Una docena de películas de ficción y 11 documentales de 10 países compiten en el Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias, que desde el jueves celebra su 51ª edición en la segunda ciudad más antigua de Colombia. Cuatro de las cintas son españolas. No es fácil llegar al medio siglo "y menos con las dificultades que implica la gestión cultural", reconoce la directora del festival, Mónica Wagenberg. El festival, que finaliza el viernes, incluye una retrospectiva del país invitado de este año, México.
"América Latina tiene muchas historias que contar, pero no se habitúa a contárselas a sí misma", opina el mexicano Everardo González, director de El cielo abierto, un documental que explora las circunstancias que llevaron al asesinato de monseñor Óscar Arnulfo Romero, muerto en San Salvador el 24 de marzo de 1980, y que derivaron a la guerra civil del país centroamericano, que se cobró más de 75 mil vidas en los ochenta. "Lo que ocurre ahora en México ha ocurrido en El Salvador, en Nicaragua, en Colombia... La misma historia pasa una y otra vez porque no nos miramos a nosotros mismos". La falta de conocimiento sobre los problemas de la región "es inmensa", añade. "En México hay gente que no sabe ni quién era Romero".
El también mexicano Rigoberto Perezcano coincide. Su película Norteado se presenta fuera de competición tras recorrer varios festivales (ganó el premio Casa de América en el Festival de Cine de San Sebastián de 2008), y narra las desventuras de un inmigrante en un tono que busca "quitar la solemnidad para hablar de América Latina", explica. "La inmigración es una tragedia, pero también hay que saber abordar los problemas sin ocultar el humor negro que es tan común aquí", asegura.
Y las historias (y la manera de contarlas) sobran. El documental Pequeñas voces narra el drama de los niños desplazados por la guerra en Colombia (más de un millón, según Unicef) reemplazando sus rostros por dibujos animados. "Ellos son personas que tienen una vida más plena que vivir, y hay que respetar al máximo quiénes son, dónde viven y su entorno", explica uno de los directores de la cinta, Óscar Andrade. La cinta fue seleccionada en el Festival de Venecia y, además, es la primera cinta latinoamericana en 3D.
"La ventaja es que la animación hace que la narración sea muy sencilla. Teníamos las voces y construimos una historia", comenta. La dulzura de los dibujos animados contrasta con las escenas de horror narradas por los niños. "A su corta edad se han acostumbrado a que la violencia sea lo habitual, pero había que hacer un esfuerzo para no caer en lo gore. Eso era lo más importante", asegura. La película Colores de la montaña utiliza la ficción, pero lo que cuenta no deja de ser real. La cinta narra también el drama de la guerra en Colombia y ganó el premio Nuevos Directores en el Festival de San Sebastián del año pasado.
La brasileña Riscado también utiliza una narrativa poco ortodoxa. El filme narra los intentos de una mujer, Bianca, para ser actriz, pero utiliza los supuestos anuncios publicitarios en los que ella participa para contar su historia. Al menú a degustar por los cinéfilos se añaden dramas intimistas (como la argentina Por tu culpa), la religiosidad de la cultura latinoamericana (la peruana Octubre) o la vida cotidiana de un barrio bajo de Ciudad de México (Asalto al cine).
El cine español también acude a la cita. El español Luis Tosar presenta en el festival 18 comidas, que produce y protagoniza, y que entrelaza tres historias situadas en Galicia. Bicicleta, cuchara, manzana narra la lucha contra el Alzheimer del exalcalde de Barcelona Pasqual Maragall. Ambas compiten en las categorías de ficción y documental, respectivamente.
"Es bueno mirar las cosas con distancia, y al vivir en el extranjero me di cuenta de lo absurdo que puede ser nuestro mundo", describe el director mexicano Nicolás Pereda, que acude al festival como invitado especial. También están en Cartagena los actores Williem Dafoe y Geraldine Chaplin, los directores mexicanos Carlos Reygadas y Arturo Ripstein, y el español Jorge Coira. "Es bueno participar en festivales, pero es aún mejor que la gente las vea", subraya Everardo González. Entrega su película y bromea: "Pero que no se vaya a las descargas". Corrige rápidamente. "Pese a todo, Internet es lo mejor para un director. Permite que las cintas lleguen a audiencias a las que antes era imposible llegar".
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