La Brenda y yo hemos decidido permanecer encerrados en la habitación del hotel más elegante del Paseo de la Reforma, de la ciudad de México. Es nuestra última noche antes de que ella parta de regreso a su tierra, Querétaro.
La euforia que a ella la agita todo el tiempo, obedece a su fase maniaca, con el agravante que no se ha querido tomar los medicamentos para controlar su bipolaridad. Y, peor aun, se le apetece demasiado beber alcohol, asunto contraindicado en su caso específico.
La noche transcurrió como era previsible, La Brenda se emborrachó hasta el límite de sus capacidades. Primero pidió al bar del hotel que nos subieran a la habitación la Champaña francesa más cara, después pidió un ron cubano y muchas coca colas de dieta, para preparar sus cubas libres, más adelante pidió el wisky que a mi me encanta, el Johnny Walker etiqueta negra, pero ella optó por beber del wisky, eso sí con coca cola, lo que a mi me parece sumamente aberrante. Debo confesar que a todas las bebidas alcohólicas que consumimos esta noche, ella las combinó con coca cola de dieta.
Una vez que La Brenda disfrutó, a su manera, las bebidas espirituosas de excelente calidad, obviamente se durmió como una niñita de cuatro años en mis brazos. pero antes de caer desmayada por los efectos de los alcoholes, ella me había pedido que le prometiera que saldríamos a bailar a un antro asqueroso, que se localiza en la Plaza de Garibaldi, la plaza de los mariachis y los tríos. Es un centro nocturno de mala muerte que frecuentan las prostitutas proletarias y los raterillos del rumbo, pero con un ambiente extraordinario, buenas orquestas tropicales y malos tragos.
Me molesta tanto que La Brenda beba alcohol, y que además lo haga combinado con coca cola, me parece que son un asco todas las mezclas que ella prepara para ella. Yo soy abstemio pero cuando bebo procuro hacerlo en la forma clásica, sólo o con hielos.
La Brenda duerme ahora profundamente, vestida con sus mejores galas y joyas preciosas, he pensado desvestirla pero creo que es preferible dejarla así vestida, solamente le he quitado los zapatos de tacón alto que usó todo el día, porque le noto los piés hinchados.
Me imaginaba que esta sería una noche de amor, de despedida maravillosa. Pero ya será en otra ocasión.
La Brenda quiere ir conmigo a Guatemala a conocer a mi extensa familia, es algo que le he pedido que hagamos después, en otra ocasión más propicia.
Mañana, cuando amanezca la llevaré al aeropuerto, ahí dejaré el automóvil alquilado, y volveré a mi realidad. Atenderé a mis pacientes y seguiré escribiendo mi novela.
La Brenda es un ser excepcional, quiero tenerla como amante siempre dispuesta a la aventura. Creo que ella pide lo mismo. La esperaré el tiempo necesario para ver que me ofrece de nuevo en este camino de aventuras.
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