Crisantema y Magnolia son dos chiquillas procedentes del Departamento de San Marcos, de una aldea miserable ubicada en los límites fronterizos con México.
Crisantema y Magnolia tiene diecisiete y quince años respectivamente, son hablantes de Mam, un idioma procedente del gran tronco lingüístico Maya-Quiché. Entre ellas hablan su idioma todo el día, excepto cuando tienen que alternar conmigo, pero es evidente que aún siendo estudiantes del nivel secundaria, no dominan el idioma español.
Para dirigirse a mí, utilizan el vos, un tratamiento reservado para usarse entre amigos o entre familiares. Por ejemplo, la pregunta de ellas en las mañanas, es: “¿Vos Bolívar que querés desayunar?
Al escuchar esa peculiar forma de tratarme, por parte de Crisantema y Magnolia, mis hermanas les han llamado seriamente la atención, la reprimenda va en el sentido de que usen la forma de usted y anteponiendo el don a mi nombre: “¿Don Bolívar que desea usted desayunar?, sería lo apropiado según los usos y costumbres de la ciudad de Guatemala, entre sus habitantes de clase media y media alta, ya no digamos entre la clase alta, o burguesa.
Tanto Magnolia como Crisantema, visten de ordinario su traje regional, que en Guatemala se refieren a él como "típico", que consiste en un huipil bordado en torno al cuello de la blusa y un "corte y un refajo", una especie de falda larga entallada. El "corte" significa una tela de varios metros de longitud enrrollados en la parte baja del cuerpo, siempre de un color y diseños especiales de cada región indígena.
Observé que el huipil, que antiguamente usaban las mujeres indígenas guatemaltecas, siempre correspondía a su localidad de origen, hoy ya no, la costumbre varió sustancialmente. Tanto Magnolia como Crisantema, aunque proceden de una región fronteriza con México, han adoptado el huipil de una región alejada de su terruño, como es el huipil cobanero.
El huipil cobanero es de una tela blanca, bordada, casi transparente, no parece apto para la tierra fría donde habitan las familias de Magnolia y Crisantema, sin embargo la respuesta de ellas a esa interrogantes es que es un asunto de economía, ya que es más barato comprar el huipil cobanero, que bordar el huipil tradicional de su región.
Puedo afirmar que entre los grupos indígenas se vive una suerte de "globalización" en la vestimenta indígena femenina, algunas mujeres indígenas se han visto obligadas a ladinizarse en su vestido para poder traspasar la frontera cultural entre indígenas y ladinos, cuando emigran a las ciudades y buscan un empleo formal.
En los varones el abandono del traje indígena tradicional, salvo algunas poblaciones del occidente del país, como Nahualá, que conservan su vestimenta confeccionada con lana de sus propios borregos, la mayoría ya hace muchas décadas que adoptaron el pantalón y la camisa occidental. Eso si conservan el uso del sombrero de palma y, a veces, los caites de suela de llanta.
Los que me llama mayormente la atención en la vida cotidiana de Magnolia y Crisantema, es que ambas poseen un moderno teléfono celular, aparato que dominan con singular habilidad, y que les sirve para comunicarse en su propio idioma con las paisanas que trabajan como ellas en la capital y con sus familias de la aldea.
Magnolia y Crisantema vienen de una cultura premoderna, pero han tenido acceso a la tecnología moderna, de última generación en telefonía celular.
Y, para mi mayor sorpresa, recibo la agradable noticia, que Crisantema, cuando tiene tiempos libres que le deja su trabajo doméstico, se encierra en su cuarto para estudiar !Inglés¡. Crisantema es trilingüe: habla MAM, su lengua natal, español, la lengua del conquistador, e inglés, la lengua del imperio moderno.
Para mí ha sido un tremendo shock el volver a Guatemala, después de una ausencia de cuarenta y cinco años, y encontrar todavía resabios coloniales, como es la servidumbre humana, mal pagada y explotada en forma silenciosa.
Magnolia y Crisantema, amanecen cantando en Mam, en la puerta de mi habitación, esperando que don Bolívar ordene qué quiere desayunar.
Sigo pensando que en Guatemala la desgracia más grande que puede caer sobre un ser humano, es ser mujer, indígena y pobre.
Esto me lo recuerdan cada mañana cuando abro el ojo y veo a mis dos auxiliadoras, esperando pacientemente a ver qué se le ofrece al patrón.
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