Obama apuesta la reelección a su gestión de la crisis de Sandy
Ambos candidatos vuelven a pedir el voto sin desatender las consecuencias del huracán
Antonio Caño
Washington
30 OCT 2012 - 20:24 CET24
Mientras la costa Este trata de recuperarse del devastador paso de Sandy,
la política vuelve al primer plano, aunque en la forma delicada que se
precisa después de una tragedia. Los candidatos a la presidencia de
Estados Unidos vuelven a pedir el voto tangencialmente, sin aludir
directamente a su deseo de ganar. Mitt Romney, con algo menos sutileza,
recolectó fondos para las víctimas del huracán, pero en Ohio, un estado
fundamental en las elecciones, pero sin víctimas de Sandy. Barack Obama,
por su parte, ha suspendido un día más de campaña y ha preferido jugársela en su conducción del esfuerzo nacional para superar esta tragedia.
El presidente, que ya canceló todos sus actos del lunes y el martes, “también permanecerá el miércoles en Washington para coordinar la respuesta al huracán Sandy y asegurar que todos los recursos federales son utilizados para apoyar el trabajo de las autoridades estatales y locales, por lo que no participará en los actos de campaña previstos para mañana en Ohio”, anunció en un comunicado el portavoz de la Casa Blanca, Jay Carney.
Con este, Obama suspende tres mítines consecutivos en otros tantos días en Ohio, un estado que necesita ganar imperativamente para conseguir la reelección. Romney intervino el lunes en Ohio, antes de anunciar la suspensión de su campaña, y volvió a pronunciar un discurso un día después en lo que sus asesores describieron como “un acto de respaldo a las víctimas de Sandy, no de campaña electoral”. Los efectos del huracán llegaron a sentirse levemente en Ohio, un estado del medio oeste, pero no dejó daños apreciables allí.
Obama, por supuesto, intenta estar presente en Ohio sin estar físicamente en Ohio. A nadie se le escapa que los estrategas de su campaña confían en que los votantes valorarán positivamente la decisión del presidente de mantenerse en su despacho en circunstancias como esta. Es un cálculo arriesgado, por cuanto esta campaña está tan apretada que el contacto directo con un puñado de electores puede llegar a marcar la diferencia. Pero, por el momento, parece estar funcionando.
Obama consiguió el martes la aprobación de una de las más influyentes personalidades del Partido Republicano, Chris Christie, el gobernador de New Jersey, el más afectado por la catástrofe, y que este miércoles visita el presidente estadounidense. “Tengo que decir que el Gobierno, el propio presidente y el administrador de FEMA (la agencia federal de emergencias), Craig Fugate, han estado formidables con nosotros hasta ahora. El presidente ha estado todo el tiempo pendiente y merece reconocimiento por ello, ha sido un apoyo increíble y muy útil para nuestro estado”, afirmó. “Me importa un rábano lo que eso signifique para las elecciones”, añadió.
El equipo de Obama no ha dejado completamente abandonada la campaña.
Su vicepresidente, Joe Biden, mantiene algunos actos, y las dos principales estrellas de su entorno, Bill Clinton
y Michelle Obama, están a pleno rendimiento. La intervención de la
primera dama en Iowa estuvo, no obstante, dedicada también a la labor de
su marido frente al Sandy: “Barack va a pasar por encima de la
burocracia y va a suministrar en los próximos días todos los recursos
que sean necesarios. Ha convertido esta tormenta en su prioridad, y va a
hacer cuanto sea preciso para asegurar que los ciudadanos estén sanos y
salvos”.
Al margen de los intereses políticos, el huracán es realmente la primera preocupación nacional. Millones de personas han visto su vida afectada por este desastre. Unos, de la peor manera, con inundaciones que pueden dejarles sin su casa o su negocio por meses. Otros, con pérdidas de luz o de sus medios de transporte. Todos, con pérdidas económicas que puede hacer más lento el actual proceso de recuperación de la última crisis. Afortunadamente, el precio en vidas humanas no ha sido tan alto, pero este suceso, sobre todo en la ciudad de Nueva York y en el vecino New Jersey, ha recordado a los norteamericanos su vulnerabilidad ante las tragedias.
Eso, en sí mismo, puede aumentar el crédito de quienes están al
frente de la operación de rescate, de la autoridad, en un momento de la
campaña en el que cualquier detalle puede decantar el resultado de un
lado o de otro.
El Sandy puede tener otros efectos más concretos. El administrador de FEMA ha advertido que las labores de reconstrucción se prolongarán a la semana próxima y pueden tener un impacto sobre las elecciones del martes 6 de noviembre. Puede ser difícil desplazar papeletas y material electoral a algunas áreas. Incluso no se descarta por completo su aplazamiento en algunos lugares.
Eso no debería influir decisivamente en los resultados, puesto que casi ninguno de los estados más afectados, con excepción de Virginia, se encuentran entre los más indecisos. Lo que sí puede tener consecuencias en los resultados es el juicio del público sobre la actitud de cada candidato.
