Un Viernes Santo cualquiera en un país "aconfesional"
Viernes
Santo. Semana Santa. Procesiones de todo tipo en España. Bien está.
Cada cual es libre de hacer el tonto como prefiera. Yo mismo hago el
idiota de formas muy personales (algunas de las cuales, por cierto, como
el fútbol, comparten bastante rasgos desagradables en la peculiar
manera en que lo organizamos en España con la religión). Y bien a
gustito que me quedo con eso de poder dedicarme a mis tontadas. Una
sociedad libre tiene esa cosa buena de que respeta mucho que sus
miembros pierdan el tiempo y el dinero como prefieran. El problema es
que en España, en 2013, todavía seguimos sin conseguir que esta
reflexión tan evidente se entiende en su plenitud, acompañada de varias
consecuencias que deberían ser de cajón. A saber:
- que los representantes públicos no habrían de participar como tales en tonterías privadas (si les apetece ir a título particular, pues muy bien, pero eso de cerrar procesiones, o abrirlas, con toca y mantilla, así como ir al palco del fútbol a entregar una Copa con su nombre es algo que ni en Irán se atraven a hacer con la tranquilidad con la que se hace aquí);
- que el dinero de todos, es decir, el dinero público, por favor, lejos, muy lejos de estas cosas que están muy bien y eso, son cultura milenaria y no sé qué chorradas más, que al buen pubelo español le ponen mucho y le acercan a su leyenda. Pues vale. Perfecto. Si tan encantado está el buen pueblo español con esto que se lo pague y no me obligue a mí a sufragarlo con impuestos (verán cómo, de nuevo, la analogía con el fútbol sigue siendo perfecta, dada esa tendencia, también, de nuestros queridos jerarcas a meter dinero de todos en el equipo profesional del pueblo y así todos tan contentos).
Ambas cuestiones son tan obvias que no vale la pena ni dedicarles mucho tiempo. Las menciono más que nada porque con la orgía de estos días constato que hemos perdido de vista algo tan elemental. De hecho, tengo para mí que vamos a peor y que cada vez esta confusión (interesada) va a más. A mucho más. En realidad lo que pasa es que esto es lo mismo de siempre. Un país de gente que considera que sus obsesiones y sus chorradas han de ser respaldadas por el aparato público. Sobre todo, claro, si las obsesiones son las propias del catolicismo reaccionario, conservador y cómplice de todo tipo de desmanes, ahora y siempre, contra todo aquello que dice defender (desde la moral al orden público, pasando por su querida patria), algo que es genuina Denominación de Origen Iglesia Española.
Pero es que las confusiones y desmanes no se quedan aquí. Hay muchas más. Realicemos un repaso rápido propio de lo que una persona normal, civilizada, no necesariamente muy a la última, pero sí mínimamente moderna (en términos de 1789), podría decir de cómo es un Viernes Santo normal en España.
- que los representantes públicos no habrían de participar como tales en tonterías privadas (si les apetece ir a título particular, pues muy bien, pero eso de cerrar procesiones, o abrirlas, con toca y mantilla, así como ir al palco del fútbol a entregar una Copa con su nombre es algo que ni en Irán se atraven a hacer con la tranquilidad con la que se hace aquí);
- que el dinero de todos, es decir, el dinero público, por favor, lejos, muy lejos de estas cosas que están muy bien y eso, son cultura milenaria y no sé qué chorradas más, que al buen pubelo español le ponen mucho y le acercan a su leyenda. Pues vale. Perfecto. Si tan encantado está el buen pueblo español con esto que se lo pague y no me obligue a mí a sufragarlo con impuestos (verán cómo, de nuevo, la analogía con el fútbol sigue siendo perfecta, dada esa tendencia, también, de nuestros queridos jerarcas a meter dinero de todos en el equipo profesional del pueblo y así todos tan contentos).
Ambas cuestiones son tan obvias que no vale la pena ni dedicarles mucho tiempo. Las menciono más que nada porque con la orgía de estos días constato que hemos perdido de vista algo tan elemental. De hecho, tengo para mí que vamos a peor y que cada vez esta confusión (interesada) va a más. A mucho más. En realidad lo que pasa es que esto es lo mismo de siempre. Un país de gente que considera que sus obsesiones y sus chorradas han de ser respaldadas por el aparato público. Sobre todo, claro, si las obsesiones son las propias del catolicismo reaccionario, conservador y cómplice de todo tipo de desmanes, ahora y siempre, contra todo aquello que dice defender (desde la moral al orden público, pasando por su querida patria), algo que es genuina Denominación de Origen Iglesia Española.
