domingo, 25 de julio de 2010

Las perlas de la vírgen.

A las mujeres, en general, los hombres suelen enamorarlas por el oído, sabedores que ese es el punto débil de ellas en la seducción. Las mujeres quieren escuchar cosas lindas que salgan de los labios de sus pretendientes o enamorados, siempre prestarán oídos a las frases lindas que los hombres inventan.

En México se dice que para conquistar a una mujer, basta con bajarles las estrellas y la luna u ofrecerles las perlas de la vírgen, y ellas caen redonditas en los brazos de sus romeos enamoradizos.

En la seducción de un hombre a una mujer, intervienen sobre todo las promesas incumplibles: "Te amaré toda la vida", "estaremos juntos hasta que la muerte nos separe". O, bien, afirmaciones temerarias: "tú eres la más bella de todas", "sin tí no podría yo vivir", "sufro tu ausencia", etcétera.

La audacia es una virtud que las mujeres agradecen en sus galanes o pretendientes, quieren ver hasta dónde llegan ellos por conquistar su amor. Por eso muchos hombres, sobre todo, jóvenes son capaces de realizar grandes hazañas para demostrar su cariño y afecto verdaderos. Y las mujeres asisten impávidas al espectáculo que ofrece su amado para impresionarla.

La lista de acciones intrépidas que son capaces de realizar los hombres para conquistar el corazón de una damita, son infinita.

Mucho de la seducción efectiva no pasa por el dinero, con el dinero se pueden comprar ciertas cosas, pero no la admiración de la damita, a menos que sea una mujer interesada solo en lo material.

La verdadera seducción se apoya en el verbo, en la palabra, en los símbolos y sus significados. Las mujeres quieren ser abrumadas por las palabras de sus enamorados, siempre piden más y más palabras lindas.

Un recurso de la seducción es el humor sutíl, ocurrente, gracioso, ese que hace sonreír a la dama o, de plano, le arranca una buena carcajada. Las mujeres aprecian en extremo a los hombres con un gran sentido del humor.

Conozco a un caballero diestro en el arte de la seducción, al grado que él se considera un verdadero "encantador de serpíentes", eso significa que ninguna mujer se le puede resistir a sus encantos verbales y sorpresas increíbles.

Un día pudo conquistar a una bella mujer extranjera, adoradora de México, cuando la llevó a conocer un sitio arqueológico, el más importante de la cultura prehispánica: Teotihuacán, y ahí trepados en la cima de la pirámide del Sol, él la tomó entre sus brazos y la miró fijamente a los ojos, y le dijo: "Estos tesoros de la antiguedad son tuyos, este es mi regalo por tener esos lindos ojos". La mujer derramó unas cuantas lágrimas por la emoción y el tremendo regalo que estaba recibiendo en ese preciso instánte.

Ella en agradecimiento ante tal obsequio, le invitó al galán a pasar un par de días con ella en su lujoso hotel.

Eso se llama correspondencia, o lo que es lo mismo: amor con amor se paga.

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