Para Obama, el Sandy es una oportunidad de compensar lo que ha sido uno de sus grandes problemas durante la mayor parte de su presidencia: su aparente frialdad y desconexión con el ciudadano medio. Obama ha llegado a estas elecciones en un momento en el que, incluso quienes valoran su obra, muestran decepción por su carácter. El veterano columnista Richard Cohen escribía ayer en The Washington Post que, aunque votará por él, lamenta que Obama nunca haya llegado a ser Robert Kennedy. Ahora puede corregirlo en parte. Nada como un desastre natural ofrece la oportunidad de identificarse con el sufrimiento de los demás. Es una baza que Obama tiene que utilizar con prudencia, pero que puede llegar a ser el factor inesperado que cambie el rumbo de la campaña, la verdadera sorpresa de octubre.
El presidente, que ya canceló todos sus actos del lunes y el martes, “también permanecerá el miércoles en Washington para coordinar la respuesta al huracán Sandy y asegurar que todos los recursos federales son utilizados para apoyar el trabajo de las autoridades estatales y locales, por lo que no participará en los actos de campaña previstos para mañana en Ohio”, anunció en un comunicado el portavoz de la Casa Blanca, Jay Carney.
Con este, Obama suspende tres mítines consecutivos en otros tantos días en Ohio, un estado que necesita ganar imperativamente para conseguir la reelección. Romney intervino el lunes en Ohio, antes de anunciar la suspensión de su campaña, y volvió a pronunciar un discurso un día después en lo que sus asesores describieron como “un acto de respaldo a las víctimas de Sandy, no de campaña electoral”. Los efectos del huracán llegaron a sentirse levemente en Ohio, un estado del medio oeste, pero no dejó daños apreciables allí.
Obama, por supuesto, intenta estar presente en Ohio sin estar físicamente en Ohio. A nadie se le escapa que los estrategas de su campaña confían en que los votantes valorarán positivamente la decisión del presidente de mantenerse en su despacho en circunstancias como esta. Es un cálculo arriesgado, por cuanto esta campaña está tan apretada que el contacto directo con un puñado de electores puede llegar a marcar la diferencia. Pero, por el momento, parece estar funcionando.
Obama consiguió el martes la aprobación de una de las más influyentes personalidades del Partido Republicano, Chris Christie, el gobernador de New Jersey, el más afectado por la catástrofe, y que este miércoles visita el presidente estadounidense. “Tengo que decir que el Gobierno, el propio presidente y el administrador de FEMA (la agencia federal de emergencias), Craig Fugate, han estado formidables con nosotros hasta ahora. El presidente ha estado todo el tiempo pendiente y merece reconocimiento por ello, ha sido un apoyo increíble y muy útil para nuestro estado”, afirmó. “Me importa un rábano lo que eso signifique para las elecciones”, añadió.
Mitt Romney, con algo menos sutileza, recolectó
fondos para las víctimas del huracán, pero en Ohio, un estado
fundamental en las elecciones
Al margen de los intereses políticos, el huracán es realmente la primera preocupación nacional. Millones de personas han visto su vida afectada por este desastre. Unos, de la peor manera, con inundaciones que pueden dejarles sin su casa o su negocio por meses. Otros, con pérdidas de luz o de sus medios de transporte. Todos, con pérdidas económicas que puede hacer más lento el actual proceso de recuperación de la última crisis. Afortunadamente, el precio en vidas humanas no ha sido tan alto, pero este suceso, sobre todo en la ciudad de Nueva York y en el vecino New Jersey, ha recordado a los norteamericanos su vulnerabilidad ante las tragedias.
A nadie se le escapa que los estrategas de la
campaña de Obama confían en que los votantes valorarán positivamente su
decisión de mantenerse en su despacho en circunstancias como esta
El Sandy puede tener otros efectos más concretos. El administrador de FEMA ha advertido que las labores de reconstrucción se prolongarán a la semana próxima y pueden tener un impacto sobre las elecciones del martes 6 de noviembre. Puede ser difícil desplazar papeletas y material electoral a algunas áreas. Incluso no se descarta por completo su aplazamiento en algunos lugares.
Eso no debería influir decisivamente en los resultados, puesto que casi ninguno de los estados más afectados, con excepción de Virginia, se encuentran entre los más indecisos. Lo que sí puede tener consecuencias en los resultados es el juicio del público sobre la actitud de cada candidato.
Para Obama, el Sandy es una oportunidad de compensar lo que ha sido uno de sus grandes problemas durante la mayor parte de su presidencia: su aparente frialdad y desconexión con el ciudadano medio. Obama ha llegado a estas elecciones en un momento en el que, incluso quienes valoran su obra, muestran decepción por su carácter. El veterano columnista Richard Cohen escribía ayer en The Washington Post que, aunque votará por él, lamenta que Obama nunca haya llegado a ser Robert Kennedy. Ahora puede corregirlo en parte. Nada como un desastre natural ofrece la oportunidad de identificarse con el sufrimiento de los demás. Es una baza que Obama tiene que utilizar con prudencia, pero que puede llegar a ser el factor inesperado que cambie el rumbo de la campaña, la verdadera sorpresa de octubre.
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