El barrio bohemio de la colonia Condesa de la ciudad de México, posee un hermoso parque lleno de árboles centenarios, y una explanada donde se realizan diversos actos artísticos y políticos.
A uno de los costados de esa enorme explanada, existe una construcción antigua denominada pérgola, que es parte del gran atractivo del Parque México, en la cual se llevan a cabo unos cursos prácticos de baile de tango, los martes y los jueves.
Unas dos docenas de amantes del tango se reunen por las noches y bailan con sus diestros maestros y maestras, que no son argentinos sino mexicanos tangueros de corazón, hay pasión y entrega en esos principiantes bailarines.
Adriana es una mujer guapa, delgada, de 32 años, con una cabellera hermosa, que no deja de ir a sus clases de tango los martes y los jueves. En sus clases de tango, conoció a Mauricio, igualmente principiante como ella, con quien rápidamente se acopló para bailar. Así que los días de clase, Adriana y Mauricio, sabían que iban a bailar juntos las tres horas de la clase.
Sin darse cuenta, ambos empezaron a mostrar un interés romántico por el otro, que el baile del tango se encargó de enfatizar, ya que la música conlleva a juntar los cuerpos en suave cadencia y las miradas y los labios también se aproximan demasiado.
Adriana y Mauricio se encontraban con enorme alegría en el baile, y luego partía el grupo de tangueros a la milonga en otra sitio, la fiesta no tenía fin, se amanecían bailando y bebiendo vino.
La pasión entre los dos crecía cada semana, no había una declaración formal de amor de parte de Mauricio pero obvio que él quería tener romance con la bella Adriana. Se escribían por internet y chateaban seguido cuando no estaban juntos, además el facebook les permitía conectarse y saber qué estaba pensando el otro.
Sin palabras ambos entendían que se estaba iniciando una relación de amor, o una pasión erótica.
Mauricio, joven treintañero, se sentía guapo y galán, y dispuesto a flirtear con varias chicas a la vez, era un "picaflor" consumado.
Un jueves de clase de tango, apareció en el Parque México, una mujer italiana, atractiva y provocativa con los hombres, que se llama Rossana, tiene escasos veinticuatro años.
Rossana, ese día de la clase de tango, llevaba un elegante vestido entallado, negro, con una abertura en la pierna derecha, que permitía mostrar sus encantos femeninos. Además, ese día se colocó en la sien un clavel rojo, que la hacía más llamativa aun.
Era evidente que Rossana quería ser el centro de todas las miradas del grupo de tangueros, no solo quería que la vieran los hombres sino también las mujeres, es una típica mujer histérica, provocativa y sensual.
Mauricio, mientras bailaba con Adriana, cuerpo a cuerpo, no dejaba de mirar a la recién llegada con ojos de lascivia. Adriana percibió el descontrol de su compañero de baile y volteó a ver en dirección a Rossana, y la fulminó con la mirada, sintió el peligro muy de cerca.
Con un pretexto absurdo, cuando terminó La Cumparsita, Mauricio dejó a un lado a Adriana y se lanzó en búsqueda de Rossana, la joven italiana. Rossana recibió a Mauricio con una sonrisa cautivadora y le dijo: -no se bailar tango, ¿me enseñas?- Claro que sí -contestó nerviosamente Mauricio.
El resto de la noche Rossana y Mauricio ya no se separaron ni para descansar entre pieza y pieza. Era obvio que ahí se estaba gestando una atracción fatal, asunto doloroso para Adriana.
Casi al final de la clase de tango, como impulsada por un resorte, Adriana se avalanzó sobre la pareja de nuevos amantes, a él lo abofeteó y a ella la tomó de los cabellos y se trenzaron hasta caer por los suelos, rodaron y nadie las podía separar, se rasguñaron y Adriana se quedó con un mechón de cabellos de Rossana en su mano derecha.
A los pocos minutos intervino la policia que resguarda el Parque México, separó a las mujeres rijosas, y las condujeron ante el juez cívico, quien las multó por escandalizar en la vía pública. Además, dispuso el juez prohibir las clases de tango por un mes, en ese lugar.
Rossana acabo con el lindo vestido negro hecho jirones, la cabellera revuelta y sin los zapatos de tacón de aguja.
Mauricio cuida ahora de la hermosa italiana, se mudó a su departamento y comparten gastos y la cama.
Adriana no quiere volver a escuchar tango alguno, ahora está consiguiendo clases de salsa y merengue. Y de los hombres prefiere estar lejos, mientras tanto, el dolor no se calma. Tampoco está dispuesta a comer platillos italianos que tanto le gustaban, su vida cambió de un día a otro. La culpa es del tango, esa musica arrabalera tan cachonda.
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