sábado, 30 de marzo de 2013

Low cost.

El ‘boom’ del alojamiento ‘low cost’

En los últimos cuatro años se ha duplicado el número de albergues en Barcelona

Grandes cadenas internacionales desembarcan en la ciudad

El alberge Centric Point, en el paseo de Gràcia. / Consuelo bautista

El fenómeno low cost se extiende por Barcelona. Desde el aeropuerto, donde las compañías de bajo coste son mayoría, hasta los alojamientos turísticos de la capital. El boom hotelero de años atrás ha sido sustituido en los últimos años por el auge de los albergues de última generación, un modelo que poco tiene que ver con el que ayudó a muchos viajeros de hace dos generaciones a recorrer Europa o América del Norte. Han cambiado tanto las cosas que hoteles y los denominados hostels comparten zonas que tiempo atrás estaban más compartimentadas por tipo de establecimiento. Solo así se entiende que un albergue como el Centric compita desde hace siete años en el paseo de Gràcia con un elenco de los hoteles más lujosos de Barcelona y a un precio que puede ser una décima parte de un clásico como el Majestic, que está apenas a unos 300 metros de distancia.

“Han reventado los precios”

PAUL ROBINSON | Albergue Ítaca
“No sabemos qué es peor: si los albergues ilegales o las grandes multinacionales que han desembarcado en Barcelona”. Así resume Paul Robinson la situación del sector. Desde 2001 —cuando el Albergue Ítaca abrió sus puertas en el Barri Gòtic— a hoy en día han cambiado muchas cosas en el negocio. La dura competencia de fincas enteras convertidas en alojamiento barato o los pisos que ejercen de manera pirata la actividad han terminado por reventar los precios. “12 euros es es límite. Si lo bajas más te viene gente que no es turista”, cuenta Nuria Feliu, otra de las dueñas del albergue.
La crisis, en teoría, había ayudado a este tipo de oferta. “La gente quería un sitio económico, donde cocinar y sin sobrecostes”, explica Feliu. Pero empresas y particulares vieron un gran filón. “Ahora, cualquiera pone cuatro camas en su piso, se anuncia por Internet y monta un hostal pirata. Esto es casi imposible de controlar”, agregan los empresarios.
La estrategia para soportar este embiste ha sido ofrecer más servicios por el mismo precio y publicitarse como un sitio, con 26 camas, para “gente que ha rodado bastante, que ya sabe lo que busca y con más de veintitantos años”, agregan. “Antes hacíamos pagar el desayuno y dábamos cruasanes recién horneados. Ahora, está incluido en la tarifa, pero es solo café, tostadas y mermelada. También tenemos que ofrecer internet gratis”, agrega Feliu.
La eclosión de los albergues tiene que ver con la de la Barcelona turística. En los últimos cuatro años se ha duplicado la cifra y se prevé que en cuestión de tres años se haya duplicado el número de camas ofertadas, hasta aproximarse a las 6.000. Ha contribuido a ello la incursión de cadenas extranjeras y sus macroinstalaciones. La británica Saint Christopher’s es uno de esos exponentes, al que se sumará en breve Generator, una cadena que abrirá un establecimiento con capacidad para más de 600 personas.
“El cliente de los albergues ha cambiado, ha pasado del concepto backpacker (mochilero) al de flashpacker, un gran usuario de tecnologías que necesita un wifi potente y que pide un establecimiento bien céntrico y que disponga de unos servicios comunes para compartir”, explica Bruno Hallé, de la consultora Magma TRI. Los nuevos albergues han ido sustituyendo con el tiempo lo que hace años se conocía como un albergue juvenil. Ha sido una transición paralela al envejecimiento de sus antiguos usuarios, que ahora siguen viajando, acompañados muchas veces de su familia, y comparten espacio con las nuevas generaciones de mochileros. “Son gente que hace 10 o 15 años que viajan por el mundo alojándose en albergues y que ahora continúan haciéndolo porque lo que les interesa es básicamente la habitación para dormir”, explica Clara Puig, la responsable de expansión de Equity Point, la cadena catalana propietaria del Centric de paseo de Gràcia y de nueve albergues más por todo el mundo.
Si bien los huéspedes de entre 18 y 30 años continúan formando el grueso de la clientela, la media de edad se ha desplazado hacia arriba. El modelo ha cambiado tanto que los nuevos albergues no se han limitado a los grandes espacios con múltiples habitaciones.
Se pueden encontrar también dormitorios con dos o cuatro camas idóneos para familias. “Son personas de clase medio-alta, universitarias, que viajan por un largo periodo de tiempo y que prefieren gastar el dinero en experiencias que en alojamiento”, resume Clara Puig, de Equity Point. Según las encuestas elaboradas por la cadena de albergues, cada uno de ellos se deja en la ciudad entre 60 y 90 euros diarios, más allá del alojamiento. En el caso de los hoteles, solo los ciudadanos españoles no se han acostumbrado todavía a este segmento de alojamiento y siguen apostando por estancias en hoteles.
“Por cada cama legal hay una o dos que son ilegales”, señala Carles Gras, presidentede Acatur
“Hay inversores que han apostado por incluir oferta de piscina y sauna en sus albergues, un servicio que a los clientes no les interesa, por lo que pueden peligrar”, señala Toni Subías, propietario de la cadena Hostel One. Uno de sus establecimientos, ubicado en Barcelona, ha sido considerado el mejor del mundo según la valoración de los usuarios del buscador Hostelworld.
El negocio de los albergues está en el control de los gastos. Mientras que en los hoteles el 35% de los ingresos lo absorbe la plantilla, en el caso de los albergues ese porcentaje se reduce al 20%. Y el resto de las cuentas sale tras conseguir llenar las habitaciones. “Un fin de semana de junio, podemos cobrar 28 euros por persona en una habitación para 12 personas”, explica Puig. Eso representa ingresar 336 euros por habitación si se pone la etiqueta del completo. “Es un ratio muy similar al de un hotel de tres o cuatro estrellas en una zona similar, pero con unos servicios inferiores y, por tanto, unos costes menores”, concluye.
“El cliente de los albergues ha cambiado, ha pasado del concepto backpacker  al de flashpacker, un gran usuario de tecnologías", explica Bruno Hallé, de Magma TRI.
Pero no todo el monte es orégano. La irrupción de nuevos establecimientos ha provocado una fuerte guerra de precios en el sector. Saint Chistopher’s se estrenó en Barcelona con una tarifa de salida de siete euros por cabeza, una cuantía que la competencia considera que no sirve para cubrir costes. “Yo me niego a bajar de los nueve euros, ellos son tan grandes que pueden reventar los precios”, explica Subías. En Equity Point consideran que la competencia ha modificado la política de fijación de precios. Antes utilizaban tres tarifas diferentes para todo el año, pero esa política ha mutado. Y más allá de la competencia de los grandes, la patronal Acatur, denuncia la existencia de establecimientos ilegales. “Por cada cama legal hay una o dos que son ilegales”, señala Carles Gras, presidente de la asociación, que ha efectuado 77 denuncias ante las administraciones instando a su cierre. De momento, solo ha conseguido clausurar un establecimiento.

