sábado, 12 de enero de 2013

La mediocridad de El Madrid

El Madrid se rinde a la mediocridad

Ausente Cristiano, los blancos no logran sobreponerse (0-0) a una actuación plana ante un Osasuna igual de sufriente

Higuaín trata de llegar a un balón ante Andrés Fernández. / a. GILLENEA (AFP)

Cristiano Ronaldo dejó sentir su ausencia en Pamplona, donde el Madrid no consiguió sobreponerse a la vulgaridad que le va paralizando. Sin el goleador portugués, estimulante por excelencia en estos días de tribulación, el equipo se dejó arrastrar por el fragor de un partido que no conducía a ninguna parte. Acabó aplanado, con uno menos por doble amarilla de Kaká. Sufriendo, otra jornada más, hasta completar un panorama que hace de esta temporada un caso insólito en la historia reciente. El Madrid presentó la rendición en la Liga en diciembre y eso es un drama de consecuencias impredecibles para un club que solo sabe funcionar en la grandeza. A este paso, corre el riesgo de perder la tercera posición, el último baluarte del acceso directo a la Champions.

OSASUNA, 0 REAL MADRID, 0

Osasuna: Andrés Fernández; Marc Bertrán, Rubén, Arribas, Damiá; Lolo, Oier Sanjurjo; Cejudo (Llorente m. 85), Armenteros, Nino; y Kike Sola. No utilizados: De las Cuevas, Loe, Flaño, Puñal y Timor.
Real Madrid: Casillas; Arbeloa, Varane, Albiol, Coentrão; Xabi Alonso, Khedira; Modric (Ozil, m 67), Di María (Benzemá, m. 57), Callejón e Higuaín (Kaká, m. 57). No utilizados: Essien, Marcelo, Carvalho y Jesús.
Árbitro: Clos Gómez. Amonestó a Rubén, Oier, Kike Sola, Lolo, Xabi Alonso y Özil. Expulsó a Kaká (m. 75) por doble amarilla.
Reyno de Navarra: 16.366 espectadores.
El Sadar, cuyas gradas no irradiaron el calor de otros días, asistió a la reunión de dos equipos sufrientes. El Madrid da tumbos por el campeonato porque sus futbolistas ya no saben ni por qué compiten ni encuentran inspiración en una manera de jugar de la que son incapaces de sentirse orgullosos. Osasuna se asfixia en el último puesto de la clasificación porque no consigue afinar la puntería. Vive angustiado porque le falta gol pero hace bien unas cuantas cosas. Se defiende con orden y energía, por ejemplo. Presiona con gran coordinación. No pierde ocasión de adelantar a sus zagueros hasta el círculo central y sabe implicar a todos sus hombres para embotellar a los rivales en 30 metros de campo. El Barcelona sufrió para salir del atolladero hace unos meses y al Madrid no le fue mejor.
La primera parte fue un festival de imprecisiones. No hubo pausa. Todos se anticiparon a todos. Todos apretaron. Todos intentaron jugarla rápido para romper líneas con el primer pase. Nadie lo consiguió. Al Madrid se lo tragó la vulgaridad. Parecieron igual de buenos Armenteros, Higuaín, Modric o Cejudo. El remolino no hizo distinciones, con la excepción esporádica de Xabi Alonso, que se salió durante algunos instantes del ojo del huracán para intentar darle sentido a los desplazamientos. Poca cosa, en definitiva. Dos o tres pases largos, de izquierda a derecha, a Higuaín, o a Di María, que solo rompieron el fuera de juego dos veces y no desbordaron ni una. Durante una hora Di María se convirtió en una máquina de colgar balones desde cualquier parte, a cualquier destino, generalmente a las cabezas de Rubén y Arribas. A la caza de los objetos voladores, o de los pelotazos frontales, no consiguió Higuaín desembarazarse de sus vigilantes, que no le dejaron girarse y mucho menos dominar el espacio aéreo. Los equipos se marcharon al descanso sin que sus porteros tuvieran que ensuciarse. Un remate de Callejón por encima del larguero, y un tiro fuera de Coentrão fueron la producción más peligrosa durante una hora.
A falta de ideas, el conjunto blanco se repliega a verlas venir y salir corriendo
La guerra de desgaste se prolongó en la segunda parte. Los dos equipos se condenaron a martirizarse lejos de sus respectivas áreas. Higuaín tuvo menos peso en los últimos metros que en sus persecuciones a Lolo y Oier cuando llevaban el balón. El argentino debió abandonar la cancha sin haberse concedido la más mínima satisfacción. El partido reclamaba una idea subversiva y Mourinho cambió para que todo siguiera igual: hombre por hombre. Entraron Kaká por Di María, Benzema por Higuaín y Özil por Modric. A falta de ideas, el Madrid hizo lo único que colectivamente le inspira confianza: replegarse a verlas venir y soltar a las fieras a correr. La diferencia es que, sin Cristiano, las fieras tienen menos apetito, menos recorrido, menos velocidad, menos resistencia...
Pero ya no encuentra la solución del contragolpe como el curso pasado
La contundencia de Cristiano disimula la persistente falta de claridad del Madrid. El equipo ya no encuentra el camino ni en los contragolpes, el recurso que perfeccionó la temporada pasada. Cunde el desconcierto incluso cuando se encuentra a defensas como la de Osasuna, que juegan en el alambre, con mucho espacio a la espalda de los centrales. Incuso Osasuna tuvo un poco más de claridad para contragolpear. Sola y Armenteros pusieron a prueba a Casillas con sendos disparos desde fuera del área. El portero los desvió con suficiencia. Por lo menos se volvió a Madrid con la sensación de haber gastado los guantes. Algo que casi no puede hacer Andrés Fernández, que solo tuvo que estirarse para detener un disparo blando de Benzema a un minuto para el final.

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