En general, hacer cine en cualquier país, fuera de Estados Unidos y de India, es una ventura riesgosa dicho en términos monetarios. Es caro e incierto invertir en cine, cuando se carece de una industria cinematográfica en forma.
Quizá, Mexico y Brasil, sean los únicos que se pueden dar el lujo de contar con una industria importante en América Latina, dedicada al cine nacional. Con sus consabidas épocas de oro.
Pero Guatemala es una nación donde el cine es impensable e irrealizable, por donde lo quieran ver. Hay talentos en la producción de guiones cinematográficos, hay excelentes directores jóvenes, formados fuera del país necesariamente. Lo que no existe son personas que deseen producir, invertir, en una película o largo metraje. En otras palabras, no hay dinero para esos afanes artísticos que reclama el Séptimo Arte en Guatemala.
Por ello llama poderosamente la atención un jóven director de cine, formado en el Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC) de la ciudad de México, escuela oficial perteneciente al Consejo Para la Cultura y Las Artes (CONACULTA) del gobierno mexicano. Julio Hernández Cordón, es un director menor de cuarenta años, con varias películas en su haber.
Como es un director que se autodefine como "minimalista", los títulos de sus films llevan los sugestivos nombres de: Agua, Gasolina, Polvo y Marimbas del Infierno.
Gasolina causó revuelo en Guatemala por tocar temas de racismo, juventud sin rumbo, impunidad, diversión que linda en lo delincuencial, pero sobre todo por emplear un lenguaje altisonante sus actores (no profesionales). Sin embargo, Gasolina fue aplaudida y premiada en los Festivales de San Sebastían, España, en Argentina, Chile, Guatemala, México y Toronto.
Abrirse paso como director de cine, le ha costado a Julio Hernández Cordón recibir una fuerte crítica de parte de los espectadores de sus películas, de los críticos locales; aparte ha soportado una cantidad de improperios, amenazas, insultos y reclamos por retratar a una sociedad que no quiere verse reflejada en el espejo del cine. Lo más común es que le espeten en la cara: "Mirá vos, eso que dices en la película Gasolina es falso, nosotros no somos así".
Julio para poder emprender sus proyectos cinematográficos, acude a variadas formas de financiamiento, desde aportes de familiares, amigos, hasta subastas de obras de arte que donan los artístas locales al proyecto de Julio Hernández Cordón.
El buen cine, en cualquier latitud, se hace con talento pero también con recursos económicos suficientes, esa es la dupla para producir una película decente.
Julio es un necio, quiere hacer cine en Guatemala a como dé lugar, y lo está logrando con mucho éxito pese a las dificultades monumentales para conseguir fondos y las críticas viscerales de sus espectadores.
Ese es el precio por querer plasmar una mirada sobre una realidad o decir su propia narración en imágenes.
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