miércoles, 23 de febrero de 2011

Gadafi se atrinchera en Trípoli.

El sabor de la libertad recuperada es intenso y contagioso y las ciudades del oeste de Libia también parecen querer experimentarlo. Hasta el martes, la revuelta solo llegaba hasta el este, a lugares como Bengasi y Tobruk, donde miles de personas han tomado el control. Sus compatriotas del oeste se les unieron ayer, según los testimonios de los que huyen de los enfrentamientos y se refugian en Túnez.

La revuelta libia mantiene el vigor pese a las amenazas pronunciadas el martes por Muamar el Gadafi, el dictador que dirige el país desde hace 42 años. En el oeste, donde se están produciendo fuertes combates, según testigos que llegan a la frontera con Túnez.

La situación de los partidarios de Gadafi es tan desesperada que 17 pilotos de la Fuerza Aérea de Libia han sido ejecutados en Trípoli tras negarse a bombardear barrios en poder de los rebeldes de la ciudad de Zauia, a 44 kilómetros de la capital, según fuentes libias relacionadas con el Ejército, informa Ignacio Cembrero.

El diario Quryna -perteneciente a un grupo mediático propiedad de un hijo de Gadafi- informa de que un avión militar se ha estrellado a las afueras de la ciudad, sin causar víctimas. El motivo: el piloto y el copiloto del aparato, un Sukoi 22, han saltado en paracaídas para evitar cumplir la orden de bombardear la ciudad.

Los informes de los refugiados que cruzan la frontera hacia Libia informan de que los combates son muy intensos tanto en las ciudades como en las carreteras. De confirmarse los informes, Gadafi prácticamente no controlaría más que el sur de Trípoli. Esos informes dicen que los 200 kilómetros que separan el puesto fronterizo de Ras el Adjir de Trípoli están llenos de retenes controlados por soldados libios, todavía seguidores del dictador. Sin embargo, en al menos tres ciudades de ese trayecto, Zuara, Zauiya y Sabratha, así como Musratha, más al este de la capital, los rebeldes han conseguido vencer.

Otras fuentes señalan que solo van camino de ello. Los rebeldes en esa zona entre la carretera que bordea la costa y las montañas son tres tribus que parecen haberse hecho con el control: nawayel, loregim y jewailed.

En cualquier caso, lo que parece claro es que la estrategia de dejar el este en manos de la revuelta y concentrar sus fuerzas en la parte occidental del país no está teniendo los resultados que esperaba Muamar el Gadafi, cada vez más arrinconado en la capital y cuya única fuerza son los soldados que aún le siguen y las milicias de mercenarios africanos, que han sembrado el pánico en Trípoli.

Todos los testimonios que llegan hasta la frontera desde allí les describen como hombres temibles armados que disparan y matan a todo aquel que encuentran a su paso. Ellos, según cuentan los refugiados, han convertido la capital del país en una ciudad fantasma.

El aeropuerto de Trípoli, según contó una pasajera a la agencia Associated Press, era ayer "asediado" por miles de personas que pretendían salir del país y se había convertido en un "caos total".

El número de muertos sigue siendo todavía una incógnita y oscila entre los 300 declarados por el régimen, los 1 mil considerados verosímiles por el ministro de Exteriores italiano, Franco Frattini, y los 10 mil que señala la cadena Al Arabiya.

En ese escenario, Gadafi se ha convertido en un hombre ensimismado por sus propios y largos discursos que pierde apoyos según pasan las horas. A las dimisiones de los ministros de Justicia y Emigración, se ha sumado la del ministro del Interior y antiguo compañero de armas, el general Abdulá Yunis, que anunció su adhesión a la denominada Revolución del 17 de Febrero, que reclama la salida del dictador.

El ministro pidió al Ejército que se sume a los manifestantes y respalde sus demandas "legítimas". El exministro de Justicia Mustafá Abud al Jeleil ha asegurado que tiene "pruebas" de que Gadafi ordenó el atentado de Lockerbie, en el que 270 personas fallecieron en 1988.

