.
Las encuestas, actualmente, permiten toda clase de elucubraciones. El juego de comparar cifras y tendencias en uno u otro estado puede llevar tanto a la victoria de Obama como de Mitt Romney, según los movimientos que se realicen y la intención de quien los haga. Con el máximo esfuerzo de imparcialidad, los datos parecen favorecer al presidente, sobre todo por su ventaja en el Estado de Ohio. Pero lo cierto es que cualquier cosa puede ocurrir y que los seis días que quedan para que comience el recuento es tiempo suficiente para que Romney ponga los números a su favor.
En estas circunstancias, la llegada de Sandy ha sido un elemento de perturbación electoral, además de meteorológica. Ambas campañas han tenido que adaptarse a una realidad para la que no estaban preparados, como es el hecho de que, ante semejante adversidad, el estado de ánimo de los ciudadanos cambia, y cambia también su actitud ante la política y los políticos.
Obama suspendió de inmediato se campaña. Quizá, estando sentado en el Despacho Oval, no tenía otra alternativa. Romney canceló algunos actos, pero mantuvo los de Ohio. El candidato republicano ha reanudado la plena actividad hoy, con tres mítines en Florida, otro de los estados decisivos. El demócrata lo hará mañana en Nevada, Colorado y Wisconsin.
Ambos han cambiado el tono después de Sandy. En su discurso en Tampa, Romney no ha criticado en ningún momento al presidente. A los dos lados de su tribuna había pantallas en las que no se proyectaba propaganda electoral sino los teléfonos de Cruz Roja para ayudar a las víctimas del huracán. Retorciendo su oratoria, Romney ha comparado su proyecto de rescatar la economía del país con el modelo ideal de trabajo solidario que se necesita para rescatar a las víctimas de Sandy.
Obama, por su parte, ha tenido mucho cuidado en New Jersey de evitar cualquier comentario que hubiera podido ser entendido como un aprovechamiento político de esta tragedia. En realidad, no lo necesitaba. Su recorrido por las áreas más devastadas, junto al gobernador republicano más influyente del país, Chris Christie, y los principales responsables de devolver esta zona a la normalidad, tiene más fuerza por sí mismo que cualquier acto político.
No pasará mucho tiempo, sin embargo, antes de que Obama sea acusado por alguno de sus enemigos de haber utilizado Sandy. Hasta ahora, la verdad, no hay pruebas en ese sentido. El presidente ha estado, eso sí, especialmente sensible a los efectos de la tragedia. Ha hablado con todos los gobernadores y una gran parte de los alcaldes de los lugares afectados, y les ha pedido que, para evitar cualquier entorpecimiento burocrático, le llamen a él, personalmente, cada vez que encuentren un obstáculo. Hoy ha llamado a un hospital de Nueva York para interesarse por los medios de los que se disponían para atender a las víctimas y felicitar a los médicos por su trabajo. Todo eso puede acabar beneficiando electoralmente al presidente, pero sólo desde el extremo cinismo podría decirse que lo ha hecho con ese fin.
La visita a New Jersey ha despertado, pese a todo, algunas sospechas. ¿Por qué New Jersey, el hogar del famoso Christie? ¿Por qué no Nueva York, donde el alcalde, Michael Bloomberg, no veía la visita con muchas simpatías? Respecto a esto último, la Casa Blanca ha aclarado que Obama, de mutuo acuerdo con Bloomberg, pensó que su presencia en Manhattan, donde el área de daños es mucho más limitada y donde el desplazamiento presidencial exige una logística mucho más complicada, podría entorpecer las labores de reconstrucción.
Respecto a New Jersey, el portavoz del presidente, Jay Carney dijo lo siguiente: “New Jersey fue, desde todos los puntos de vista, el estado más golpeado. Es completamente apropiado que el presidente visite New Jersey y reciba información de primera mano sobre el trabajo de reconstrucción de los daños ocasionados por el huracán Sandy. Esta no es hora para la política”.
New Jersey no es, en este momento, un lugar de disputa electoral. Estado tradicionalmente demócrata, Obama tiene una ventaja suficiente en las encuestas como para dar prácticamente por segura su victoria. No ha hecho campaña en ese territorio. La única ventaja política imaginable de su presencia en New Jersey es que le da la oportunidad de compartir espacio con Christie, un feroz crítico de Obama, lo que sirve para resucitar de alguna manera su mensaje a favor de la colaboración entre los partidos. Obviamente, ese es el principal temor de la campaña de Romney, que esta mañana ha hablado de bipartidismo profusamente.
En un encuentro con algunos de quienes más han sufrido la enorme tormenta, el presidente ha prometido que los responsables de los distintos niveles del gobierno van a ocuparse de paliar esta catástrofe “el tiempo que sea necesario”. “Quiero que estén seguros de que el gobernador está trabajando tiempo extra para que todos puedan reanudar su vida normal. El país entero ha visto lo que ha ocurrido y cómo New Jersey ha sido afectado”, dijo. “Excepto mi jefe”, respondió alguien entre la audiencia. “Bien, excepto su jefe. Si quiere que le dé una llamada, hágamelo saber”, contestó Obama.
