En el parque México, del barrio La Condesa en la ciudad de México, hay diversos personajes que circulan todos los días por ahí, mostrando al mundo sus peculiaridades éxoticas.
Este hombre, de unos 45 años de edad, calvo, atlético, nos impresiona a todos los contertulios de la mesa siete del Café Toscano, por su obsesión de correr todo el día alrededor del parque, que tiene un circuito exacto de dos kilómetros de distancia, este hombre procura dárle varias vueltas al circuito, unas diez quizá por la mañana y otras diez por la tarde, o tal vez son más, no lo sabemos.
Este hombre que corre como poseído por el demonio, a toda velocidad, con una resistencia increíble al cansancio, viste ropa deportiva y buen calzado para la carrera cotidiana, pero siempre se pone una camiseta con el rostro de cristo sufriente y una leyenda que dice: JESÚS SALVA.
El hombre que corre no trabaja, eso es evidente, a menos que por las noches se desempeñe como guardian de algún almacén cercano o como mesero en esos centros de apuestas que no cieran nunca sus puertas. Desconocemos su modo de vivir fuera de la pista de carrera, especulamos mucho sobre él y su afición a correr como despavorido sin que nadie lo persiga, quizá por su propia mente.
Hace algunos años hubo una película sobre un personaje similar en Estados Unidos, Forrest Gump, creo que llamaba ese film, aquel personaje que no paraba de correr de pronto muchos lo empezaron a seguir otros, muchos, en esa carrera sin rumbo.
Al hombre que corre en el parque México, no lo sigue nadie, pese a que porta un mensaje en la camiseta que bien podría atraer a muchas almas descarriadas o de plano sumidos en los vicios del alcohol o las drogas, la imagen de Jesús. Su mercadotecnia no le sirve a sus propósitos proselitistas, nadie quiere correr trás él para salvarse de la destrucción del mundo o para garantizar no ir al infierno en forma directa.
Hace muchos años que este hombre corre igual, con la misma rutina, con la misma energía, quizá envejezca corriendo tras un propósito desconocido para los que lo observamos día a día.
Cuando concluye su carrera desaforada, comienza a caminar lentamente, bañado en sudor, y eso sí hablándose con toda seriedad, se nota que trae un fuerte diálogo con alguien.
Estoy seguro que el habla con dios y me parece que dios le contesta todo...
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