Pero es que las confusiones y desmanes no se quedan aquí. Hay muchas más. Realicemos un repaso rápido propio de lo que una persona normal, civilizada, no necesariamente muy a la última, pero sí mínimamente moderna (en términos de 1789), podría decir de cómo es un Viernes Santo normal en España.
En este blog he tratado muchas veces los absurdos de que saquemos pecho y nos metamos
con Arabia Saudí o incluso con democracias más civilizadas que la de
nuestros queridos aliados y pagadores de comisiones reales en muchos
temas, incluyendo éste, como la iraní, cuando somos iguales, sólo
que no protegemos como locos teócratas a Mohoma sino a Cristo Rey. Hemos
hablado del delito de ofensas a la religión, por ejemplo, que aquí
campa a sus anchas en nuestro Código penal, y siempre encuentra
simpáticos jueces dispuesto a aplicarlo generosamente, cuando no es
aclamado y defendido por los mismos que han censurado a otros países y
los han tildado de tercermundistas cultural y políticamente: "Joder, qué
salvajes los islamistas que condenan a unos caricaturistas", pero "Nada
que ver con condenar a alguien por quemar a un Cristo, hombre, que eso
es una ofensa seria a los sentimientos más mejores, más íntimos y más
bonitos de mucha gente".
Y es que somos una contradicción viviente. Sin ir más lejos en las últimas Fallas de Valencia estalló una polémica divertida: se censuró unánimente que los miembros de la comunidad hindú de la ciudad forzaran la retirada de un ninot con una deidad propia que preferían que no ardiera en la crema como cualquier otro ninot... cuando apenas unos días antes, en medio del aplauso generalizado, la alcaldesa de la ciudad había ordenado retirar de la falla municipal una imagen de una Virgen católica. Lo más fascinante es que todo el mundo, aparentemente, considera compatibles ambas posiciones. Lo que hace que a nuestro paletismo religioso preilustrado se añada un paletismo nacionalista del terruño que lo combina y completa de manera formidable.
Hemos hablado también, lo hicimos el año pasado, de la polémica increíble con la prohibición de una manifestación laica en Madrid. Parece evidente que el hecho de que sea Viernes santo no significa que deje de aplicarse la Constitución y perdamos nuestros derechos fundamentales, ¿verdad? Pues no, si estamos en Semana Santa, la libertad ideológica y el derecho a la expresión libre de esas ideas, incluso en público, si Usted es ateo, se verán más limitados aún que de costumbre y nuestras simpáticas autoridades teocráticas le impedirán organizar una marcha haciendo algo tan sano como burlarse de los ritos y supersticiones católicas así como del apoyo que tienen a cargo de la casta teocrática que rige el país. Prohibición que, además, año tras año y 2013 no es una excepción, es confirmada por nuestros queridos tribunales de justicia, esos que muchas veces uno pisa y que tienen crucifijos en los estrados, para dejar claro quién manda aquí.
Eso sí, todo esto convive con una auto-imagen del país y de sus ciudadanos como modernos y enrollados. Por eso se suceden, en ocasiones, situaciones delirantes como la de estos días con una profesora de una Universidad católica que a sus alumnos de periodismo, en clase sobre "Doctrina social de la Iglesia", les explica que las mujeres no deben divorciarse aunque su marido tenga pequeños defectillos como maltratarlas o que, por supuesto, un aborto no está justificado ni siquiera tras una violación y que lo que hay que hacer es parir, con dolor y eso, pues a fin de cuentas todo niño es un regalo de Dios aunque venga envuelto de manera extraña. La polémica ha sido tal que la propia Universidad católica en cuestión ha reconvenido a la profesora (algo que afortunadamente no ha hecho la consellera de educación del Gobierno valenciana, afamada alumna de Derecho de ese centro, que dijo que le parecía todo muy normal y perfecto). Todo en medio de un gran escándalo social con partidos políticos adictos al concierto educativo con la Iglesia y a la primera fila en las procesiones poniendo el grito en el cielo. Y es que no era para menos, pues a fin de cuentas una malvada docente estaba adoctrinando con barbaridades inaceptables a unos pobres e influenciables... universitarios.
Obviamente, como España es un país moderno y guay lo que resulta escandaloso es que una docente enseñe eso explicando doctrina social de la Iglesia a universitarios, obviando que:
- Ésa es exactamente la doctrina de la Iglesia española (y de gran parte de la derecha) en materia de matrimonio y aborto (es más, en materia de aborto van más allá y lo que propugnan es meter en la cárcel no ya a las mujeres que aborten tras una violación sino incluso a las que lo hacen para salvar su propia vida cuando el embarazo la pone en peligro o a las que lo hacen cuando el feto es claramente no viable) y, oigan, ¿acaso escuchan Ustedes a mucha gente meterse por ello acerbamente con la Conferencia Episcopal? ¿No? Pues eso.
