Se suicidó, porque ya no tenía esperanza y sabía que la Junta Militar lo vejaría, sostiene
Rechaza Gonzalo Martínez Corbalá que Salvador Allende haya sido asesinado
Lo afirmo porque supe las versiones más íntimas de lo que pasó en La Moneda, dice en entrevista quien fungía como embajador de México en Chile en el momento del golpe de Estado, en 1973
En días recientes dos hechos han llenado las planas de los diarios chilenos. Dos denuncias de asesinato: el primero del poeta Pablo Neruda y el segundo el del presidente Salvador Allende. De confirmarse las denuncias cambiarán los libros de historia.
Ayer se publicó en estas páginas el testimonio de Gonzalo Martínez Corbalá acerca de los últimos días del Premio Nobel de Literatura. Ahora el diplomático, embajador de México en Chile al momento del golpe de Estado, habla de lo ocurrido el 11 de septiembre de 1973, el día que murió Salvador Allende, cuyos restos fueron exhumados el lunes pasado del Cementerio General de Santiago.
Recién este viernes el Servicio Médico Legal chileno confirmó que los restos pertenecen al mandatario socialista, aunque los resultados de los exámenes de ADN se tendrán en tres meses.
La versión oficial, difundida durante casi 38 años, es que Allende se suicidó con un AK-47. La sospecha es que fue asesinado por la Junta Militar que ese día tomó el poder.
“Yo no lo creo. Si hubiera estado en su lugar también me habría suicidado. ¿Qué hubieran hecho ustedes ya perdida toda esperanza?”, pregunta durante la entrevista que se realizó en el estudio de su departamento, rodeado de fotografías y archivos con documentos como los salvoconductos que permitieron, artimaña de por medio, que Isabel Allende, hija del mandatario, lograra llegar a la embajada mexicana.
A Allende le habían ofrecido a cambio de su rendición, llevarlo a Lima o a Buenos Aires, relata Martínez Corbalá, quien en 1992 recibió la Orden al Mérito de Chile por su solidaridad con el pueblo chileno: al menos 2 mil 4 personas lograron salir del país con visa mexicana, entre ellas la familia y la viuda de Allende, Hortensia Bussi.
El presidente Allende no creyó el ofrecimiento que le hicieron los golpistas, encabezados por Augusto Pinochet. “Hizo muy bien en no creerlo, porque se captó la instrucción de Pinochet para que fueran por Chicho –que así le llamaban a Allende–, que lo llevaran en helicóptero, ‘y luego ya saben lo que tienen que hacer. Ya saben lo que tienen que hacer’. Lo iban a tirar en el aire. Lo hubieran humillado, vejado.”
–¿Se suicidó o lo mataron?
–Sí, obviamente es una incógnita. En mi libro, después de haber consultado incluso a la familia, manejé siempre la idea del suicidio. ¿Por qué lo creo? Porque supe las versiones más íntimas de lo que sucedió dentro de La Moneda, en pleno ataque, en pleno bombardeo. Porque no uno, sino varios de los que estuvieron luchando con Allende dentro de La Moneda, después fueron asilados en la embajada. Por ejemplo, el doctor Óscar Soto, que le dicen Cacho Soto y quien era cardiólogo del presidente, y actualmente vive en Madrid. Está Joan Garcés, catalán, quien era un joven asesor de los teóricos muy cercanos del presidente Allende.
Él estuvo con él hasta el último momento, y me contó como se lo contó a Tencha, (Hortensia Bussi). Estábamos en la recámara de la embajada, unos sentados en la cama, otros en sillas o en el piso, escuchando todas estas versiones de los que iban llegando.
De acuerdo con los relatos, un comando ingresó a La Moneda por la puerta de la calle Morandé (entrada similar a la del Palacio Nacional en la calle de Moneda, en el Zócalo de la ciudad de México). “Entraron a fuerza y a tiros, irrumpiendo en la puertecita de Morandé.
“Subieron a donde estaban Cacho Soto y todos los que se quedaron con Allende, pero el presidente no estaba con ellos, él estaba dentro del despacho presidencial.
“El comandante les pone un ultimátum: ‘no los matamos ahorita, les damos una oportunidad más para que se rindan. Dentro de 15 minutos vamos a volver, si no han bajado, si no se han rendido, a todos los vamos a matar’.
“Llegó Allende, en ese momento, se van los soldados. El presidente preguntó qué habían dicho. Cacho Soto se lo repitió. El presidente dijo: ‘ya no tiene caso seguir luchando; ya tienen todo rodeado; ya inutilizaron nuestras vías de acceso, de abastecimiento de armas, de víveres y agua. Empiecen a bajar por la escalera, yo bajo el último. Todos comenzaron a bajar y él se quedó. Entonces Cacho Soto que venía al final oyó una ráfaga y Allende ya nunca salió.”
Relata: “El comandante Sánchez había salido en pleno ataque a La Moneda a ejecutar alguna orden del presidente Allende. Cuando regresó lo encontró recostado en un sofá que había en el Salón Rojo. Estuve muchas veces en ese salón, porque ahí nos recibían y ofrecían un pisco antes de pasar a almorzar o a encontrarse con el presidente. Sánchez encontró a Allende con un AK-47 detenido con las piernas y el cañón en la barbilla y partes del cerebro en las paredes. Una AK-47 es un calibre alto. El escenario era dantesco”.
Sin embargo, aquí González Corbalá destaca una contradicción entre las versiones de Soto y Sánchez: “Cacho Soto dijo que escuchó una ráfaga de ametralladora, pero Roberto Sánchez vio el AK que tenía Allende y había jalado un solo tiro, no una ráfaga: el AK-47 tenía puesto el seguro que lo hace disparar tiro a tiro o en ráfaga. Esas son la versiones más apegadas a la realidad que yo he podido escuchar”.
Hoy tengo mis dudas de lo que pueden encontrar, dice el autor de Instantes de decisión. Chile 1972-1973 y La historia que viví. “¿Que pueden encontrar que el tiro en verdad le entró por la barbilla? Si eso es científicamente posible o no, no lo sé. Si lo hubieran matado terceras personas, creo que no le hubieran disparado a la cabeza, sino al cuerpo, y ahí está el testimonio del comandante Sánchez, que deben de tomar en cuenta por sus características, hombre muy cabal y leal, acerca del escenario que encontró en el Salón Rojo.
“Para mí lo asesinaron de todas maneras. Él disparó la bala, pero lo mataron los golpistas porque si se hubiera entregado lo habrían vejado.”
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