martes, 22 de febrero de 2011

Salir a comer con niños.

Protagonistas: veinte personas a una mesa, cinco parejas y 10 niños con edades entre los 16 meses y los ocho años. Lugar: restaurante de los de verdad (ni Vips ni pizzería ni cadena rápida), con su maître, sus manteles y servilletas de tela, copas de muchos tamaños, precio más bien carete.

Pese a este escenario con todas las papeletas para el desastre que viví el domingo, la cosa no fue mal. La clave: un local que aunque a priori no parezca el ideal para salir a comer con críos, es lo que los anglosajones llaman baby friendly, literalmente, amistoso con los niños. ¿En qué se traduce? Este en concreto no es de los que tienen una animadora o payasos que se lleven a los pequeños en la sobremesa, que empieza a haberlos, por lo menos en Madrid.

Simplemente, se nota que están acostumbrados a las familias, y piensan en ellas a la hora de algunos detalles: tiene tronas suficientes, cambiador en el baño (¿tan difícil o caro es de poner?), una zona infantil fuera vallada con un tobogán de esos grandes y un poco de espacio libre donde correr o jugar a la pelota. Y una terraza que, de haber hecho más calor, hubiera sido ideal, pues hubiera permitido vigilar a los niños sin siquiera levantarse.

Como en España no existe, que yo sepa, una guía como la que acaban de publicar en Reino Unido con un millar de restaurantes baby friendly en todo el país, y los listados que circulan en Internet reúnen bastante pocos (puede que simplemente haya pocos restaurantes de este tipo aquí), os invito a compartir en los comentarios los locales que conozcáis que se puedan considerar amistosos con los niños, y a que nos contéis sus características, así como trucos que uséis para salir a comer sin acabar como el rosario de la aurora.

Yo comienzo con el Mesón de Fuencarral (Ctra. de Colmenar, km. 14,5), que es como se llama el sitio al que fuimos el domingo. Aparte de lo que ya he contado, no tiene un menú infantil tipo macarrones con tomate y nuggets de pollo, por lo menos que yo viera; en la web anuncian uno, pero en realidad son platos de mayores de los que suelen gustar a los pequeños.

Nosotros pedimos comida de la carta, basada en la cocina castellana, de la que no falla: sopa de fideos, croquetas, huevos fritos con patatas y chistorra... Lo bueno es que no te ponían caras raras al pedir en completo desorden, primero para que los niños fueran comiendo, y luego media hora después para los adultos. O ante el continuo trasiego de padres y niños entrando y saliendo al parque (con buen criterio nos pusieron al lado de la puerta).

Por supuesto, aparte de que haya entretenimientos para los niños, también contribuye a que no haya desastres ni molestias para los demás comensales la actitud de los padres. La presencia de niños en bares y restaurantes ha causado polémica en algunos lugares. Así, en septiembre pasado, el restaurante Olde Salty, en Carolina Beach (EE UU), logró cobertura de la prensa de todo el país y con ello, publicidad gratuita, cuando puso un cartel en la puerta que decía “Screaming Children Will Not Be Tolerated” ("No se tolerará a niños que gritan").

Según la propietaria, no se veta la entrada de niños, sino que se invita a los padres a sacarlos del restaurante si arman demasiado jaleo. Algo de sentido común y que nosotros hacemos en cuanto David (tres años y cuatro meses) y Natalia (22 meses) empiezan a ponerse revoltosos, sin necesidad de que nos llamen la atención. Supongo que el problema es delimitar el límite de lo que se considera un ruido excesivo.

También es llamativo que en cuanto se debate sobre la prohibición de fumar en los locales cerrados, salgan fumadores en tromba defendiendo su derecho mediante el ataque a otro sector que consideran igual de molesto: el de los niños. O que algunos adultos se quejen del jaleo que arman los críos, pero parezcan inmunes a otros adultos mucho más gritones. El caso es que, con frecuencia, parece que las familias con niños pequeños no son bien recibidas -quizás por personas sin hijos, o precisamente, con hijos que quieran descansar de ellos durante unas horas- en bares y restaurantes, como ilustra este reportaje en BBC News Magazine titulado Niños en restaurantes - un campo de batalla social.

En realidad, depende de a lo que aspiren los padres. Mi compañera de blog Ana Pantaleoni me cuenta que le gusta llevar a sus dos críos a todo tipo de restaurantes, y que de hecho, están acostumbrados y se pirran por el sushi. Es, de hecho, según algunos expertos, una buena forma de que los niños sean menos tiquismiquis con la comida.

Pero, para muchos otros padres, los nervios ante la posibilidad de que los niños molesten, rompan algo, no quieran comer, suelen provocar comidas y sobremesas interruptus, cuando no disuadirlos directamente de salir o condenar a la familia al McDonald´s durante unos años.

Cuando David era un bebé-bebé, salimos a cenar varias veces con él. Yo, madre primeriza e ingenua, pensaba "pues no es tan difícil tener hijos y seguir teniendo algo de vida social". Simplemente, aparcar el carrito con él dormido, si se despertaba darle un poco de teta en la misma mesa, y otra vez a dormir. Gran error. En cuanto empezó a incorporarse y a querer curiosearlo todo, se acabó la tranquilidad. Ahora con dos, y de los inquietos, de los que no se quedan pintando o leyendo un libro, preferimos dejar algunos sitios reservados para adultos, para disfrutar de una cena tranquila de vez en cuando.

¿Qué pasa si me toca al lado una familia?, preguntaréis algunos. Pues mientras actúen con sentido común e intenten que sus niños no sean unos salvajes, no me molesta que se rían, lloren o jueguen, al fin y al cabo son niños. Simplemente con no tener que levantarme yo cada dos por tres ya lo considero una cena tranquila. Y también permite unas sonrisas cómplices y de alivio algo malvado...

Pero tampoco vamos a recluir a nuestros pequeños en las clásicas cadenas de comida rápida o dejarlos en casa hasta que tengan 20 años, porque a comer fuera también se aprende así, comiendo fuera. Por eso, seguimos buscando restaurantes que nos gusten y que también les gusten a los niños para pasar un día divertido. Eduardo echa de menos en Madrid las ventas andaluzas, con comida a precios asequibles y columpios. ¿Conocéis algo así?

1 comentario:

  1. La crianza de los niños ha cambiado con los años y con los siglos, especialmente la tolerancia. Los padres solían ser autoritarios y la disciplina hacia los niños era militar. Luego, los americanos, con el Dr Spock, relajaron todos los límites, que cincuenta años después lo tuvieron que lamentar y dar marcha atrás. Ahora, es un poco de tolerancia con disciplina, inclusive dar unas nalgadas, aunque la ley en Estados Unidos puede quitar a los hijos a un padre por violencia intrafamiliar. En fin, el mundo anda loco.

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