Las tradiciones machistas persisten en cuanto a la iniciación sexual de los jóvenes varones. Este es el caso de José Juan, filósofo de prestigio en México, oriundo de Veracruz, y de su hijo único Arturo.
Desde hace mucho tiempo José Juan, comentaba con su esposa Diana, qué sería lo indicado para iniciar sexualmente al crío. Se plantearon la contratación de una sirvienta jovencita, con quien su niño tuviera sus primeras relaciones íntimas, así como fue la historia de José Juan en Veracruz, allá en años años ochentas. Eso era lo "normal", acostarse todas las noches con la joven sirvienta de la casa. Una especie de "derecho de pernada", como se estilaba en la época feudal, que consistía en que el señor feudal tenía relaciones sexuales con todas las doncellas de su feudo, antes de que se casaran.
Aquí, evidentemente, no se quería incurrir en el error histórico de hacer lo mismo que en el feudalismo.
El filósofo meditaba el asunto de cómo hacer para que su hijo Arturo tuviera un primer contacto sexual, seguro y divertido.
En primer lugar, optó por no decirle nada a su esposa Diana, sobre lo que pensaba planear con Arturito, para su cumpleaños número quince.
El día que Arturo, el crío de José Juan y Diana, celebró sus quince años, le cantaron "Las mañanitas" al amanecer, luego lo llevaron a desayunar al Sanborn´s de Madero, la Casa de Los Azulejos, y después lo condujeron a "Six Flags", el centro de diversiones más grande América latina, una especie de imitación burda de Disneylandia. Todo el día juntos, esa linda familia se hartó de tanta pegazón, y decidieron ya dejar por la paz al crío y pedirle que escogiera una actividad que a él le gustara hacer sin sus papás. Arturito dijo tajantemente, quiero ir al cine con mis amigos.
Josdé Juan fue a recoger a Arturito a la salida del cine en Perisur, y montó en el auto a todos los amiguitos de Arturito, y enfilaron rápidamente hacia la Colonia Roma, hasta llegar a las calles de Álvaro Obregón, donde se estacionó José Juan, justo frente a la casa residencial marcada con el número 459. La residencia era una vieja casona estilo francés, con un gran portón de madera y con las ventanas selladas por dentro.
José Juan pulsó el timbre y por el interfón le preguntaron la "clave", él la dijo en voz baja, y el enorme portón se abrió de par en par; entraron todos en fila india: José Juan y cuatro chiquillos quinceañeros.
Penetraron hasta una sala decorada con muebles estilo Luis XV, tapizados de terciopelo rojo y molduras doradas. Los chiquillos no atinaban a decir nada,solamente abrían desmesuradamente los ojos ante lo desconocido, las caritas eran de sorpresa. "¿Qué les había preparado el papá para celebrar a Arturito?"
Salió de pronto un mesero, elegantemente ataviado, con frac, y ofreció bebidas a los chicos, todos pidieron Coca Cola, y José Juan un brandy solo.
A la media hora de haber llegado y departir en esa sala enorme y elegante, Arturitop tuvo el arrojo de preguntarle a su padre:"¿Qué estamos haciendo aquí?"
No alcanzó José Juan a respónder, cuando de inmediato aparecieron cinco mujeres vestidas como coristas del viejo oeste, mallas negras caladas, tazones altos, escotes generosos, ropa interior roja con encajes negros, y cubriéndose el rostro un antifaz plateado.
Cada una de las distinguidas damitas se dirigieron a los chicos y los tomaron de la mano y los llevaron al interior de la casona; ellas muertas de la risa, ellos muertos de miedo.
Salió la Madame y habló con José Juan, acordaron los precios de las chicas por media hora de atención a los chicos. Ya todo había sido acordado telefónicamente entre la Madame y José Juan, toda iniciación sexual es más cara porque hay que instruir al chico de una manera pedagógica, y dice la Madame: "del susto ni se les para".
Hay que hacer mucha labor, "y mis muchachas están entrenadas en eso, ya verán que satisfechos van a quedar los chicos".
José Juan tomaba su trago y se divertía imaginando lo que ocurríria allá adentro en las habitaciones. De repente se escuchaban risas de ellas y grititos de ellos.
De golpe y porrazo, José Juan le había robado la inocencia a cuatro niños, de la peor manera, con las putas, como se hacía antes en Veracruz. Muy satisfecho José Juan, recibió a su hijo entre sus brazos y le dijo al oído: "ya eres un hombrecito", "No le digas nada a tu mamá".
Los cuatro chicos salieron mudos de esa casona y se treparon al carro de José Juan y a dejarlos después a cada quien en su casa.
Arturito todavía tiene verguenza de ver directamente a la cara de su madre. Se sonroja y se le hace un nudo en la garganta.
"Pero ya soy un hombrecito"...
Este machismo siempre me ha parecido abominable y mas aún para una primera vez. Hoy en día dudo que sea así porque el amor de muchachos es mas libre. Acá hay una familia muy adinerada que les traía a sus adolescentes y amigos, prostitutas investigadas, y preciosas de Colombia.
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