domingo, 6 de febrero de 2011

Odio a los hombres.

Recientemente, la noticia de un trato de favor a cambio de favores sexuales en la prisión de Versalles, y la destitución fulminante de su director, Florent Gonçalves, llenó las páginas de sucesos de los periódicos franceses y los programas más escabrosos de televisión. No tanto por Gonçalves, de 41 años, un funcionario del que no se sabía nada, sino por la mujer con fama de fatal que le sedujo para procurarse una vida más agradable en la cárcel: Yalda A., de 22 años, una de los componentes de una banda de delincuentes cuyo juicio, en abril de 2009, estremeció a Francia.

Yalda sedujo a un joven rehén judío asesinado de forma salvaje por la banda
Capitaneados por un siniestro líder llamado Youssouf Fofana, el grupo, bautizado como el Clan de los Bárbaros, secuestró en febrero de 2006 durante 24 días al joven judío Ilan Halimi. Lo mantuvieron atado y recubierto de cinta aislante como una momia en un sótano de un bloque de pisos de la periferia parisiense, alimentándolo a base de zumos que bebía con una pajita, tumbado en un colchón sucio y obligándole a orinar en una botella.

Después, el mismo Fofana, condenado a cadena perpetua, se lo llevó a un bosque en el maletero de su coche, le degolló de tres cuchilladas, le roció el cuerpo con gasolina, le prendió fuego y arrojó su cuerpo agonizante a un terraplén cerca de una vía del tren en Sainte-Geniviève-des-Bois (Essonne).

De los 23 miembros de la banda, todos juzgados y condenados, había una adolescente, bella, inestable, con tendencias suicidas, según los psicólogos que la examinaron, que actuó de cebo con una eficacia irresistible. Yalda entró un miércoles en la tienda de teléfonos móviles donde trabajaba la víctima. Coqueteó con él y le pidió su número de teléfono.

El viernes le llamó, fijó con él una cita y se lo puso en bandeja a sus compañeros secuestradores. La chica declaró a la policía que en el momento en el que raptaron al joven, este "chillaba con voz de niña". Fue condenada a nueve años y olvidada. Hasta ahora.

En otoño del año pasado, dos internas de la cárcel de Versalles remitieron escritos a la inspección de prisiones francesa en los que denunciaban un supuesto trato de favor por parte del director hacia algunas reclusas. Un equipo de inspectores se desplazó a la prisión sospechosa y tras cuatro días llegó a una conclusión inamovible. Yalda, la antigua gancho del Clan de los Bárbaros disfrutaba de un régimen carcelario mucho más llevadero que el de otras: más dinero, más llamadas de teléfono, regalos...

Los testimonios de otras presas pronto les dieron la clave. A Yalda la conocían como la directora, esto es, como la favorita del máximo responsable de la cárcel, como su protegida. Un testigo la describe como manipuladora, de grandes pechos, morena, dada a pasarse la mañana arreglándose a fin de seducir después a los carceleros o a las presas. Los inspectores comprobaron que Yalda pasaba tardes enteras en el despacho de Gonçalves, que tenía acceso a tarjetas telefónicas, a los mejores trabajos, a un régimen de horarios mucho más relajado que el de las demás.

El director de la prisión, suspendido de empleo y sueldo mientras se aclara el asunto y se termina la investigación judicial, precisó en un primer momento que Yalda visitaba su despacho porque era la encargada de la limpieza de su cuarto. Luego, este hombre con fama hasta entonces de estricto, rigorista, que comenzó como vigilante, con compañera sentimental y una hija, se derrumbó y confesó a los inspectores que se había enamorado de la chica y que tenía pensado vivir con ella.

Nadie sabe por ahora si dice la verdad o si solo trata de maquillar su comportamiento ante un probable juicio. A Yalda también la acusan de haberse servido de otro vigilante para procurarse ventajas carcelarias. Su abogado lo niega y recuerda su condición de víctima.

Ella también se enfrenta a un agravamiento de su condena. ¿Cómo es en realidad? Durante el juicio del Clan de los Bárbaros, Yalda mostró dos rostros no demasiado contradictorios: uno era el de la adolescente insegura, influenciable, con secuelas psicológicas producto de una violación nunca confirmada del todo; el otro, el de una seductora infalible inmune a los remordimientos. Según Le Parisien, confesó a uno de los psiquiatras que le atendió entonces: "odio a los chicos; me gusta tener el poder sobre los hombres".

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