lunes, 30 de mayo de 2011

Berslusconi, la derrota que viene.

El centroizquierda arrasa en Milán y Nápoles
El primer ministro, Silvio Berlusconi, encaja un fuerte revés electoral en el norte de Italia


En Nápoles los sondeos anticipan una victoria arrolladora del ex juez Luigi de Magistris, el candidato de Italia de los Valores que en la segunda vuelta ha tenido el apoyo de todos los partidos de centro e izquierda. Según el sondeo de Sky, De Magistris ganaría por nueve puntos, pero las primeras proyecciones suben la diferencia hasta los 22 puntos: 61% contra 39%.

Casi 6,5 millones de italianos votan la segunda vuelta de las elecciones municipales y administrativas que pueden determinar tanto la suerte del liderazgo del primer ministro, Silvio Berlusconi, como de la alianza de Gobierno de centro derecha. Están en juego las 88 alcaldías y seis presidencias de provincia que no se resolvieron en el primer turno, y compiten solamente las dos listas más votadas hace quince días. Todas las miradas están puestas en los ayuntamientos de Milán (un millón de electores censados) y Nápoles (800 mil), y en menor medida en Cagliari, Trieste, Varese y otras diez ciudades del norte del país.

Milán y la próspera región de Lombardía son el bastión que ha sustentado desde hace casi 20 años el poder de Silvio Berlusconi y de su aliado Umberto Bossi. El primer turno anunció que la ciudad natal del magnate y político está lista para emprender una nueva era. El candidato del centro izquierda, Giuliano Pisapia, diola vuelta a todos los sondeos y logró el 48,5% de los votos frente al 41,5% de su rival, la alcaldesa saliente, Letizia Moratti.

La sorpresa Pisapia

Pisapia, un tímido abogado penalista de 62 años promovido por el gobernador de Apulia, Nichi Vendola, se impuso por sorpresa en las primarias del Partido Demcorático al candidato oficial, y aunque ha sido acusado de extremista por la derecha ha unido e ilusionado a todas las fuerzas de izquierda con una receta poco usual en Italia: principios, diálogo, concreción y sensatez. La magnitud de su anunciada victoria será, en ese sentido, un doble mensaje político de Milán al resto del país: contra la propaganda de Berlusconi y Bossi, y a la vez contra la languidez sin ideología del centro izquierda.

La tranquila rebelión cívica puesta en marcha por Pisapia ha colocado a la derecha en una aguda crisis de credibilidad, y el nerviosismo y la división se ha extendido ya desde Milán al resto del país. Todo hace pensar que Pisapia podría ampliar la ventaja del primer turno hasta más de diez puntos, y eso que supondría no ya una derrota sino una afrenta personal para Berlusconi y la Liga.

La pesadilla del primer ministro es que el descontento de Milán, al que no son ajenas las bases católicas, convenzan a la Liga de que es posible y mejor gobernar sin Berlusconi. En ese caso Bossi podría optar por un Gobierno técnico con Giulio Tremonti al frente.

Tratando de convertir la primera vuelta en un plebiscito sobre su persona y el Gobierno, Berlusconi encabezó la lista del PDL en Milán y fue duramente castigado, al obtener la mitad de preferencias que hace cinco años: 27 mil contra 53 mil. Ahora ha cambiado de estrategia y ha achacado los malos resultados a unos "candidatos débiles". El viernes, durante el cierre de la campaña en Nápoles, afirmó que incluso en caso de perder en Milán y en la ciudad del Vesubio "el Gobierno seguirá adelante". Recibida con más pitos que aplausos, la frase significa que da casi por descontado el castigo, algo casi insólito en la última década.

Un exjuez para Nápoles

En Nápoles, el voto católico puede resultar decisivo. Los democristianos han decidido apoyar a la izquierda, y eso convierte en favorito al ex juez Luigi de Magistris, de Italia de los Valores, que partía como tercero en discordia pero logró superar al candidato del PD con el 27% y jugarse el desempate con Ganni Lettieri, el aspirante del PDL, que lejos de arrasar como se pensaba se paró en el 38,5% hace dos semanas.

La lucha entre el ex juez y el empresario en la ciudad de la Camorra se anuncia caso más apretada que la de Milán. Según De Magistris y el escritor Roberto Saviano, Lettieri cuenta con el beneplácito del crimen organizado. Policías de paisano vigilaron ayer las mesas electorales para evitar la compraventa de votos.

El futuro inmediato será en todo caso complejo. Si como parece lógico ganan Pisapia en Milán y De Magistris en Nápoles, y a ellos se les suma el joven vendoliano Massimo Zedda en Cagliari, el mensaje de las urnas al Gobierno de la derecha será tan contundente como el recibido por el PSOE en España hace unos días. La diferencia es que también plantearía a la oposición la necesidad de girar a la izquierda. Pero el PD de Massimo D'Alema parece hoy más dispuesto a cortejar a los centristas que a ceder poder a la izquierda real.

Il Cavaliere se queja de los jueces con Obama
Silvio Berlusconi ha aparecido muy nervioso, casi exasperado, en las últimas semanas. El primer ministro sabe bien que si la Liga se ve arrastrada al pozo con él y pierde poder municipal en Milán y las 10 ciudades del norte que han llegado al desempate, la estabilidad del Ejecutivo corre serio peligro.

El voto popular ha sido el gran aglutinante de las demagogias paralelas de Bossi y Berlusconi, y la gasolina que el magnate ha utilizado para legitimar su guerra sin cuartel contra los jueces de Milán que, según él, le persiguen por motivos políticos. Una derrota electoral en casa es la peor noticia posible, y el viernes, durante la cumbre del G-8 en Deauville, Berlusconi buscó el apoyo de sus pares internacionales con un movimiento insólito.

Poco antes del inicio de la reunión, se acercó al presidente de Estados Unidos, Barack Obama, para decirle que "Italia está sufriendo una dictadura de los jueces comunistas", y que es crucial "culminar la reforma de la justicia". Según mostraron las imágenes, la estupefacción de Obama, que acababa de hacer un discurso elogiando la separación de poderes y la independencia de la magistratura, fue tan grande que ni siquiera contestó.

De vuelta a casa, la oposición y los jueces han censurado a Berlusconi por denigrar al país y a sus instituciones en un foro internacional, pero este ha replicado que había contado a todos los líderes del G-8 que "los jueces italianos son una patología".

La sensación es que en Milán ha comenzado la cuenta atrás del berlusconismo, y que una nueva era está naciendo justo en el lugar donde Berlusconi levantó los cimientos de su enorme consenso popular. De momento, el líder mantiene, a golpe de tránsfugas, una mayoría suficiente para seguir navegando.

Pero las defecciones en el Pueblo de la Libertad han empezado, la Liga exige cada vez concesiones más disparatadas (lo último el traslado de dos ministerios a Milán), y todo puede pasar si los milaneses y la burguesía industrial del norte repudian en las urnas a los dos partidos que les han representado en las dos últimas décadas.

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