Con luminosa sonrisa, saco, camisa y pantalón negros, Joan Manuel Serrat construyó la pasada noche airosa del viernes un surco entre la cabrona poesía de Miguel Hernández y un puñado de sus canciones de siempre, en el Auditorio Nacional, dentro de su gira Hijo de la luz y de la sombra.
Surco con varias bifurcaciones, interpelaciones de ida y de vuelta, coqueteos escénicos, introducciones, declamaciones, historia, regalos, luces y ramos de flores. Pero sobre todo ovaciones de pie para el artista.
Habían pasado 12 minutos después de la hora pactada para la nueva cita y escuchar la nueva propuesta poético/musical de Serrat, cuando las primeras muestras de impaciencia se dejaron escuchar entre el público que colmó el recinto de Paseo de la Reforma.
La sequía sin escuchar a Serrat había tardado unos cuantos años, pero la sed insaciable del respetable parecía de décadas. Por fin a las 20:43 la violinista Martha Roca, el guitarrista Israel Sandoval, el bajista Daniel Caselles, el baterista Vicente Clemente, en los teclados Ricardo Merallas y Josep Mas Kitflus en la dirección artística ocuparon sus posiciones y la voz de Serrat abrió el fuego recitando
El viernes Joan Manuel Serrat deleitó a su público en el Auditorio Nacional Foto María Luisa Severianotras bambalinas Llegó con tres heridas: Llegó con tres heridas: la del amor,/la de la muerte,/ la de la vida./ Con tres heridas viene:/ la de la vida,/la del amor,/la de la muerte./Con tres heridas yo:/la de la vida,/la de la muerte,/la del amor.
Serrat dio la bienvenida a su irreductible público: “Buenas noches, iniciamos el concierto con la propuesta de Hijo de la luz y de la sombra, con un mano a mano de poemas de Miguel Hernández, muerto en las cárceles franquistas, celebrando el centenario de su nacimiento. Buenas noches a todos”.
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