Las autoridades de Malta negaron ayer permiso de aterrizaje para un avión libio a bordo del cual supuestamente viajaba Aisha Gadafi, hija del dictador, según informó Al Yazira. Ella misma desmintió poco después en una televisión estatal libia que hubiera abandonado el país, informa France Presse.

"Perderá y tendrá que irse o morirá en Trípoli, pero nada podrá evitar que el pueblo acabe con él", dice en el puesto fronterizo de Ras el Adjir un libio que se envuelve con la antigua bandera tricolor del reino de Libia (1951-1969) en lugar de la actual, de color verde, adoptada en 1977. Esa bandera todavía se divisa desde Túnez al final de la frontera, en la parte libia y todavía inaccesible.

El puesto fronterizo es el punto de encuentro de periodistas, ONG y ciudadanos tunecinos que se acercan a ver la llegada de los refugiados, unos 10 mil en los dos últimos días, la mayoría tunecinos o de otras nacionalidades que trabajaban en Libia.

A medida que iban pasando, cargados de maletas y bolsas de plástico, los tunecinos les recibían con algunos gritos utilizados en las protestas que acabaron hace más de un mes con la huida del dictador de Túnez, Ben Ali. "Dégage, dégage... [lárgate]. Lo gritamos entonces contra él y lo dijeron también los egipcios con Mubarak. Es el momento de los libios", comenta un habitante de la ciudad tunecina de Ben Gardan, a 35 kilómetros de la frontera, que se había desplazado hasta la aduana para dar la bienvenida a los refugiados.

Algunos de ellos mostraban pruebas de las medidas que el régimen está aplicando a los extranjeros. Un joven se quitó la camiseta delante de los periodistas y enseñó la espalda llena de marcas de haber recibido palos hasta la extenuación. "Soy tunecino y la policía de allí nos odia porque conseguimos lo que queríamos en Túnez, echar al dictador. Eso nos convierte en objetivo", explicaba.

Las informaciones que proceden de todo el país siguen sin estar confirmadas, pero poco a poco las imágenes van llegando, pese a los esfuerzos del régimen por desconectar a los libios, ya sea confiscando tarjetas de móvil o impidiendo el uso de Internet. La revolución libia se parece a la vivida por tunecinos y egipcios. La marea de informaciones desde las redes sociales o el portal de vídeos Youtube es imparable.

El Gobierno libio ha respondido con nuevas amenazas, señalando que una de las regiones orientales está bajo control de Al Qaeda y que los reporteros internacionales que han cruzado la frontera son considerados "colaboradores de Al Qaeda".

El régimen, como hizo Gadafi en su discurso, sigue vinculando las revueltas con supuestos elementos terroristas para intentar legitimar así el desmedido uso de la fuerza que ha empleado en la represión. Mientras, la presión internacional sigue en aumento. Bruselas ha encargado ya una lista de posibles sanciones, una medida que también está estudiando Washington.

Peor en Bengasi, la segunda ciudad del país y principal bastión de la protesta, los manifestantes ya han tomado por completo el poder, según han podido comprobar reporteros de Reuters. Miles de personas ocupan las calles de esta localidad, situada 1.200 kilómetros al este de la capital, Trípoli, y festejan el fin del poder de Gadafi. La situación es similar a la del resto de ciudades. Testigos y periodistas que han logrado entrar en el país por Egipto confirman que la ciudad fronteriza de Musaid está también en manos de los manifestantes.

Lo mismo pasa, avanzando 150 kilómetros hacia el oeste, en Tobruk, un puerto estratégico en el distrito más próximo a Egipto. Los militares decidieron apoyar allí las protestas y este miércoles, por primera vez, se han podido ver imágenes en directo de una manifestación anti-Gadafi porque han entrado televisiones internacionales.

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