jueves, 26 de agosto de 2010

Mirada de lince.

Todas las personas en el mundo se parecen a un animal, eso afirmaba aquel viejo profesor de zoología que tuvo Manuel en la Facultad de Biología de la UNAM, esa frase contundente de su amado profesor lo ha perseguido toda la vida como si fuera un mantra budista.

Manuel, cuando escuchó en su clase de zoología comparada, que las personas tenían caras de animales, el de inmediato buscó el animal que más se identificara con él, con su rostro. Por eso encontró gran similitud entre él y el lince, ese felino que nada más habita en España, en condiciones de extinción como especie, y que algunos desean proteger de los depredadores humanos.

Pero Manuel, que en efecto tenía en su rostro rasgos felinos, aparte de sus ojos verdes y sus orejas puntiagudas y su bigotito ralo, sentía que su mirada era de lince, sin duda alguna.

No se le escapaba el más mínimo detalle de las personas, a las que observaba larga y detenidamente. Manuel se graduó con honores en la Facultad de Biología, pero no tuvo suerte en la cuestión del empleo en su profesión, lo único que pudo conseguir fue ser el encargado de producción en la fábrica de pan BIMBO, donde se dedicaba a catalogar las cientos de toneladas de huevo de desecho que esa empresa utiliza en la
elaboración de sus panes y galletas. Manuel, simplemente observaba con su mirada de lince, los cientos de cajas de huevo podrido que serían batidos minutos después en las enormes batidoras mecánicas.

Su encargo en BIMBO era simplemente vigilar que esas toneladas de huevo podrido no tuvieran un grado mayor de descomposición que afectara el producto final, era pues una destreza de vista y de olfato que Manuel desarrolló.

Pero al cumplir la faena diaria, Manuel se encaminaba de inmediato al restaurante VIP'S, que se localiza en las calles de Niza, en la Zona Rosa, donde le habían comentado sus compañeros de trabajo, se daban cita una gran cantidad de mujeres en búsqueda de aventuras amorosas, fugaces y sin compromisos. El chiste, le dijeron, es que debes fijarte bien quienes de ellas arden de deseo sexual, y eso lo puedes observar en su frente, y seguro te la llevas a la cama de inmediato.

La instrucción a Manuel, que era un biólogo muy tímido, que nunca había tenido contacto con mujeres, más que con su madre, era que "leyera" en la frente de todas las mujeres que llegan al VIP´S, esa visible letra "D" en la frente, letra que significa "D"isponible.

La mirada de lince de Manuel no le alcanzaba para leer esa dichosa letra "D", en ninguna frente de nadie. Por más que invertía algunos minutos en esa aguda observación, incluso se jalaba los ojos como japonés, para ver si así notaba mejor la famosa letra "D", no había modo. El se desesperaba porque se sentía un lince de verdad, aunque no viera nada "escrito" en las frentes de las mujeres, de lo que sus compañeros le dijeron.

Manuel iba todos los días al VIP´S de la calle de Niza, y se estaba largas horas en plena observación y consumiendo tantas tazas de café, que más tiempo se la pasaba en los sanitarios orinando lo que su vegija almacenaba, que en la barra del restaurante. Las meseras ya lo conocían de sobra, consumía sólo cafe y unos molletes, que son la cena de los estudiantes pobres.

A las once de la noche, después de permanecer cuatro horas sentado en la barra, haciendo observaciones de todas las mujeres que entraban al restaurante, sacaba el teléfono móvil para reportarse con su santa madre, y decirle con voz de hombre serio que estaba todavía trabajando en la planta de BIMBO.

Después de largos meses el lince que se creía Manuel, encontró su presa, su trofeo de caza.

Vio de lejos a una estupenda rubia, sentada con una amiga en una mesa cercana a la barra, donde solía Manuel instalar su puesto de observación de las frentes de todas las mujeres.

