En una reunión de amigos se dieron cita, sin proponérselo, varios fotógrafos mexicanos, los cuales traían sus equipos sofisticados, digitales, y una serie de lentes enormes, algunos de ellos tienen muchos años en el oficio de fotoperiodistas y gozan de una buena reputación como artistas de la lente; el resto de los fotográfos ahí presentes eran novatos y otros con una experiencia de varios lustros encima.
Hablaron entre ellos de su oficio y las dificultades de vivir de un modo independiente, Free lance, se dice en el argot de los que no aspiran a tener un cheque quincenal seguro y un jefe idiota encima.
La fotografía como oficio, al menos en México, sigue siendo una profesión dominada por los varones, aunque hay fotógrafas excepcionales.
En el microcósmos que representa una reunión de amigos, como un holograma de la realidad había más hombres que mujeres con cámara.
La fotógrafa ahí presente, dedicada en cuerpo y alma a documentar gráficamente la danza como expresión artística de alto valor estético, cogió la cámara y disparó frecuentemente a los rostros de los que ahí estabamos presentes.
Embelesados con su belleza muy mexicana, ella con un nombre tarasco inusual, se movía como en un rito de danza contemporánea, sin soltar la cámara y disparando sin cesar.
En todos causó una impresión agradable su presencia, pero más en uno de los presentes que se conmovió con su figura, su rostro, su cabello, pero sobre todo con su risa franca y deliciosa.
Cuando soltó la cámara, después de cien disparos o más, se sentó y conversó animadamente, pero lo más lindo fue que se dispuso a escuchar con atención, los conceptos que un caballero le externó en torno al amor y la seducción en tiempos posmodernos.
Sin duda alguna, lo escuchado le provocó más de una reflexión sobre ese tema tan controversial: el amor. Junto a este tema candente, hubo el planteamiento de vivir el amor en pareja, cada quien en su casa, como la fórmula de éxito en las relaciones modernas.
La pareja y la familia son instituciones en crisis, que ya han experimentado profundos cambios en sus formas tradicionales de existir. Las tendencias empiezan a mostrarse en el horizonte social, siempre habrán parejas tradicionales que aspiran a casarse por la iglesia y lo civil y familias compuestas por madre, padre e hijos.
Pero lo nuevo no termina de emerger totalmente, ya se advierten signos de cambio que se impondrán a lo largo del siglo XXI.
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