Marisol era una niña mimada por sus padres, era hija única; y fue muy difícil su gestación, siempre hubo amenaza de aborto, por lo que la madre se tuvo que mantener en reposo casi los nueve meses.
Nació a término, aunque con bajo peso, fue una niña delicada.
El hogar de Marisol era el de una familia acomodada, no le faltó nada material ni afectivo, en su vida cotidiana.
Uno de los asuntos curiosos de Marisol, ocurría por las noches a la hora de acostarse a dormir. Tenía una habitación enorme, llena de juguetes caros, pero aun así lloraba inconsolablemente. Tenía dificultades para dormir con calma. Lloraba sin parar hasta que el agotamiento la vencía.
Un día la madre de Marisol discurrió darle a la niña una sábana pequeña de algodón, con el aroma personal de ella, era pues una representación de la madre ese trapo.
Marisol pasó muchos años de su infancia aferrada con esa sábana olorosa a mamá. Eso si la calmaba y dormía plácidamente. Impedía que lavaran ese trapo porque perdía, entonces, su magia tranquilizadora. La tela se mantenía con un color gris, había sido blanca originalmente. Y despedía un olor peculiar: a saliva de Marisol y al perfume de mamá.
Cuando Marisol entró a la adolescencia, sin que la madre supiera cambió el fetiche de la sábana "gris" , por una hombrera de un vestido de mamá.
Esa hombrera era una pieza vital para la sobrevivencia de Marisol. Se trataba de un pequeño triángulo de seda, relleno de tiras de tela, de unos diez centímetros por lado. La hombrera era de seda negra.
La hombrera cumplía la misma función de la sábana gris, en la infancia: dormir sin sobresaltos.
Marisol se pasó muchos años chupando la hombrera antes de dormir, no olía a mamá, pero sí a su peculiar saliva. Nunca fue lavada, eso era imposible de tolerar.
Marisol terminó la universidad con notas sobresalientes. Ahí se enamoró de Ricardo, un compañero de clase, guapo e inteligente y con dinero.
Ricardo pidió la mano de Marisol, en una ceremonia pomposamente elegante, y entregó el anillo de compromiso, de una manera curiosa, depositó el anillo en el fondo de una copa de vino tinto. Y a la hora de los brindis; Marisol dio con el anillo al beber tan solo unos sorbos.
Los recién casados partieron de viaje de luna de miel, en un crucero al Caribe. Salieron de Miami y desembarcaron en San Juan de Puerto Rico.
La noche, la primera noche juntos, Marisol empezó a sufrir un ataque de pánico.
Aterrorizada, se acurrucó en la cama, sin dejar de temblar y llorar desconsoladamente.
Y le decía a Ricardo, gimiendo, no puedo hacer el amor contigo, me falta algo muy importante para mi, y no te lo puedo decir qué es.
Mi angustia solo la calma mamá...
En realidad Marisol había olvidado la hombrera en la casa paterna y temía que alguien la encontrara y la pudiera desaparecer para siempre. Habló inmediatamente con su madre y le hizo prometer que encontraría la hombrera y se la enviaría a Puerto Rico de inmediato.
Hasta que pudo tener entre sus labios la mencionada hombrera de seda negra, ella se entregó a su marido.
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