Una exhibición para la eternidad
España golea a Italia (4-0) y sella por primera vez en la historia una triple corona tras una final que fue un monumento al buen fútbol
ESPAÑA, 4 – ITALIA, 0
España: Casillas; Arbeloa, Ramos, Piqué, Jordi Alba; Xabi Alonso, Busquets; Silva (Pedro, m. 59), Xavi, Iniesta (Mata, m. 86); y Cesc (Torres, m. 75).Italia: Buffon; Abate, Barzagli, Bonucci, Chiellini (Balzaretti, m. 21); Marchisio, Pirlo, Montolivo (Motta, m. 56), De Rossi; Cassano (Di Natale, m. 46) y Balotelli.
Goles: 1-0. M. 15. Cesc centra al punto de penalti, donde cabecea Silva. 2-0. M. 41. Jordi Alba define un contragolpe. 3-0. M. 84. Torres, de contragolpe. 4-0. M. 88. Mata, tras un pase interior.
Árbitro: Pedro Proença (POR). Mostró la cartulina amarilla a Piqué, Barzagli.
Estadio Olímpico de Kiev.
España arrancó con más ritmo del que solía en este campeonato. Alonso, fantástico de principio a fin, con el balón y sin él, tiró de catálogo en defensa y ataque, Xavi volvió a ser el satélite que acostumbra, Iniesta se alistó al Bolshoi y Cesc puso a todos en órbita con sus movimientos entre la zaga azzurra. Antes del cuarto de hora, Iniesta filtró un pase al interior del área para Cesc, que llegó como una lagartija, amagó, sacó de rueda a Chiellini y a su centro desde la línea de fondo llegó Silva, dos palmos de falso cabeceador, que con la coronilla batió a Buffon. Uno de los muchos arcanos de este equipo.
Esta selección civil, sin la caspa patriótica de antaño, ya no despierta escepticismo sino admiración
La resistencia italiana se desvaneció cuando al filo del descanso Xavi se lanzó solo a una contra. Le auxilió Jordi Alba, que esprintó desde su campo como un jamaicano y se infiltró entre la tropa adversaria. Xavi le citó con Buffon, mano a mano. Alba cerró la jugada como si llevara una década en la pasarela internacional. El delirio español, un azote definitivo para Italia, que se vio por detrás en el marcador y en el juego sin que su portero y capitán hubiera hecho una parada. Enigmas de esta España. Una cruz para esta Italia de nuevo formato, encomiable todo el torneo, pero que se encontró con un rival desatado, que vive en su nirvana particular. Sin los tres centrales, esta vez, como ocurrió en el primer partido de este campeonato, no hubo enredo para los españoles.
En el segundo acto se activó la marabunta y todo fue una fiesta española. Todo le salió a pedir de boca. La pelota era suya, se multiplicaban los espacios, las llegadas. Con Piqué, Ramos, Arbeloa, Busquets y Casillas de sostén, España se sintió en el pasillo de casa. Llegó el momento de Del Bosque, ese entrenador que interviene como entrenador y siempre de puntillas a ojos ajenos. Sí, ese técnico que primero sueña los cambios y luego los aplica con el mismo resultado que en sus desvelos. Apareció Torres y tuvo su gol, un gol que evocó al de Viena, y que le sitúa como el único que ha marcado en dos finales de la Eurocopa, apareció el compás inigualable de Xavi, la zancada del madrileño y la caricia a la pelota frente al portero. Todo apuntaba a que el ciclo se cerraría con el mismo protagonista, pero a Del Bosque le quedaba Mata en la chistera, premiado con minutos por primera vez. Este entrenador bendice a los suplentes: gol de Mata. Un broche celestial para un equipo ya incunable, embriagador, ganador de tres Eurocopas y de tres grandes citas seguidas, y en el que nueve de sus futbolistas han repetido éxito de Viena a Kiev. En un país que vivió un siglo del monocultivo de sus clubes, hoy no hay mejor club que esta España feliz.
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