Julia vivía en una enorme residencia en el lujoso barrio de moda para la clase alta de Guatemala, allá por el kilómetro catorce de la carretera panamericana que conduce a El Salvador.
Julia gozaba de todas las comodidades para una chica de dieciocho años recién cumplidos, estaba inserta en una familia funcional, numerosa y cariñosa.
El sueño de Julia era poseer la tecnología más avanzada en el tópico de los móviles, por ejemplo, el día que salió a la venta el equipo más moderno de Iphone en Guatemala, ella estaba ahí desde temprana hora, junto a cientos de adolescentes de clase alta, que eufóricos gritaban exigiendo que abrieran las puertas del famoso Oakland-Mall de la exclusiva zona diez.
A las once de la mañana no quedaba un aparato más en la tienda de la Compañía Telefónica, se agotó como pan caliente.
Para que Julia pudiera tener el Iphone en sus manos, tuvo que pasar muchas cosas feas y desagradables, y poder conseguir el dinero, que en total eran unos quinientos dólares, y en Quetzales un mundo de dinero.
Cuando Heriberto supo que Julia moría por tener un Iphone del año, le empezó a coquetear sin disimulo, con el pretexto de que él podría ayudarle a conseguir esa fantástica cantidad de dinero que requería para adquirir lo último en telefonía.
"El trato es, mi pequeña reina, tú te acuestas conmigo, hacemos el amor, y yo te doy el dinero en cuotas, para que compres el Iphone." Dijo Heriberto, seductoramente.
Julia lo pensó detenidamente, "soy vírgen y nunca pensé vender mi hímen por un teléfono", razonó ella con enojo.
La fecha de la llegada de esos aparatos a Guatemala se acercaba, y Julia no terminaba por decidir el entregarse a Heriberto, sexualmente hablando. Heriberto no quitaba el dedo del renglón, insistía cada vez que se encontraban en algún sitio de la enorme mansión.
Julia solamente alcanzaba a musitar entre labios: "Hijo de puta, se va a salir con la suya".
Finalmente aceptó tener relaciones sexuales conHeriberto, "eso sí, sólo tres veces y ya", le puso ella como condición, y que la entrega del dinero fuera en dos pagos.
Heriberto se afanó por conseguir prestado el dinero de golpe y satisfacer la petición de Julia, cuando ya lo tuvo en sus manos, le dijo: "ahora sí, mi reina, vamos a amarnos como siempre me imaginé". Ella hizo una mueca de fastidio y de resignación, se introdujeron al cuarto de planchado y ahí mismo ocurrió el desfloramiento de Julia, entre llantos de ella y pujidos de ambos.
Ella exigió tener el dinero en sus manos antes de acostarse con Heriberto, él sin chistar mayor cosa puso el dinero sobre el burro de planchar.
Una vez ocurrido el hecho de cobrar por adelantado los favores sexuales, Julia salió muy contenta de poder ir a la mañana siguiente a comprar su ansiado aparato de telefonía de última generación.
Los días subsiguientes, Julia seguía como si nada haciendo sus labores domésticas en esa residencia de gente rica, y Heriberto se afanaba por tener limpio y en orden todos los automóviles de la familia, seguía su trabajo de chofer con dedicación, porque le tocaba llevar a las niñas del patrón a la escuela de monjas de la zona diez.
Todos se preguntaban en voz alta: "¿Julia de dónde sacaste el pisto (dinero) para comprar ese teléfono?.
Julia hasta la fecha guarda el secreto del dinero pero no oculta su satisfacción de consultar sus mails en ese dichos teléfono portátil...
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