Ver a las masas tunecinas en la avenida Habib Burguiba, la célebre calle que latía como una vena tensa, ha sido una de las cosas más soberbias que he visto en mis 40 años de vida". Como otros muchos escritores e intelectuales árabes, el novelista Hisham Matar se alegró del éxito de la revolución tunecina y ahora está pendiente del desenlace de la egipcia.
"La represión es mayor y el régimen es impermeable a la influencia exterior"
Pero junto con las razones generales que le incitaron a celebrarlo, Matar, de origen libio, tiene motivos muy personales para regocijarse. Este escritor libio nacido en Nueva York -su padre formaba parte de la Misión de Libia ante la ONU- perdió a su progenitor que se había convertido en un opositor al régimen del coronel Muammar el Gaddafi. Fue secuestrado en 1990 en El Cairo, su lugar de exilio, por agentes de los servicios secretos egipcios.
Dos años después de esa desaparición, la familia recibió una carta del padre sacada a hurtadillas de la prisión libia de Abu Salim en la que relataba su apresamiento, su entrega a los agentes libios, su traslado a Trípoli, la celda de la que no pudo salir durante meses y, con sentido del humor, describía a los insectos.
Matar sabe también que su padre fue torturado, que fue privado de sueño durante meses "mediante un altavoz colocado en medio de su celda que desde las seis de la mañana hasta las doce de la noche difundía a todo volumen interminables discursos de Gaddafi".
Más tarde llegó una cinta grabada con la voz de su padre y desde entonces, desde hace 16 años, nada. Silencio. ¿Estará vivo, estará muerto? "No lo sé", responde el escritor al teléfono desde Londres, su lugar de residencia. "Vivir con esta incertidumbre es muy difícil", explica.
Escrita en inglés su primera gran novela Solo en el mundo (Salamandra, Barcelona 2007 y Al País dels homes, RBA, Barcelona 2007) es, en buena medida, autobiográfica. Su obra estuvo entre los finalistas del Mann Booker Prize, el principal premio literario británico.
En ella narra la vida que llevó de niño en Trípoli. El protagonista es hijo de un padre culto y demócrata que conspira contra el régimen de Gaddafi y es detenido y torturado junto con sus compañeros de clandestinidad.
La probable caída del régimen egipcio abrirá nuevas posibilidades de investigación a Matar sobre la suerte de su progenitor. "Allí, en Egipto, la gente está ahora convencida de que es más fuerte que el Estado", comenta el novelista. "No pensaba que iba a ser tan fácil", añade, poner el régimen de Hosni Mubarak en tales aprietos.
Esa facilidad con la que primero el tunecino Ben Ali fue derrocado y ahora parece tocarle el tuno a Mubarak "no es trasladable a Libia", asegura Matar. "Los libios también tenemos mucha hambre de libertad", recalca, "pero en mi país hay más miedo que en sus vecinos".
¿Pero ya hubo protestas, a mediados de enero, sobre todo en Bengazi? "Hay más miedo", prosigue imperturbable Matar, "porque la represión es mayor y porque el régimen es impermeable a la influencia extranjera". "Desde EE UU o desde Europa no se pueden parar sus barbaridades". Aún así, algunos jóvenes han convocado, a través de Facebook, una protesta el 17 de febrero.
No son esas las únicas razones por las que el cambio, si llega, será más arduo. "En Túnez había una Administración de Estado ilustrada, inspirada de la francesa, y una sociedad civil reprimida, pero que luchaba", recuerda. "En Libia no hay nada de eso", se lamenta.
"En Libia el régimen ha penetrado hasta los últimos resquicios de la sociedad civil impidiendo su desarrollo", señala. "Hay comités revolucionarios que vigilan y delatan en cualquier institución, organización, barrio".
"El régimen de Gaddafi carece de ideología, de convicciones y su único objetivo es mantenerse en el poder" y esa puede ser una razón adicional para su supervivencia.
"En los años setenta quería emular a Cuba y en la pasada década a Dubái". "Hace 30 años su gran enemigo era Estados Unidos y desde hace diez es un país del que intenta hacerse amigo". "¡Qué bandazos!", ironiza Matar.
"Y lo peor de todo es que como en Libia no hay opinión pública, como la sociedad civil ha sido diezmada, el régimen no considera necesario explicar a nadie esos bruscos cambios de política", constata Matar. "Por eso no confío demasiado en que los vientos de cambio que soplan ahora alcancen a Libia".
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