- Ésa es exactamente la doctrina en estas materias que se enseña y explica, con dinero que ponemos todos, en las clases de religión que ofrece, a niños, nuestro sistema educativo. ¿O qué piensan Ustedes que enseñan esos simpáticos profesores que ni pasan exámenes ni aprueban oposiciones ni nada sino que son seleccionados a dedo por el obispo para que chupen de la teta pública a cambio de impartir doctrinas impresentables y que constituyen un adoctrinamiento que avergonzaría a los imanes de Yemen del Sur? Fuera la religión de las escuelas, caramba.
- Ésa es exactamente la doctrina sobre matrimonio y aborto de la Iglesia católica a la que pagamos una millonada (con el resultado de que nos gastamos más en educación que países con sistemas mucho mejores y además sólo públicos -y por eso probablemente son mucho mejores- como por ejemplo esos "retrasadillos" de Alemania en porcentaje sobre PIB) para que se monte conciertos educativos para lucrarse y endilgar estas ideas reaccionarias a los niños que tienen la desgracia de acabar en estos centros. Todo ello no sólo con el aval del Estado sino con el dinero de nuestros impuestos. A fin de cuentas, la profesora del CEU le largaba este rollo a adultos que, además, pagaban voluntariamente por escuchar esas mierdas (o bueno, pagaban sus papás, pero ya me entienden).
- Por último, ¿a nadie le parece raro que el Estado autorice una carrera de Periodismo con una asignatura como Doctrina social de la Iglesia como obligatoria hasta tercero y que además se conceda autoridad para expedir títulos en periodismo a un centro que actúa así y que tiene ese tipo de programa? ¿Han escuchado alguna crítica al respecto esta vez? ¿Y en alguna otra ocasión?
Pues, como es evidente, no. Porque esto es España. Y somos modernos y sensatos... hasta que topamos con la Iglesia. Algo que no crean que se circunscribe siquiera a la Universidad o enseñanza privada y financiada con dinero público. También en la pública impera la idiotez, como constato cada vez que el correo oficial de mi Facultad (en una Universidad pública) me invita a pastorales universitarias o a visitas a la Catedral, sin que haya sido posible, a pesar de las quejas, hacer entender a las autoridades académicas que ahora mandan que eso no es un acto "académico" que merezca difusión en esa lista de correo. O cuando recuerdo que en nuestro plan de estudios hay más horas dedicadas al estudio de la libertad religiosa que a la libertad de información y a la libertad de expresión, por ejemplo.
Así nos va. Así es España. Pero, a la vista de cómo se lo toma casi todo el mundo, pues nada, sarna con gusto no pica. Así que a seguir comulgando, amigos. A gastos pagados por los demás, eso sí. No sea que un día los católicos de este país piensen que su doctrina quizás obliga a que pongan pasta para ayudar a los demás en lugar de chupar del bote por tierra, mar y agua, les dé un síncope y nos colapsen la sanidad pública.
Y es que somos una contradicción viviente. Sin ir más lejos en las últimas Fallas de Valencia estalló una polémica divertida: se censuró unánimente que los miembros de la comunidad hindú de la ciudad forzaran la retirada de un ninot con una deidad propia que preferían que no ardiera en la crema como cualquier otro ninot... cuando apenas unos días antes, en medio del aplauso generalizado, la alcaldesa de la ciudad había ordenado retirar de la falla municipal una imagen de una Virgen católica. Lo más fascinante es que todo el mundo, aparentemente, considera compatibles ambas posiciones. Lo que hace que a nuestro paletismo religioso preilustrado se añada un paletismo nacionalista del terruño que lo combina y completa de manera formidable.
Hemos hablado también, lo hicimos el año pasado, de la polémica increíble con la prohibición de una manifestación laica en Madrid. Parece evidente que el hecho de que sea Viernes santo no significa que deje de aplicarse la Constitución y perdamos nuestros derechos fundamentales, ¿verdad? Pues no, si estamos en Semana Santa, la libertad ideológica y el derecho a la expresión libre de esas ideas, incluso en público, si Usted es ateo, se verán más limitados aún que de costumbre y nuestras simpáticas autoridades teocráticas le impedirán organizar una marcha haciendo algo tan sano como burlarse de los ritos y supersticiones católicas así como del apoyo que tienen a cargo de la casta teocrática que rige el país. Prohibición que, además, año tras año y 2013 no es una excepción, es confirmada por nuestros queridos tribunales de justicia, esos que muchas veces uno pisa y que tienen crucifijos en los estrados, para dejar claro quién manda aquí.
Eso sí, todo esto convive con una auto-imagen del país y de sus ciudadanos como modernos y enrollados. Por eso se suceden, en ocasiones, situaciones delirantes como la de estos días con una profesora de una Universidad católica que a sus alumnos de periodismo, en clase sobre "Doctrina social de la Iglesia", les explica que las mujeres no deben divorciarse aunque su marido tenga pequeños defectillos como maltratarlas o que, por supuesto, un aborto no está justificado ni siquiera tras una violación y que lo que hay que hacer es parir, con dolor y eso, pues a fin de cuentas todo niño es un regalo de Dios aunque venga envuelto de manera extraña. La polémica ha sido tal que la propia Universidad católica en cuestión ha reconvenido a la profesora (algo que afortunadamente no ha hecho la consellera de educación del Gobierno valenciana, afamada alumna de Derecho de ese centro, que dijo que le parecía todo muy normal y perfecto). Todo en medio de un gran escándalo social con partidos políticos adictos al concierto educativo con la Iglesia y a la primera fila en las procesiones poniendo el grito en el cielo. Y es que no era para menos, pues a fin de cuentas una malvada docente estaba adoctrinando con barbaridades inaceptables a unos pobres e influenciables... universitarios.
Obviamente, como España es un país moderno y guay lo que resulta escandaloso es que una docente enseñe eso explicando doctrina social de la Iglesia a universitarios, obviando que:
- Ésa es exactamente la doctrina de la Iglesia española (y de gran parte de la derecha) en materia de matrimonio y aborto (es más, en materia de aborto van más allá y lo que propugnan es meter en la cárcel no ya a las mujeres que aborten tras una violación sino incluso a las que lo hacen para salvar su propia vida cuando el embarazo la pone en peligro o a las que lo hacen cuando el feto es claramente no viable) y, oigan, ¿acaso escuchan Ustedes a mucha gente meterse por ello acerbamente con la Conferencia Episcopal? ¿No? Pues eso.
- Ésa es exactamente la doctrina en estas materias que se enseña y explica, con dinero que ponemos todos, en las clases de religión que ofrece, a niños, nuestro sistema educativo. ¿O qué piensan Ustedes que enseñan esos simpáticos profesores que ni pasan exámenes ni aprueban oposiciones ni nada sino que son seleccionados a dedo por el obispo para que chupen de la teta pública a cambio de impartir doctrinas impresentables y que constituyen un adoctrinamiento que avergonzaría a los imanes de Yemen del Sur? Fuera la religión de las escuelas, caramba.
- Ésa es exactamente la doctrina sobre matrimonio y aborto de la Iglesia católica a la que pagamos una millonada (con el resultado de que nos gastamos más en educación que países con sistemas mucho mejores y además sólo públicos -y por eso probablemente son mucho mejores- como por ejemplo esos "retrasadillos" de Alemania en porcentaje sobre PIB) para que se monte conciertos educativos para lucrarse y endilgar estas ideas reaccionarias a los niños que tienen la desgracia de acabar en estos centros. Todo ello no sólo con el aval del Estado sino con el dinero de nuestros impuestos. A fin de cuentas, la profesora del CEU le largaba este rollo a adultos que, además, pagaban voluntariamente por escuchar esas mierdas (o bueno, pagaban sus papás, pero ya me entienden).
- Por último, ¿a nadie le parece raro que el Estado autorice una carrera de Periodismo con una asignatura como Doctrina social de la Iglesia como obligatoria hasta tercero y que además se conceda autoridad para expedir títulos en periodismo a un centro que actúa así y que tiene ese tipo de programa? ¿Han escuchado alguna crítica al respecto esta vez? ¿Y en alguna otra ocasión?
Pues, como es evidente, no. Porque esto es España. Y somos modernos y sensatos... hasta que topamos con la Iglesia. Algo que no crean que se circunscribe siquiera a la Universidad o enseñanza privada y financiada con dinero público. También en la pública impera la idiotez, como constato cada vez que el correo oficial de mi Facultad (en una Universidad pública) me invita a pastorales universitarias o a visitas a la Catedral, sin que haya sido posible, a pesar de las quejas, hacer entender a las autoridades académicas que ahora mandan que eso no es un acto "académico" que merezca difusión en esa lista de correo. O cuando recuerdo que en nuestro plan de estudios hay más horas dedicadas al estudio de la libertad religiosa que a la libertad de información y a la libertad de expresión, por ejemplo.
Así nos va. Así es España. Pero, a la vista de cómo se lo toma casi todo el mundo, pues nada, sarna con gusto no pica. Así que a seguir comulgando, amigos. A gastos pagados por los demás, eso sí. No sea que un día los católicos de este país piensen que su doctrina quizás obliga a que pongan pasta para ayudar a los demás en lugar de chupar del bote por tierra, mar y agua, les dé un síncope y nos colapsen la sanidad pública.
No hay comentarios:
Publicar un comentario