lunes, 22 de octubre de 2012

Un mazazo y un alivio

Un mazazo y un alivio

La nueva cifra del déficit de 2011 complica el objetivo de cumplimiento del Gobierno

La revisión por Eurostat de la cifra del déficit público español en 2011 constituye un duro mazazo, sobre todo psicológico y de imagen. Al situarse en el 9,4%, equipara exactamente el dato de España con el registrado por Grecia.
Es cierto que esta novedad encierra algún paliativo ante el inmediato futuro, si se desagrega su composición. En parte se debe a que se han contabilizado como déficit las ayudas otorgadas a las cajas / bancos nacionalizados, tras una larga discusión técnica. Con vistas al año próximo también ocurrirá algo parecido, al configurarse el rescate bancario europeo como deuda nacional adicional, pues de ella debe responder el Reino de España y no la UE, pero en principio solo deberían engrosar el déficit sus intereses. Otra parte del nuevo déficit se ocasionó por las facturas impagadas y no registradas (ya regularizadas), lo que en principio está descartado para este año.
En todo caso, la nueva cifra no aporta buenos augurios para el cumplimiento del déficit pactado con la UE para 2102 (del 6,3%), umbral que supondría reducirlo casi en un tercio, y ello en plena recesión. Y sin embargo, esta desagradable noticia coincide con alguna de mejor fuste, también en el ámbito de la lucha por el saneamiento de las finanzas públicas. Así, por ejemplo, las comunidades autónomas han resquebrajado el maleficio de su aura derrochadora, al haber recortado su gasto no financiero durante el primer semestre en casi un 8%, cuando se había previsto hacerlo en solo cuatro centésimas, para absorber una caída algo inferior de los ingresos recaudatorios. Aunque el último trimestre suele ser el peor en las finanzas de las comunidades, sería estúpido no destacar sus logros.
Claro está que se puede discutir el modo en que han contenido de momento el desequilibrio. El modo en que se han producido los recortes sanitarios y educativos —principales partidas del gasto autonómico— tiene un efecto más duro sobre los mismos sectores que pierden, mediante los ingresos directos, posiciones en la escala de bienestar. La simultánea reducción de poder adquisitivo salarial, y la caída de la riqueza de los hogares comparativamente con empresas y entidades financieras, ensancha la brecha de desigualdad, al tiempo que inhibe el consumo y complica una recuperación sólida de la demanda.
Frente a esa atonía, otros datos registrados en el tercer trimestre aparecen, si no como brotes verdes muy esperanzadores, al menos como alivio en la desesperanza. Son el mejor ritmo de la exportación de mercancías, la revitalización del turismo exterior y un menor tono funerario de ciertos nichos de consumo, por efecto de la anticipación del IVA.
Resulta pertinente ahondar en estos y otros elementos similares para debatir nuevas políticas orientadas al crecimiento de la economía productiva. Porque no solo de lucha contra el déficit y austeridad rampante se vive.

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