Rajoy y la pereza
Mariano Rajoy reivindica su esfuerzo: “Nadie podrá decir que nos hemos quedado con los brazos cruzados”. Y su dedicación: “He viajado a 29 países en un año”. También revaloriza las virtudes de este esfuerzo “descomunal” (en sus propias palabras): “¿Qué hubiera ocurrido si no hubiéramos tomado estas medidas (reformas y recortes)?”.
Nadie podrá decir que Rajoy es perezoso. Pero los problemas de España
no se resuelven haciendo cosas, simplemente, por importantes que sean,
si no por pensarlas bien antes de ejecutarlas, por hacerlas de manera
nueva y creativa y por encontrar nuevas ideas para nuestros desafíos. Se
trata de neuronas políticas, no solo de músculo político. Hablamos de
acierto, no de esfuerzo, únicamente. Rajoy da la impresión de estar -y
con él todos los ciudadanos- pedaleando en una bicicleta estática. Sudas
pero no avanzas.
La pereza mental
en política es nociva… y peligrosa. El resultado de las elecciones
catalanas del #25N, por ejemplo, puede alimentar esta actitud mental tan
perniciosa en democracia. El batacazo (el fracaso, el ridículo, el
castigo…, según se lean algunos periódicos) de Artur Mas puede actuar
como un estúpido placebo. Hay quien cree que todo ha terminad, que Mas
ha fracasado. O que fracasará otra vez, intente lo que intente. Y es
cierto, en parte. Quería una mayoría excepcional
(situaciones excepcionales, medidas excepcionales, mayorías
excepcionales) y el resultado ha sido un serio revés personal y
político. Pero aquí no acaba todo, más bien empieza.
La
pereza política puede hacer creer a nuestros principales dirigentes que
la inacción resuelve los conflictos, que el tiempo lo arregla todo o
que la imposibilidad legal de una consulta (por ejemplo) cercena el derecho a decidir.
No se puede ser más ciego. La pereza mental es mala consejera. Provoca
parálisis, pudre situaciones, atenaza la acción política y limita su
capacidad de llevar la iniciativa, fundamental en política.
La pereza es todo lo contrario a la resistencia. Mariano Rajoy ha dicho a Artur Mas que le recibirá “cuando él se lo pida” y que “estará, como siempre, dispuesto al diálogo”,
aunque ya le ha advertido de sus prioridades (la crisis económica) y
sus límites (la Constitución). Pero no se trata de hablar, sino de
comprenderse. No se trata de esperar, sino de anticiparse. Los
apriorismos mentales inhiben la política y la reducen a una correlación
de fuerzas, peligrosa cuando hablamos de materias sensibles. España
necesita un ejercicio colectivo de open mind (mente abierta). Sin creatividad política, sin generosidad y sin visión no hay soluciones a nuestros retos. “Adivinar el futuro no tiene sentido” afirma
Rajoy, pero leer bien los síntomas de nuestra sociedad y comprender las
tendencias de fondo sí que tiene todo el sentido. ¿Puede Rajoy pensar
diferente (y mejor), pensando con nuevas bases y miradas?
Mariano Rajoy tiene una especial habilidad: cree que pasar de puntillas
por los temas es no hacer ruido y pasar desapercibido. Pero el suelo de
madera está más reseco y ruidoso que nunca. En relación con Catalunya,
por ejemplo, no quiere hacer nada y prefiere esperar, siguiendo su tradicional estilo inmóvil
y, con ello, provoca un estruendoso crujido. De un Presidente se espera
acción y determinación, no inmovilidad e indefinición. Esta incapacidad
exaspera y desespera.
Frente a los
desafíos (políticos, sociales y económicos) Rajoy responde con normas:
Decretos Leyes de los que abusa sin vacilar. Su gobierno ha utilizado
esta fórmula excepcional con una soltura impropia. Incluso teniendo
mayoría, lo que le permitiría gobernar sin problemas de aritmética
parlamentaria. Pero eso le obligaría a dar explicaciones y a escuchar críticas o nuevos argumentos.
¡Ay las explicaciones! Otra vez, la pereza (mental). La misma que le
llevó, entre otros cáculos, a cancelar el Debate del Estado de la
Nación.
Gobernar es algo más que el control del BOE. La mayoría silenciosa está agotada,
que no es lo mismo que complaciente. Su formación y su profesión como
registrador de la propiedad le han dejado una fuerte impronta cultural y
han alimentado un modelo de gestión que se ajusta a su personalidad.
Lo que no está escrito no existe (y no puede existir). Hay una actitud
casi religiosa respecto a la norma y una fascinación por la capacidad
reguladora. Pero la política en España empieza a escribirse en los
márgenes, entre líneas, y con una demanda inaplazable de abrir nuevos capítulos, con nuevas ideas.
Hoy, en su tradicional rueda de prensa de final de año, ha hecho un balance de su primer año de gestión
con la resignación política (y la justificación moral) de haber hecho
lo que se podía y de haberse esforzado en ello. Rajoy trabaja, sí; pero
la sensación que se extiende es que no resuelve. Nos pide “comprensión”,
una vez que la paciencia y la confianza se agotaron, según él mismo ha
aceptado. Rajoy ya no anima, pero pide ánimos para su tarea. Algo falla.
O se quedó sin energías, o sin ideas. Su única propuesta es perseverar y
esperar.
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