miércoles, 21 de julio de 2010

Ana Carolina, un amor tatuado.

Ana Carolina es una bella mujer, que en sus tiempos mozos laboró como azafata de una línea aérea, hoy es una mujer emprendedora en los negocios de la belleza. Anacarol, como la conocen sus amigos de La Condesa, es muy enamorada del amor, quiere sentir día a día la cosquilla del deseo, quiere conocer a un hombre apuesto, rico y dispuesto a formar una linda familia.

Ella nació en una región del norte del país, que se caracteriza por la hermosura de sus mujeres, solamente competida por Guadalajara en donde las mujeres bellas salen hasta debajo de las piedras.

Cuando Anacarol era una adolescente y vivía en su pequeña ciudad natal, se enamoró de un vecino, Juan Pablo, joven estudiante universitario. Las familias se conocían bastante entre sí, al grado de compartir las celebraciones importantes como los cumpleaños y las fiestas de navidad y año nuevo.

Anacarol no podía disimular su admiración y emoción ante la presencia de Juan Pablo, él se hacía el indiferente, como si ella no existiera.

En una ocasión Anacarol le pidió a Juan Pablo que le prestara un poco de su música, esa petición motivó que ambos fueran a la habitación donde dormía Juan Pablo y dos hermanos más, ella escogió la música que deseaba y él accedió a ello con la condición de que pronto la devolviera. Ella accedió, mostrándole una bella sonrisa y una caída de ojos de lo más seductora. En ese instante, Anacarol observó que encima de un mueble estaba colocada una fotografía de Juan Pablo, casi de perfíl, tres cuartos dirían los fotógrafos, a color, tomada recientemente. En un santiamén, Ana Carol introdujo la fotografía en su enorme bolso de mano, y salió muy campante con el trofeo en su poder.

Al paso de los años, Juan Pablo se fue a realizar estudios de maestria en administración de empresas a la industriosa ciudad de Monterrey, y ella se dedicó a volar por los cielos de todo el mundo, pero sin poder olvidar al amor de su juventud.

En uno de sus frecuentes viajes a Europa, le tocaba ir a Barcelona tres o cuatro veces al mes, ahí aprovechó para realizar su sueño dorado, llevar a Juan Pablo en su pecho.

Mes a mes visitó un estudio artístico de excelente fama internacional, en donde se convirtió en una clienta frecuente.

Hoy a sus años, se arrepiente demasiado haber hecho eso.

La vieja fotografía de color que ella sustrajo indebidamente de la habitación de Juan Pablo, la hizo tatuar en su pecho, también a color.

Cuando ella hace el amor con su enamorado actual tiene que dar demasiadas exsplicaciones de por qué trae tatuado el retrato de ese joven en su pecho...y a todo color.

Un arrebato juvenil trae las consecuencias de no podérselo sacar del pecho de ninguna forma, !vaya, ni con lasser¡

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