Ahora si vio claramente la "D" en la frente de la rubia, es más ella le sonreía todo el tiempo de manera abierta y provocativa, no cabía la menor duda esas miradas y esas sonrisas iban dirigidas para él. Al principio él dudaba, que la rubia lo mirara a él, pensaba que había alguien detrás que ateraía las miradas y sonrisas de la rubia despampanante. No. El era el sujeto de las miradas voluptuosas de la rubia enigmática, pero que si traía escrita la letra "D", ni duda cabía.

Manuel se puso nervioso y tuvo que hacer varias visitas al baño para tirar el miedo, en forma de orina, y se repetía: "Le gusto a la rubia, le gusto a la rubia". Cuando volvió a la barra, la rubia seguía ahí, pero sola, la amiga ya no estaba.

La rubia sin palabras se acercó a Manuel y le puso una mano en el hombro, y con disimulo le echó el aliento en su nuca, con una especie de jadero cachondo, situación que provocó en Manuel un cierto mareo y una leve erección. La rubia depositó amorosamente un papelito en la mano derecha de Manuel. Y le indicó la salida, con un gesto de su mano izquierda y su dedo índice señalando la puerta más cercana.

En el papelito estaba escrito el nombre de un hotel de paso que se localiza en la calle de Campeche en la colonia Roma, muy próxima a la Zona Rosa. Manuel se subió a su auto nuevo, y se lanzó gozoso al hotel indicado, tenía miedo pero muchas ganas de follar, nunca lo había hecho, era más bien un puñetero profesional.

Al llegar al hotel, el encargado le indicó a Manuel que la rubia estaba en la habitación 304 y que ya lo estaba esperando. Manuel subió despacio los treinta y cuatro escalones que separaban el primer piso del tercero, el corazón galopaba a toda velocidad.

Manuel no podía dar crédito a su atractivo sexual con las rubias, decía: "!Es que nunca me había sucedido algo así". Mientras escalaba rumbo al tercer piso y llegaba a la habitación donde la rubia esperaba, Manuel le habló a mami por el móvil y le indicó que le había tocado hacer guardia nocturna en la planta de BIMBO.

Llegó por fin a la puerta de la habitación 304, no tuvo ocasión de tocar, estaba entreabierta, él solo veía en la penumbra un bulto en la cama, cubierto con una sábana blanca, se adivinaban las curvas femeninas de la rubia, al poco tiempo de estar en la habitación pudo percibir los largos cabellos rubios sobre la almohada, eso lo tranquilizó mucho, sí era ella.

El pénsó, "ella no habla, se hace la interesante y eso me excita demasiado."

Manuel se desnudó por completo, y de nuevo fue al baño se moría de ganas de orinar, claro despues´de diez tazas de café, quién no. Regresó al cuarto oscuro, se metió dentro de las sábanas y comenzó como un verdadero felino a ronronear de placer, parecía un gato de Angora.

Acarició a la rubia en toda su geografía corporal, subió, bajó, descansó sobre ella, la besó en los labios tiernamente, ya sentía que la quería tanto que se le ocurrió pensar, en que lo mejor sería ofrecerle matrimonio a la mañana siguiente.

Despues de una noche tormentosa de Manuel con la rubia, ella se dedicó a realizarle varias felaciones estupendas que llevaron a la gloria a Manuel, varias veces.

Al amanecer, Manuel despertó sobresaltado, no podía creer que existiera tanta dicha en su corazón.

Al voltear hacia el sitio que la rubia ocupó toda la noche, Manuel encontró la peluca rubia sobre la almohada, y un vago olor a su perfume. Ella estaba en la ducha, cantando una cierta canción de Juan Gabriel, que a Manuel le gustaba mucho, "Querida".

Pero a Manuel dos cosas no le agradaron mucho. la primera es que su billetera había desaparecido con todo y sus tarjetas de crédito y la voz que salía del baño, tarareando "Queridaaaa", era una voz muy masculina, fuerte, recia, imponente...

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