En la mesa número siete del Café Toscano que se localiza privilegiadamente frente al mítico Parque México, nos reunimos los contertulios de siempre, actores, cantantes, cineastas, empresarios, intelectuales y artistas plásticos y de multimedia, también; casi siempre somos los mismos, aunque de vez en cuando aparece algún personaje interesante y se incluye en nuestro grupo, a invitación mia.
Hace un par de meses, llegó al café Toscano una chica alta, para el promedio de la mujer mexicana, de unos veintiocho años, morena clara, con cabello negro azabache, largo recogido con una peineta, ojos negros, con unos anteojos con montura roja. Bella la mujer, con la cara lavada, ni una gota de maquillaje en su rostro, las uñas cuidadas y una piel tersa, a pesar de estar bronceada.
El día que apareció en el Café, venía vestida con un atuendo hindú y unas sandalias plateadas, era imposible no voltear a verla, aunque fuera discretamente. Traía un par de libros, abrió uno en una página al azar y empezó a leer con atención. Muy concentrada estuvo la chica, leyó más de una hora. El libro en cuestión era de Eduardo Galeano, "Patas Arriba, el mundo al revés", una serie de ensayos sobre el mundo globalizado.
El capuchino que tenía al frente se enfrió sin haberlo probado. Levanto la vista del libro y sonrió a los concurrentes de mi mesa, asomó bajo sus labios una dentadura blanca, perfecta. Le inquirí por qué leía a Galeano y ella me respondió que era para una tarea de la universidad. En una breve conversación, relató que no era mexicana, sino centroamericana, por el acento deduje que era costarricense, tica, pues. Al comentarle mi origen guatemalteco, retiró las defensas iniciales que toda mujer coloca frente a un hombre desconocido.
Me llamo Fernanda, en realidad María Fernanda, pero prefiero un solo nombre, me dijo.
Luego comentó que sus padres recién divorciados en San José, habían decidido enviarla a estudiar una licenciatura en México, en la universidad Anáhuac del Norte, porque son muy católicos y admiradores del padre Maciel (?). Ella escogió diseño gráfico y en su clase de sociología le recomendaron leer a Galeano.
Todo iba de maravilla en la vida de Fernanda, sus padres enviaban religiosamente una buena cantidad de dólares para su manutención, que le permitía vivir bien en una departamentito en Palmas, en Lomas de Chapultepec, la zona exclusiva de los burgueses mexicanos.
El padre de Fernanda es un connotado político allá en Costa Rica, que asociaba su carrera parlamentaria con algunos negocios de importación de bienes manufacturados en China. Hace poco tiempo, el padre de Fernanda fue a dar a la cárcel por algunos asuntos turbios vinculados con las importaciones, la policía descubrió que en los contenedores no venían los objetos declarados sino otras cosas ilegales, que Fernanda no sabe qué son.
El asunto es que las remesas de dólares que le servían para cubrir sus gastos y la universidad privada, de golpe se suspendieron, así sin más explicaciones.
Fernanda comentó esto entre sus compañeros de la universidad, todos se condolieron por ella y su terrible situación económica. Pero la solución se la planteó Jacobo, un compañero emprendedor, que tiene una agencia de modelos y edecanes, quien le dijo que la contrataría de inmediato. Ella aceptó gustosamente.
Fue a diversos eventos como edecán enfundada en ajustados vestidos de licra de colores fosforescentes. Obviamente llamó la atención de muchos hombres que andaban curioseando en esas exhibiciones de autos de lujo. Recibió discretamente tarjetas de presentación de esos caballeros que la invitaban a salir. Ella, con precaución dio a varios su número del teléfono celular, solo a los que le inspiraban cierta confianza.
Hoy Fernanda vive muy bien, se cambió de aquel departamentito de Las Lomas de Chapultepec, a un penthouse en Interlomas, lo más exclusivo ahora entre la gente rica de México. Se hizo amante de un hombre industrial, con una inmensa fortuna, por sus negocios en la telefonía móvil, dejó la universidad y la agencia de modelos y edecanes.
Vive sola y abandonada por ese hombre que juró amarla todos los días, casi no la ve su protector, pero eso si no le falta nada material, tiene auto con chofer y tarjetas de crédito para ir de compras cuando a ella se le dé su regalada gana. La televisión le aburre y lo que más le fascina es viajar pero su hombre no puede salir del país por sus múltiples ocupaciones, por eso ahora va seguido al café a hablar con gente que no habla de dinero, sino de sus sueños e ilusiones en el amor.
Fernanda ya se hizo parte importante de la tertulia, el libro de Galeano ya lo dejó por la paz, solamente le inquietaban los planteamientos pesimistas sobre el mundo y sus millones de desheredados. Si la vida es bella, porqué tantas injusticias, se quejaba Fernanda.
Ella guarda silencio casi siempre, solamente escucha las bromas y los comentarios de los contertulios, se ríe abiertamente enseñando esa fina dentadura, perfecta.
Su padre sigue preso y parece que el escandalo es mayúsculo, un diputado preso por contrabando, es algo insólito en su país.
Fernanda quiere tener un hijo y su amante no, eso es un gran problema para una chica hermosa con tentaciones maternales. Fernanda dice que no es feliz, aunque nade en dinero, era más interesante su vida cuando era una simple estudiante. Hoy se refugia con nosotros, en este club de señores y damitas irreverentes y bromistas todo el tiempo, algo bello encontrará ahí en el café Toscano.
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