Hoy tomó posesión de la presidencia de la República de Colombia, Juan Manuel Santos, un miembro destacado de la rancia oligarquía colombiana. Un personaje ligado al presidente Alvaro Uribe, quien estuvo al frente del gobierno por ocho largos años, y ahí tuvo a su lado a Santos, su delfín.
Juan Manuel Santos es familiar de los principales oligarcas de su país, siempre ligado al poder político por tradición, hoy en el cambio de gobierno se vio al nuevo presidente despedirse de su primo ex-ministro del gobierno saliente.
La Casa Nariño, residencia oficial de "la familia presidencial", fue el marco de un dilatado "besamanos" de parte de los invitados extranjeros invitados a la toma de posesión, un acto protocolario añejo que recuerda a la vieja realeza europea.
En Colombia todo huele a viejo y decadente, por ejemplo lo es lo relativo a la presidencia de la república, ligada a la Iglesia y al Ejército, que son los aliados de siempre en el manejo del poder político y económico.
Por cierto el pueblo, quien votó mayoritariamente por Santos, no fue participe de este acto protocolario, quizás figure a lo lejos como una escenografía necesaria.
Los miembros del ejército colombiano, ataviados como soldados del siglo XIX, muy prusianos en sus galas, con sus bandas de guerra y con su filarmónica, además con su banda de gaiteros, fueron el marco tradicional para un acto como este.
Colombia, ha visto aumentar en la última década los índices de desempleo, inflación, pobreza y narcotráfico. Y el nuevo presidente, Santos, ha prometido acabar con esos flagelos sociales, promesas incumplidas, por cierto, por su antecesor y patrocinador.
Colombia, hoy, tiene problemas políticos con su vecina Venezuela y con Ecuador, pero tiene una papa caliente entre las manos: Las FARC, la guerrilla más antigua de América Latina, quien desea negociar con este nuevo gobierno.
Al tiempo veremos los resultados de las acciones del nuevo presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, el mejor representante de la oligarquía de su país.
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