La propuesta de La Brenda es tentandora: "yo te mantengo, negrito de mi vida".
El único requisito que pone como condición para que ella me sostenga económicamente es que nos casemos pronto y vivamos en San Miguel de Allende, Guanajuato, México. Aquí, ella y yo, entramos en una gran contradicción geográfica, hay que definir dónde vivir ¿México o Guatemala? La respuesta es compleja, en ambos países yo me siento muy bien y cómodo, pero ella tiene un magnifico empleo en México que le impide cambiar de páís. En cambio yo apenas he terminado los trámites de la jubilación en el Instituto Mexicano de Seguridad Social (IMSS), y me he hecho acreedor a una raquítica pensión mensual, después de haber trabajado por más de cuarenta y cinco años, en las universidades más prestigiosas de México y para el Gobierno Federal.
Este será el signo de los tiempos de la posmodernidad, nadie se pódrá jubilar y pensionar con un sueldo decoroso, pienso en los jóvenes de hoy ¿Qué harán?
El asunto económico juega un papel importante en una relación de pareja como la que La Brenda quiere proponerme, sé muy bien que toda relación afectiva entraña en el fondo una relación económica, es un intercambio de bienes y servicios entre dos seres que dicen que se aman y que quieren vivir juntos el resto de sus días.
Yo como pensionado del gobierno mexicano, no podría ofrecerle a La Brenda el ritmo y tren de vida al que ella está acostumbrada desde que representa a esa famosa línea francesa de productos de belleza. Para mi el salario y las prestaciones que obtiene La Brenda son excepcionales en un país como México, le alcanza para muchas cosas y le sobra. Basada en sus altas percepciones económicas, es que La Brenda me ofrece mantenerme de por vida.
Si uno es el mantenido, el precio que se paga por eso es altísimo, ya sea hombre o mujer el mantenido. Se pierde libertad de acción y, a veces, hasta de pensamiento, independencia, autonomía y la dignidad se rebaja bastante, hasta el nivel del suelo.
Un intelectual de izquierda como yo, psicoanalista y profesor universitario, le hace demasiado ruido el valorar la propuesta económica de mi amada Brenda. Más que la interrogante interesante de dónde sería mejor vivir ambos, en qué país, lo esencial es de qué vamos a vivir y qué vamos a aportar cada quien al presupuesto de la pareja.
Yo deseo dedicarme tiempo completo, en Guatemala o México, a la literatura que es mi nueva y vieja pasión. Eventualmente, me encantaría volver a tener pacientes y, quizá hasta dar clases al nivel de maestría o doctorado en alguna universidad de prestigio.
La Brenda y yo tenemos muchas charlas pendientes de realizar, más allá de su maravillosa frivolidad y su gusto por vivir a todo gas, quiero que nos sentemos a planear en serio un futuro de dos personas adultas, sin responsabilidades de hijos o nietos que mantener.
Me parece bien que La Brenda ya tenga ese hermoso vestido de novia de Christian Dior y las docenas de accesorios bellos para ese vestidfo, lo único que le falta para completar el cuadro, soy yo, el novio.
Quiero pensarlo muy bien, ya viví diversas experiencias matrimoniales divertidas, dramáticas y espectaculares. Hoy quiero pensarlo detenidamente, qué nos conviene a ambos enamorados.
La cuenta regresiva va...
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