En una de las plazas comerciales más elegantes de la ciudad de Guatemala, Oakland Mall, sucedió un espectáculo insólito: un desfile de cincuenta ciegos recorriendo los pasillos donde se encuentran las boutiques de moda.
Iban desfilando en fila india, de dos en dos, conversando animadamente.
Adelante y en la retaguardia iban personas videntes, funcionando como lazarillos de los ciegos.
Cuando vi recorrer a esa multitud de invidentes, no pude evitar pensar en la gran obra literaria de José Saramago: "Ensayo sobre la ceguera". Donde relata cuando en una ciudad todos quedan ciegos de súbito y empieza la lucha de los seres humanos por las mismas cosas que pelean siempre las personas.
En este caso, los ciegos, hombres y mujeres adultos todos, caminaban seguros de sí mismos y charlaban entre sí en forma muy animada.
El propósito del paseo era visitar una fuente de agua, que corre como una catarata desde una altura de 30 metros, dentro del centro comercial. Lo interesante es que esa cortina de agua es manipulada por una computadora, logrando efectuar figuras geométricas con el agua y hasta palabras cortas. Es una cosa nunca vista, el agua sujeta a diseños artísticos efímeros. Conforme desciende el agua en forma de una delgada cortina, va mostrando imágenes y palabras.
El grupo de ciegos fue colocado delante de la catarata artificial, y los videntes les iban diciendo en voz alta, lo que sus ojos veían en el agua; los ciegos se emocionaban bastante ante las descripciones vehementes de los videntes, una sonrisa aparecía en sus rostros y desaparecía al instante. Pero a sus cuerpos tensos solamente les llegaba una ligera brisa, que les dejaba en el rostro algunas débiles gotas de agua. Ellos reían a carcajadas, más por las sensaciones que les producía el agua en sus rostros y manos, que por las gráficas explicaciones de sus lazarillos.
Más tarde los encontré recorriendo la zona de comidas rápidas, donde se apretujan más de treinta pequeños restaurantes de cadenas estadunidenses, que despiden olores penetrantes de los platillos que ahí se expenden. Los ciegos fueron a deleitarse con los aromas de las viandas, que por sus altos precios no son accesibles para ellos.
No se sabe de quién fue la brillante idea de llevar a los ciegos a "ver" el centro comercial más sofisticado de la ciudad de Guatemala, donde todo, absolutamente todo, es para ver, más que para oir u oler.
En resumen, los ciegos fueron a sentir el agua en sus rostros y manos, sabiendo que esa agua tenía formas geométricas y palabras cortas.
!!Qué ilusión ¡¡
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