Desde que salimos del bello Cancún, en el Caribe mexicano, La Brenda trae una cierta sonrisa de malicia, seductora, pone los labios entreabiertos y me dice:-negrito, bésame mucho- como diría la letra de una canción famosa de Consuelito Velázquez.
Ella pidió alojarse en un hotel internacional situado en el Paseo de la Reforma, El NIkko, estamos en la habitación 2000 del piso veinte.
Los planes de La Brenda siempre son ocultos y misteriosos. Ella me deja proponer algo de interés para los dos. Ella odia los museos y las visitas a sitios culturales, le parece una tremenda pérdida de tiempo para una vida tan corta, habiendo otras diversiones más excitantes.
Me ha pedido que la lleve a un lugar lejano de la ciudad, en el profundo Sur de la ciudad de México, El Ajusco, porque quiere realizar una fantasía infantil.
Rentó un anutomóvil automático para que yo pudiera manejarlo con facilidad, y luego emprendimos el recorrido a esos límites de la gran ciudad de México. Me dijo: -Párate ahí- Yo obedecí.
Estabamos estacionados frente al parque de diversiones más grande de América Latina: Six Flags, antes Reino Aventura.
La Brenda se bajó agilmente del automóvil y se introdujo de inmediato al parque de diversiones, éramos los primeros visitantes del día, eran las nueve de la mañana.
Observé que ella compró una tira de boletos para subirse a varios juegos mecánicos, de lejos le indiqué que no comprara nada para mi, soy un enemigo jurado de esas máquinas que usan los niños para experimentar vértigo y otras emociones escandalosas.
Le expliqué amorosamente a mi Brenda, las razones de mi negativa a a compañarla a los juegos de velocidad y de subidas y bajadas bruscas, ella entendió mi punto de vista, pero me exigió con lágrimas en los ojos:- negrito, no dejes de mirarme todo el tiempo que yo esté en los juegos- Sí, le dije.
Después de casi tres horas, durante las cuales mi Brenda le dió rienda suelta a sus fantasías de la niñez, yo le incumplí su encomienda, me dediqué a escribir en su computadora portátil, conb bastante disimulo. A ratos la volteaba a ver y me complacían sus gritos desaforados que la emoción del juego le provocaban.
Cuando por fin dijo:- ya tuve suficiente por hoy- Yo asentí.
Salimos de ese parque de diversiones agotados, ella de gritar y yo de esperar.
Estamos de nuevo en la habitación del hotel más elegante de la ciudad de México, tenemos una vista privilegiada de toda la urbe, brumosa la vista el día de hoy pero impresionante de todas maneras. Ella quiere que todo el día nos quedemos a disfrutar de nuestro reencuentro amoroso, comeremos en la habitación y beberemos champaña, cosa que a mi no me agrada demasiado. En primer lugar la champaña siempre me ha parecido una bebida sin chiste, prefiero un buen wisky en las rocas. Ella bebe ron con coca cola, cosa que yo detesto.
La Brenda por su padecimiento de bipolaridad no debe beber alcohol, está contraindicado, además no ha traído consigo sus pastillas para controlar ese mal.
Advierto peligro inminente, La Brenda alcoholizada puede ser capaz de cualquier locura...
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