En el mundo occidental, y más en las sociedades posmodernas, se tiene la creencia que el amor es propio solamente de la juventud. Los jóvenes son los únicos que tienen derecho a enamorarse.
Esta es una falacia alimentada por los medios masivos de comunicación, que tiene alto impacto en sociedades urbanas industrializadas, y entre sus clases medias y altas.
Todo esto cabe dentro del marco teórico del "amor romántico", invento reciente de las sociedades occidentales.
La premisa falsa de la que parte el "amor romántico", es que las parejas tienen que "estar" muy enamoradas para poder constituir una pareja estable y hacer una familia. Esto es una mera ilusión que funciona en las novelas rosas y en las series de teledramones cotidianas.
¿Qué pasa cuando las parejas ya no se unen para formar una familia? ¿Ese es el único propósito de juntarse y hacer una vida en común?
La procreación cumple una función elemental en las comunidades humanas, desde las tribales hasta las "civilizadas". Pero qué sucede cuando los seres humanos han pasado de cierta edad, ya no son fértiles, y desean tener un compañero en la vida. Es posible que su grupo social sancione ésto como algo correcto o debido.
Por la experiencia empírica sobre las cuestiones del amor, la pareja y las relaciones, queda la sensación de que los mayores de cuarenta o cincuenta años, ya no tiene derecho ni posibilidades de volver a reestablecer una nueva pareja sentimental.
Entonces, qué pasa con los viudos, separados y divorciados, que suman millones en el mundo occidental, y que están condenados a seguir viviendo en soledad y alejarse de los demás por razones cronológicas.
Cuando una pareja mayor, adulta, madura, decide enamorarse otra vez, como cuando eran jóvenes veinteañeros, la sociedad se escandaliza demasiado: "el amor no es cosa de viejos".
Hay que observar en la vía pública, en los parques y jardines de las ciudades que habitamos, y también en los sitios como restaurantes, cines, etcétera, como una pareja adulta llama poderosamente la atención del entorno cuando se deciden a expresar sus sentimientos y deseos carnales enfrente de los demás. La reprobación social es tajante e inmediata.
La paradoja social es que el mundo, en general, ve con asombro como sus sociedades "envejecen", cada vez hay menos niños y jóvenes en relación con la población mayor. Entonces, los viejos tendrán que imponer sus leyes acerca del amor y sus derechos a la relación sentimental. Para allá vamos, todos.
Cuando yo salgo con mi pareja, una mujer mayor, y decido besarla en plena calle o en un parque concurrido, todos miran y censuran ese acto tan elemental de demostrarse cariño.
La mirada de todos lleva el siguiente mensaje: "eso déjenlo para los jóvenes".
El amor otoñal, ¿hay que esconderlo de la mirada social? NO, rotundamente. NO.
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