El barrio de La Condesa, de la ciudad de México, como muchos otros barrios bohemios de todo el mundo, tienen un sabor propio que se lo proporcionan los personajes que circulan todos los días por ahí.
Desde mi mesa, número siete, en el Café El Toscano, situada estratégicamente frenta al grandioso Parque México, observo durante todo el tiempo un desfile interminable de pordioseros, músicos, cantantes, putas elegantes, malabaristas, y juglares, entre otros.
En primer lugar, es necesario traer consigo una bolsa con dinero menudo para otorgárselo a quien uno considera que se lo "merece". El asunto del merecimiento tiene que ver con gustos y, generalmente por un gran sentimiento de culpa inculcado desde la formación católica de la mayoría de los mexicanos.
Cuando les damos dinero a los que consideramos en la tertulia, que se lo merecen, es por las siguientes razones: por su voces afinadas y estudiadas en el conservatorio de música, por las ejecuciones magistrales de los instrumentos, por las canciones bien puestas para varias voces, por los performans lúdicos y entretenidos que se esmeran por sorprenderlo a uno; pero igualmente desfilan por mi mesa una cantidad mayor de sujetos que se hacen acompañar de algún instrumento musical desafinado y mal ejecutado, por cantantes que en su vida han practicado las escalas musicales y mucho menos saben solfear.
Hay un grupo de juglares que "escandalizan" con sus vetustos vestuarios del siglo XVIII, todos raídos, una música infame tocada por una niña flautista que acompaña a los juglares que recitan versos y parlamentos obscenos, "artistas callejeros" que insultan a los contertulios con sus palabrotas sin sentido, y luego quieren que uno les dé dinero.
Hay un anciano, que desde que tengo memoria, hace una peregrinación cotidiana por todos los cafés y restaurantes del barrio, tocando con una armónica una canción tradicional mexicana que se usa en las festividades de cumpleaños: las mañanitas. pero toca algunas notas brevemente que dejan sentir que se está escuchando esa melodía, pero es patético el acto. Ya nadie le da dinero por eso.
Las putas que nos visitan discretamente en el café, son jóvenes modelos o señoras de más de cuatro décadas, que se "ayudan" económicamente otorgando ratos de placer a los parroquianos por unas cuotas muy altas por sus servicios carnales. Casi siempre le piden a uno que vayan a su casa y no a hoteles.
Los mendigos son un caso aparte, la mayoría de ellos son gente en edad productiva que "alquilan" niños pequeños, desnutridos y sucios, para inspirar lástima y mover la culpa de los contertulios de ese café. Casi nadie les da dinero porque es obvio el chantaje emocional que manejan.
Hay también una banda delictiva bien organizada, integrada por niñas y niños preadolescentes, que piden colaboración monetaria para el sostenimiento de unas "casas o albergues para niños de la calle", obviamente son asilos o casas de acogida inexistentes. Esta banda la integran unos veinticinco niños, y realizan esa labor desde hace muchos años. Puedo reconocer a los adultos que la encabezan, es una banda que es muy activa y muy vigilada por esos hombres explotadores de menores.
Lo lindo del desfile de miserias humanas, es que también pasan pidiendo dinero a mi mesa, ciegos que si miran, sordomudos que si hablan, tullidos que si caminan normalmente.
Lo único rescatable, últimamente, es un espectáculo importado de Europa, que consiste de un grupo de maniquíes articulados y ensamblados con tubos metálicos laterales, que son manipulados por un actor que se coloca enmedio de las figuras humanas y los hace mover al ritmo de la música, pero sincronizando los movimientos de los muñecos. Se visten como obreros, con casco metálico y chalecos fosforescentes, comoi lo manda la ley de la construcción en México.
No faltan los niños y adultos que venden "bromas", dulces, frutas, flores, hierbas de olor, inciensos, ropa hindú, lectura de tarot, lectura de la mano, etcétera.
En conclusión: es necesario traer una talega llena de monedas todos los días para el sostenimiento de la pobreza y la miseria de esos condenados de la tierra, desposeídos sin futuro, electores ignorantes.
pero también, hay que asistir al café armados de paciencia y tolerancia para las manifestaciones de mal gusto, que son las más abundantes.
Pero de cualquier forma, La Condesa es el barrio bohemio más hermoso de la ciudad de México.
No hay comentarios:
Publicar un comentario