jueves, 4 de octubre de 2012

Venezuela y la misión de UNASUR

Venezuela y la misión de Unasur
Chacho Álvarez*
Tengo el honor y, sobre todo, la responsabilidad de haber sido designado por Unasur (Unión de Naciones Suramericanas) como jefe de la misión de acompañamiento (observación) electoral en los próximos comicios venezolanos del domingo 7 de octubre. Señalo entre paréntesis observación porque en este caso se trata de desinstalar la idea de que los latinoamericanos, por nuestra propia historia de inestabilidad política, golpes de Estado, dictaduras militares, injerencias externas, fraudes electorales y gobernantes incompetentes o corruptos, estamos incapacitados para vigilar y cuidar la transparencia y limpieza de nuestros propios procesos electorales. Por ello, éstos deben ser observados o por organismos del mundo desarrollado o por aquellos otros donde Estados Unidos o países europeos tengan una importante influencia.
Unasur creó, entre otros, su consejo electoral, cuya presidencia pro témpore ejerce hoy la hermana República de Perú. La tarea en Venezuela el próximo 7 de octubre será su primera misión. También será el principal organismo internacional que tendrá presencia en los comicios venezolanos. Ello implica una doble responsabilidad, porque así como nuestros gobiernos trabajan para construir democracias y economías que no sean tuteladas o condicionadas por factores de poder externos o internos, también tenemos que empezar a demostrar que somos suficientemente rigurosos y eficaces para garantizar procesos electorales indiscutidos desde el punto de vista de su legalidad.
Somos conscientes de que las misiones electorales, desde ya muy delicadas, lo son aún más en sociedades fuertemente polarizadas donde muchas veces las acusaciones de fraudes o la existencia de irregularidades pueden funcionar como instrumento de combate político-partidario por quienes no han sido favorecidos por las urnas.
En otros casos –hoy absolutamente minoritarios en la región– una historia de autoritarismo, de fraudes acreditados, o de poca transparencia del sistema electoral, pueden todavía hacer convivir la democracia con sombras o sospechas sobre la legitimidad de origen de los gobernantes.
Por el contrario hoy, a través de dolorosos aprendizajes de las convicciones democráticas de las mayorías de nuestras sociedades, y por la legitimidad popular que necesitan los presidentes para liderar países que entre sus principales problemas y desafíos figuran la lucha contra la desigualdad, la pobreza y la marginación, Latinoamérica transita, a pesar de sus dificultades y sus deudas pendientes, la consolidación de un orden democrático estable.
No debemos olvidar que la ausencia de democracias estables ha sido sin duda una de las grandes debilidades –por cierto no la única– de la región. De aquí la necesidad de cuidarlas y protegerlas frente a las viejas o nuevas formas de golpismo. En este contexto debe comprenderse la posición de condena del Mercosur y de Unasur a los hechos acontecidos en la hermana República de Paraguay.
En la tarea de continuar consolidando los procesos democráticos opera como elemento fundante el garantizar elecciones libres y transparentes en cada uno de los países de la región.
Me tocó participar como observador –siendo presidente de la Comisión de Representantes Permanentes del Mercosur– en tres procesos electorales en la República Bolivariana de Venezuela, inclusive en el que en diciembre de 2007 (referendo sobre la reforma constitucional) el presidente Hugo Chávez fue derrotado por 1.3 por ciento de los votos emitidos.
La importancia y la trascendencia de las próximas elecciones del 7 de octubre en Venezuela son indiscutibles, porque el proceso venezolano así como reúne grandes apoyos internos y externos, también tiene detractores y opositores, y lo que hay que tratar de evitar, en la medida de las posibilidades de la región, y sin vulnerar la soberanía nacional, es que la transparencia de los comicios quede fuera de ese debate. Decimos esto porque la democracia electoral, si bien insuficiente, es un gran activo político de la región, y la articulación entre democracia, el crecimiento sostenido de las economías, un combate que se va demostrando eficaz contra el desempleo, la pobreza y la marginalidad, y los avances producidos en los procesos de integración regional, son las características que habilitan a describir el actual momento latinoamericano como único y excepcional.
En nuestra tarea de acompañamiento electoral es relevante considerar un dato que muy pocos conocen (sobre todo quienes analizan la realidad desde la desinformación o los prejuicios): que Venezuela tiene hoy uno de los sistemas electorales más fuertes y tecnológicamente más avanzados de América Latina, que asegura la transparencia, el control y la vigilancia de los comicios por quienes compiten en la elección, los partidos, y también por los ciudadanos y por los organismos de observación electoral.
Por todo lo dicho y por los antecedentes de los últimos procesos electorales, en Venezuela están dadas las condiciones para que –más allá de la radicalización de los discursos, la dureza de la confrontación y las visiones políticas antagónicas– el domingo 7 de octubre se pueda dar un paso importante en la consolidación de la democracia venezolana, porque en última instancia la legalidad y la transparencia de las elecciones se termina constituyendo en uno de los principales factores de cohesión de todos los venezolanos, independientemente del partido y el proyecto con que se sienten identificados.
* Jefe de la misión de acompañamiento electoral de Unasur

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