sábado, 26 de febrero de 2011

La Brenda, mi adorado tormento.

Durante mi estancia en la ciudad de México en el mes de febrero, La Brenda y yo nos encontramos, no había manera de eludirla porque ella sabe todos mis movimientos. Yo le había dicho que era probable que fuera a México a terminar de arreglar mis asuntos de la jubilación en el IMSS, asunto que a ella le preocupa sobremanera.

Estuvimo saliendo a divertirnos como es su costumbre. Ella vive para el gozo permanente y yo me convierto en su cómplice complaciente. Voy a donde me lleve la corriente, dicho esto sin ánimo de ofender a mi amada Brenda.

Lo único que no le acepté fue salir apresuradamente en su auto nuevo rumbo a Acapulco. "Negrito lindo, en tres horas estamos allá, ándale acepta, ¿qué te cuesta?

A mi No rotundo, no le quedó más remedio que aceptar mis condiciones de quedarnos en el distrito federal, descansando y haciendo el amor como conejos. Esa propuesta le encantó a La Brenda. Cada noche cenamos y bailamos en sitios distintos, esos lugares de moda y caros. Para mi gusto muy ruidosos y mareadores por las luces juguetonas.

Siempre tuvimos en la mesa el whisky que me gusta, el etiqueta negra, hielos, agua mineral; para ella su botella de un buen ron nicaraguense Flor de Caña, hielos y cocas a montón. Obviamente, ricas viandas y bocadillos exquisitos.

Bailamos hasta el cansancio, es decir pocas horas, porque aun no dejo del todo las muletas y me agota estar de pie sin ese apoyo tanto tiempo.

La Brenda siempre impacta a lss demás mujeres presentes en cualquier sitio donde nos apersonamos; ese metro ochenta de estatura, esa cabellera negra hasta la cintura, esos ojos verdes intensos y esa dentadura perfecta, no pasan desapercibidos a los ojos femeninos, ni a los masculinos tampoco.

Siempre que salgo con ella a este tipo de lugares exclusivos, me siento como un principe árabe acompañado de una odalisca preciosa. Ella es una reina siempre, y lo hace notar a la concurrencia con sus desplantes al bailar, desborda erotismo por todos los poros de su cuerpo. Cuando nos colocamos en el centro de la pista de baile, las demás parejas se detienen a observar a ese monumento de mujer moviéndose como una gran serpiente, ondulante, cachonda. Parece que ese es su máximo placer en la vida, impresionar a los demás, y luego morirse de la risa de ver las caras estupefactas de todos.

De los quince días que estuve en México, solamente pude dormir bien dos noches, las demás fueron de juerga infinita. Todo por no querer ir a Acapulco con ella.

La Brenda siempre vestida elegantemente, en ella todo combina, los accesorios, las joyas, la ropa y las mascadas de seda que usa en la garganta. Se maquilla a la perfección, en forma discreta. Esa es su profesión, representar a la casa francesa de esos productos cosméticos.

Em algunas ocasiones se unieron a nosotros las amigas de siempre: La Renata, La Vicky, La Montse, siempre en plan de ligar hombres maduros.

Me tocó dar el visto bueno a la nueva lencería que adquirió La Brenda en Nueva York, recientemente. Es un gusto lujurioso el de ella, por este tipo de prendas. A mi me encanta que me modele los trapos esos; siempre organiza ella una pasarela íntima en su casa, en la que soy el único espectador, y claro que aplaudo cada creación que ella porta con elegancia y sensualidad.

He vuelto a Guatemala y aun no me repongo de los desvelos con La Brenda.

Ya está preparando ella otro viaje a verme en Guatemala, quiere pasar Semana Santa en La Antigua, ya dispuso que eso quiere hacer a corto plazo y yo tiemblo de los nervios. Mis familiares no quiere saber nada de ella, la conocen y les desagrada bastante su presencia, las intimida demasiado La Brenda. Peor aun si saben que ella viene en plan de reconquistarme y llevarme con ella a México, eso no lo permitirían jamás, primero pasa por encima de sus cadáveres. Eso me han dicho mis adoradas hermanas.

Desde que van por mi al aeropuerto, al nomás bajar, viene la cantaleta de mis hermanas es la misma: "Mira que acabado vienes, que ojeras, que flaco, te malpasaste de hambre, seguro." "Viste a esa mujer, ¿verdad? En mi familia La Brenda se convirtió de pronto en la innombrable. Yo nunca cuento nada de mis aventuras con ella en México, si supieran...

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