“¡Meten 91 chavales en un principal!”

MARÍA ROMERO | Vecina de un hostal
Un día con ojeras y otro sin ellas. María Romero tiene por vecino uno de los nuevos albergues, ubicado en el principal de la finca de Ali Bei número 13-15, en pleno Eixample barcelonés. El muro de su apartamento da con una de las habitaciones del negocio. “¡Meten 91 chavales en un piso!”, cuenta la mujer, que trabaja en el sector financiero. El desespero en el que están sumidos los vecinos los llevó a ir a la Audiencia Pública del distrito, hace dos semanas, para exponer su caso. La respuesta que obtuvieron del Ayuntamiento es que el hostal posee la licencia, cumple con la ratio de huéspedes que determina la ley y cuenta con el informe preceptivo de bomberos.
El consumo de alcohol y los gritos de los clientes del hostal no paran. El Consistorio les sugirió llamar a los Mossos d’Esquadra y reportar todos estos incidentes para poder adelantar acciones más contundentes. Hay noches que sirve el aviso, pero hay otras que no. La proximidad del verano y la llegada de la temporada alta les preocupa. Desde el Ayuntamiento les dijeron a los vecinos que una manera de evitar que negocios así abran en sus fincas es modificar el reglamento de la comunidad y especificar que quedan prohibidos los hostales o los pisos turísticos.
La página web del hostel vende su gran cocina como un espacio “donde junto a tus amigos puedes aprender a cocinar una deliciosa pealla [sic] o hacer tu propia sangría antes de irte de marcha”. “Yo solo quiero poder dormir”, dice Romero.

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