Mi adorado tormento, La Brenda, ya está por fin en Europa, fue invitada a un curso avanzado de mercadotecnia por parte de la empresa francesa de cosméticos que ella representa en América Latina.
La Brenda siempre viaja directamente de México a Paris, al Charles de Gaulle, va por Air France. Todo se lo paga su compañía y ella se deja consentir, se siente una princesa o una reina.
Lo que más le fascina a La Brenda de Paris, es ir de compras a los Champs Elisee, ahí se encuentran las boutiques más exclusivas de todo París. Ella viste con elegancia, tiene un sentido estético agudo, y todo lo que adquiere (ropa, zapatos y accesorios) es de un gusto exquisito. La lencería francesa se le hace divina, y a mi me parece que tiene razón cuando me modela esos trapos atrevidos.
Por más que le he insistido a La Brenda que visite los museos de París, ella se resiste y me da argumentos propios. Sobre El Louvre afirma tajantemente que lo único que vale la pena es ver la Mona Lisa, pero que ella no está dispuesta a hacer largas filas, entre turistas japoneses con cámara, lo demás le parece irrelevante, pero ya me envió fotos de ella frente a la pirámide de vidrio que está a la entrada de El Louvre, para demostrarme que si se acerca un poco a la cultura francesa.
Le pedí encarecidamente que visitara el pequeño museo de Los Impresionistas, pero igual se negó rotundamente, y me dijo: -" A mi los impresionistas no me impresionan". Le sugerí visitar el Museo del Hombre, una especie de Museo de Antropología, al estilo de México, y me respondió: "Para que voy a ver a los hombres prehistóricos, si en la calle están esos hombres maravillosos, que son guapísimos y accesibles para mi".
Le expliqué todo lo relacionado con La Torre Eiffel y la conminé a que ascendiera hasta el mástil de la armazón metálica. Pero La Brenda me dijo: "Para comer una baguette con chorizo hasta allá arriba, en las alturas, para que me den náuseas y vomite todo al bajar en ese elevador veloz, no gracias.".
Con La Brenda no hay modo de darle una barnizada de cultura general, por más que le insisto que París es la cuna de la cultura occidental, ella no da su brazo a torcer. En broma le dije que se diera una vuelta por la Sorbona, para que le contara a sus amigas mexicanas que ella estuvo en la Universidad más prestigiosa de Francia.
Total, ella es frívola pero encantadora y muy seductora. Quién se resiste a los encantos voluptuosos de esta hermosa y bella mujer mexicana, alta, de cabello negro hasta la espalda, ojos verdes y uno ochenta de estatura sin zapatos. Nadie.
Me doy por vencido, con ella no puedo seducirla por el lado cultural, le importa poco la cultura y sus alrededores. Eso si, ya tiene boletos de entrada a los más famosos cabarets de Montmart, El Follies, el Mouline Rouge, ella quiere gozar los bailes de las vedetes francesas en espectáculos para turistas gringos.
Tampoco tiene gustos refinados para la comida, le da igual comer barato que caro, en México es golosa con los tacos de costilla de res y al pastor, acompañados de una cerveza negra Modelo.
Me habla diario por teléfono para contarme sus aventuras, nunca para pedirme consejos o sugerencias de qué hacer con su tiempo libre.
Me da temor que haga locuras como las que suele inventarse en México, yo pienso que se puede desatar y emprender alguna de sus locuras favoritas.
Una locura es enamorarse de algún negro africano que abundan en las calles del centro de Paris, porque su devociónson los negros, por eso creo que está feliz conmigo, reuno las características que ella anhela en un hombre de color...
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