sábado, 7 de mayo de 2011

Deja vu/ cuento corto.

Después de varias relaciones amorosas con mujeres de otras nacionalidades, siempre le ocurría que sentía que "eso" ya lo había vivido antes. Era el famoso Deja vu, la sensación de que esa experiencia había sido registrada en la memoria, lo cual le provocaba cierto sobrecogimiento extraño.

Solía referirse sarcásticamente a sus matrimonios pasados como: vivir el mismo infierno con distinto diablo. Todo era rutinario para él, las mismas frases en la conversación doméstica, las mismas actividades familiares, los mismos pleitos conyugales, y, para colmo, la misma postura para hacer el amor, la del misionero. Cero novedades. El aburrimiento era el mismo.

Por eso se largaban de vez en cuando a recorrer el mundo, con autorización de sus amantes. Quería comprobar que el problema de él era geográfico y no neurótico.

Le sucedía con relativa frecuencia, que conocía a mujeres que se dedicaban exactamente a lo mismo que su pareja en turno, o que se parecían físicamente a ella. El colmo fue cuando tropezó casualmente con una mujer en una estación de ferrocarril en Alemania; ella era mexicana y se llamaba de igual forma que su mujer actual, pero de forma invertida, eran las mismas cuatro letras pero dispuestas de otro modo. Eso fue demasiado tormento para él y decidió no volverla a buscar otra vez.

Las conclusiones obtenidas después de vivir en Europa, en tormentosos amasiatos con mujeres extranjeras, estudiantes del doctorado como él, fueron demoledoras.

Sin importar las lenguas nativas de sus amantes, proferían las mismas barbaridades cuando reclamaban airadamente algo, insultaban con saña inaudita, lloraban y gemían de forma idéntica. Lo único que variaba era la clase objetos que tiraban por encima de la cabeza de él. Y el siempre con su cara de inocente, se decía así mismo: "ésto yo ya lo viví"

Los estudios de posgrado de sus amantes no agregaban ningún valor a sus pleitos, era iguales a los de los obreros y sus esposas analfabetas. Pero él quería probar su dicho. Y se buscó una amante analfabeta, de cara bonita. Logró convertir esa relación en un verdadero infierno, tal como las situaciones anteriores. La bonita analfabeta resultó una fiera de brava, tan arrogante como todas, no había diferencia alguna.

Pero el deja vu que le sucedía a él, no era solamente con las personas sino también con los autos. Los automóviles de sus parejas siempre han sido, por coincidencia, unos auténticos cochineros. Son autos usados para transporte de materiales: piedras, flores, muebles, enseres diversos para ceremonias. Esos autos eran verdaderas bodegas ambulantes.

Por eso cuando él vuelve a casarse por la iglesia, han sido varias veces ya, cierra los ojos y dice: ésto, estoy seguro, que ya lo viví...Y ya sé cómo va a terminar...Ese es el verdadero deja vu.

1 comentario:

  1. Un excelente relato, como siempre. Tu inspiración que emerge de la realidad palpable y el toque literario y hasta cierto punto humorístico, es lo que le de la magia que me invita a seguir leyendo tus lineas. FELICIDADES

    ResponderEliminar