Es difícil saber qué es lo que puede decidir el destino de esos pocos miles de votos que el 6 de noviembre marcarán la diferencia, si los fundamentos de esta campaña –la economía, el paro- seguirán prevaleciendo en el instante final o si cualquier detalle inesperado, como el comportamiento de cada candidato en estas horas difíciles para millones de afectados por el huracán, romperá el empate actual.
Las encuestas, actualmente, permiten toda clase de elucubraciones. El juego de comparar cifras y tendencias en uno u otro estado puede llevar tanto a la victoria de Obama como de Mitt Romney, según los movimientos que se realicen y la intención de quien los haga. Con el máximo esfuerzo de imparcialidad, los datos parecen favorecer al presidente, sobre todo por su ventaja en el Estado de Ohio. Pero lo cierto es que cualquier cosa puede ocurrir y que los seis días que quedan para que comience el recuento es tiempo suficiente para que Romney ponga los números a su favor.
En estas circunstancias, la llegada de Sandy ha sido un elemento de perturbación electoral, además de meteorológica. Ambas campañas han tenido que adaptarse a una realidad para la que no estaban preparados, como es el hecho de que, ante semejante adversidad, el estado de ánimo de los ciudadanos cambia, y cambia también su actitud ante la política y los políticos.
Obama suspendió de inmediato se campaña. Quizá, estando sentado en el Despacho Oval, no tenía otra alternativa. Romney canceló algunos actos, pero mantuvo los de Ohio. El candidato republicano ha reanudado la plena actividad hoy, con tres mítines en Florida, otro de los estados decisivos. El demócrata lo hará mañana en Nevada, Colorado y Wisconsin.
Ambos han cambiado el tono después de Sandy. En su discurso en Tampa, Romney no ha criticado en ningún momento al presidente. A los dos lados de su tribuna había pantallas en las que no se proyectaba propaganda electoral sino los teléfonos de Cruz Roja para ayudar a las víctimas del huracán. Retorciendo su oratoria, Romney ha comparado su proyecto de rescatar la economía del país con el modelo ideal de trabajo solidario que se necesita para rescatar a las víctimas de Sandy.
Obama, por su parte, ha tenido mucho cuidado en New Jersey de evitar cualquier comentario que hubiera podido ser entendido como un aprovechamiento político de esta tragedia. En realidad, no lo necesitaba. Su recorrido por las áreas más devastadas, junto al gobernador republicano más influyente del país, Chris Christie, y los principales responsables de devolver esta zona a la normalidad, tiene más fuerza por sí mismo que cualquier acto político.
No pasará mucho tiempo, sin embargo, antes de que Obama sea acusado por alguno de sus enemigos de haber utilizado Sandy. Hasta ahora, la verdad, no hay pruebas en ese sentido. El presidente ha estado, eso sí, especialmente sensible a los efectos de la tragedia. Ha hablado con todos los gobernadores y una gran parte de los alcaldes de los lugares afectados, y les ha pedido que, para evitar cualquier entorpecimiento burocrático, le llamen a él, personalmente, cada vez que encuentren un obstáculo. Hoy ha llamado a un hospital de Nueva York para interesarse por los medios de los que se disponían para atender a las víctimas y felicitar a los médicos por su trabajo. Todo eso puede acabar beneficiando electoralmente al presidente, pero sólo desde el extremo cinismo podría decirse que lo ha hecho con ese fin.
La visita a New Jersey ha despertado, pese a todo, algunas sospechas. ¿Por qué New Jersey, el hogar del famoso Christie? ¿Por qué no Nueva York, donde el alcalde, Michael Bloomberg, no veía la visita con muchas simpatías? Respecto a esto último, la Casa Blanca ha aclarado que Obama, de mutuo acuerdo con Bloomberg, pensó que su presencia en Manhattan, donde el área de daños es mucho más limitada y donde el desplazamiento presidencial exige una logística mucho más complicada, podría entorpecer las labores de reconstrucción.
Respecto a New Jersey, el portavoz del presidente, Jay Carney dijo lo siguiente: “New Jersey fue, desde todos los puntos de vista, el estado más golpeado. Es completamente apropiado que el presidente visite New Jersey y reciba información de primera mano sobre el trabajo de reconstrucción de los daños ocasionados por el huracán Sandy. Esta no es hora para la política”.
New Jersey no es, en este momento, un lugar de disputa electoral. Estado tradicionalmente demócrata, Obama tiene una ventaja suficiente en las encuestas como para dar prácticamente por segura su victoria. No ha hecho campaña en ese territorio. La única ventaja política imaginable de su presencia en New Jersey es que le da la oportunidad de compartir espacio con Christie, un feroz crítico de Obama, lo que sirve para resucitar de alguna manera su mensaje a favor de la colaboración entre los partidos. Obviamente, ese es el principal temor de la campaña de Romney, que esta mañana ha hablado de bipartidismo profusamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario