Conocí a Gerardo en el café donde suelo reunirme con mis contertulios de todos los días, quien lo llevó a mi mesa fue Aldo de Luca, a quien agradezco esa deferencia de presentarme a este hombre singular.
Charlamos varias horas, intercalando ricos cafés "cortaditos", como dirían en La Habana, Cuba. La conversación giró todo el tiempo alrededor de la historia contemporánea de América latina, de sus personajes políticos y culturales. Gerardo posee una amplia visión del mundo y una erudición admirable.
Yo gozaba con la conversación amena entablada con un hombre, hasta ese momento, desconocido para mi. Siendo él un extranjero, que radica actualmente en Ohio, EEUU, también había residido en México y se había vinculado con el mundillo cultural de este país.
Hablamos de los literatos, pintores y artistas del cine nacional, pero Gerardo me podía contar anécdotas de ellos porque los conoció personalemente, no como yo que tengo referencias históricas y hemerográficas, solamente.
No eran chismes sobre los personajes famosos de la segunda mitad del siglo XX, sino detalles chuscos y divertidos sobre Juan Rulfo, Alfonso Reyes, María Felix, Agustín Lara y otros más. Enriqueció bastante mi cultura general sobre los mexicanos destacados del siglo pasado.
Hablamos de Cuba, por supuesto, y de sus personajes clásicos Fidel y Raúl.
Gerardo es cubano y tiene noventa y cuatro años, vivió en muchos países desde que abandono su país en el año de 1959, al ir a cumplir una labor diplomática a Indonesia representado a la Isla. Es un hombre lúcido, memorioso, con un gran sentido del humor, y un artesano de la conversación, así como eran la gente de antes.
Pasaron las horas en el café, sin sentirlas, la conversación con Gerardo me nutrió de experiencias maravillosas, que él trasmitió con singular entusiasmo.
Cuando yo sea un hombre de noventa y cuatro años, quiero ser como mi amigo Gerardo, el cubano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario