jueves, 5 de mayo de 2011

Osama está bien muerto.

Así que Osama está bien muerto
Abraham Nuncio


Mientras el presidente Barack Obama daba el notición de la muerte e inmediata desaparición en las profundidades del mar de Osama Bin Laden, el jefe de Al Qaeda y presunto responsable del ataque terrorista a las Torres Gemelas, yo veía el documental de Michael Moore Farenheit 09/11.

Moore se remonta a la elección de George W. Bush. En las horas críticas de esta elección, las cadenas informativas de gran peso en Estados Unidos (CBS News, CNN, Fox News y otras) difundían el triunfo del candidato demócrata Al Gore, incluso en Florida, bastión republicano toda vez que su gobernador era entonces Jeb Bush, hermano de George W. De repente una de ellas, Fox News (propiedad de Rupert Murdoch, a quien algunos quieren ver como el próximo candidato del Partido Republicano a la presidencia de Estados Unidos), hace saber que el triunfador es Bush. Y a renglón seguido lo declara sin más el nuevo presidente de esa nación. Fue el resultado de un trabajo en el que participaron John Ellis, primo de Bush y asesor de Fox News; la escrutadora, que era la directora de la campaña de George W., y la empresa Database Technologies, Inc. (rebautizada poco después ChoicePoint y dueña ahora del padrón electoral de los mexicanos), que eliminó de la lista, tan sólo en el condado de Duval, a 27 mil electores, de los cuales 16 mil eran de color, según la denuncia firmada por un grupo numeroso de diputados, denuncia que ningún senador quiso firmar. Por último, los amigos de Bush padre dan por legítima la elección del hijo en la Corte Suprema de Justicia.

En la presentación de Bush (son of a Bush, decían sus detractores), Moore difunde su hoja de servicios en la Guardia Nacional de Texas, de la cual hay dos versiones: la oficial, donde no aparece el nombre de uno de sus amigos, James R. Bath, administrador de las empresas de la familia de Osama Bin Laden, y la original, donde sí aparece. Otro dato curioso que nos aporta Farenheit 09/11: la familia del ahora oficialmente asesinado cabecilla de Al Qaeda, junto con sus allegados, fue la única a la cual se le permitió volar (142 individuos en total) fuera de Estados Unidos después del ataque a las Torres Gemelas. Todos los vuelos habían sido cancelados. Igualmente quedaron canceladas la denuncia y la percepción creciente de fraude electoral en beneficio de George W. Bush.

Se sabía que el jefe de los talibanes se escondía en Afganistán. Moore documenta que la fuerza de elite enviada por el ejército estadunidense para atrapar a Osama tardó dos meses en llegar a unas cuevas que le servían de madriguera. Sorpresa: ya no estaba cuando la milicia de asalto llegó por fin al lugar.

Los esfuerzos por saber del paradero del escurridizo Osama no parecieron cumplir con el elemental principio de los detectives noveles: cherchez la femme. Acaso por estar la frase en francés, ninguno de los miembros de su familia fue molestado; acaso, también, porque los más cercanos eran socios de la familia Bush en varias importantes empresas, entre otras el poderoso Carlyle Group. Pero esto, para los sagaces detectives e investigadores periodísticos de Estados Unidos, pudo haber tenido alguna relevancia si no hubiera sido por la guerra de ocupación que el gobierno de esta potencia determinó lanzar en contra de Irak, que nada tenía que ver con el ataque a las Torres Gemelas.


En Afganistán fueron lanzadas varias toneladas de bombas, pero el número de efectivos destacados para destruir a los talibanes y capturar a su jefe no era mayor al de los policías que cuidan Manhattan, según Richard A. Clarke, responsable de la oficina de antiterrorismo. El territorio afgano sirvió, empero, para establecer un corredor hacia los grandes yacimientos de gas del mar Caspio, donde el gigante energético Halliburton –también opera para Pemex– pudo dedicarse a incrementar sus utilidades. Lo mismo que hizo, junto con Enron, otro de los gigantes en ese giro conocido luego por su quiebra y por llevar a la ruina a miles de inversionistas menores, en los pródigos veneros de petróleo de Irak. Nada malo parecía haber en que Dick Cheney, amigo de los ex presidentes Bush y vicepresidente con George W., sea el propietario de Halliburton, ni en que Kenneth Lay, otro amigo de esa encumbrada familia, haya sido el presidente de Enron.

No pasó mucho tiempo antes de que el presidente en funciones, George W. Bush, pudiera declarar: “Los terroristas no son sólo un hombre (en referencia a Osama)… no le dedico mucho tiempo a ese asunto”. Tampoco le dedicaron ni él ni los congresistas mayor atención a la sangre de iraquíes ni la de muchachos estadunidenses, que no sabían qué guerra era aquella y se sentían mal por la muerte de inocentes y la de sus compañeros de armas. Moore pidió a varios de los diputados de su país que pusieran el ejemplo enviando a sus hijos a pelear en el frente de esa guerra, ya que sólo el hijo de uno de ellos se había alistado en las filas del ejército con tal propósito. Todos lo eludieron de manera tan ofensiva como patética. Ya George W. le había dicho: “Búscate un trabajo de verdad”.

El abrumador grueso de los estadunidenses no ven ni leen otros que los grandes medios (media docena) de su país. Así que no leerán las inquisitivas preguntas (una docena) sobre la extrañísima muerte de Osama Bin Laden de Ricardo Bajo publicadas por Le Monde Diplomatique, diario también de origen francés. Así como seguramente no leyeron hace casi 10 años La tremenda impostura, un libro de Thierry Meyssan –otro francés– que desmonta uno a uno los elementos del 09/11 en Nueva York y Washington para ofrecernos una lógica más creíble que la del informe oficial al que, por cierto, le arrancaron 28 páginas antes de hacerlo público.

¿Tendrán que pasar varios años antes de que Michael Moore, él sí oriundo de Estados Unidos, entregue al público los documentos sobre la verdadera condición –muerte y hundimiento, según la versión oficial– de Osama Bin Laden?

El filme de Moore concluye con un párrafo de George Orwell válido para todos: “No importa si la guerra es real o no. La victoria es imposible. La guerra no es para ganarla, sino para que sea permanente. Una sociedad jerarquizada sólo es posible si hay pobreza e ignorancia… (la guerra) sirve para mantener la estructura de la sociedad que tenemos”.

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