La afición del espionaje que se despertó en Julio, fue cuando apenas era un niño de diez años. Aprendió los secretos del espíonaje de los vecinos, a través de los comentarios de su padre, quien era un voyerista consumado.
Julio, padre, inclusive se compró unos binoculares potentes para poder observar a sus vecinas de los edificios contiguos.
Cuando Julio, hijo, descubrió el entretenimiento de su querido padre, lo más lógico era que le preguntara a él, cuál era el placer en observar a las vecinas haciendo sus faenas cotidianas, sin ser notado por ellas.
Lo que su padre le explicó a Julio, fue algo incomprensible para el niño semiadolescente, porque todo el relato lo rodeó de misterio y frases libidinosas. El niño no alcanzó a notar la erección que le produjo a su padre hablar de su gozo por espiar mujeres.
Aquella frase, que Julio escucho toda su vida, desde que era un niño de seis años, lo
marcó toda su existencia. La frase era: "tienes que superar en todo a tu padre".
Julio se hizo un joven experto en espiar a las mujeres del vecindario, gracias a los binoculares potentes de su padre, con ellos aprendió lo elemental de su voyerismo y experimentó también sus primeras erecciones.
Julio vivía con su progenitor, sólos, porque su madre se separó de su padre por esa obsesión tan depravada que mostró siempre, sin pudor alguno.
Cuando padre e hijo se mudaron a unas altas torres de departamentos por los rumbos de Mixcoac, la emoción de ambos era desbordada porque tenían frente a sí, unos cincuenta departamentos con ventanas que se veían desde el suyo.
El voyerismo de los dos fue haciéndose cada vez más intenso, al grado de dedicarle más de cinco horas diarias en observar ventanas distantes.
Cuando Julio,hijo, cumplió veinte años, se le ocurrió que el Facebook podría permitirle el acceso a miles de mujeres, dejando de lado los binoculares de su padre.
Julio iba a la universidad, pero inmediatamente volvía a su hogar para instalarse frente a la computadora por varias horas, hasta quedar exhausto de tanto ver con detenimiento los álbumes fotográficos de miles de mujeres de todos colores y edades, y de todo el mundo.
La imaginación desbordada de Julio, le permitía construir miles de historias fantásticas, en las cuales él era el protagonista, y así superaba con creces a su padre admirado.
Lo último que se supo de Julio, hijo, fue que abandonó la universidad y el empleo de medio tiempo que le había conseguido su padre, para dedicarse tiempo completo a su obsesión de voyerista.
Julio ya no abandonó jamás la habitación y tampoco la computadora; se ponía un pañal desechable para ni siquiera ir al baño; ahí mismo comía las pizzas que su padre le mandaba todos los días.
El discípulo superó con creces al maestro...
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