Tal como amenazó La Brenda, hoy llegó a la ciudad de México, no en su lujoso automóvil como me lo esperaba, si no en avión comercial. Fui por ella al aeropuerto, y entre miles de viajeros que deambulaban por la terminal aérea, ya que son días de vacaciones escolares, no encontraba a La Brenda en esa multitud. La razón es muy simple, ella cambió de estilo radicalmente; su larga cabellera negra azabache se la rizó, en un estilo afro, me pareció notar que se tatuó las sombras de los ojos y las cejas también. Sus ojos brillaban intensamente, quizá se puso unas gotas de colirio o belladona para resaltar sus enormes ojazos verdes. Venía ataviada con un traje sastre negro y una blusa turquesa que le hacía juego con una mascada del mismo tono. Pero además, el conunto era perfecto: zapatos, bolsa, aretes y collar en una armonía y combinación exacta.
No se olviden amigos mios, que La Brenda es representante de una de las firmas francesas de productos de belleza más importante del mundo, siempre está elegante, no, elegantísima.
Yo soy el típico psicoanalista y profesor universitario, que viste informalmente, jamás me pongo una corbata, y solo uso camisas de cuello de tortuga y sacos de corduroy con parches de cuero en los codos. Eso le gusta a La Brenda, que la elegancia sea algo de su personalidad, y a mi me deja que yo me ocupe de divertirla y la haga reír con mis ocurrencias, no con chistes; soy muy mal contador de chistes.
Y también espera, que en la cama la haga inmensamente feliz, aunque exclame !!VIAGRAme dios ¡¡ a cada momento, al saber que necesito tomar una pastillita azul por la noche, por la mañana o por la tarde, según sea la oportunidad de de tendernos a retozar entre las sábanas.
La sorpresa que me da La Brenda ahora, es que ya me presumió su elegante lencería negra que le trajo una amiga, por encargo, de Londres. Esas delicadas prendas las trae en una especie de necesser, que no deja de lado por ningún motivo. Ahí trae también sus joyas finas.
En el aeropuerto de la ciudad de México, me dice La Brenda: Negrito, nos vamos en una hora a Cancún, ya compré los boletos. Me quedé perplejo, no iba preparado para viajar a ninguna parte, menos al Caribe mexicano. Le contesté con otra pregunta: Mi amor, no traigo ropa para el viaje, no sabía de tus planes. La carcajada de La Brenda rebotó por todos los pasillos de la terminal aérea. Y, luego, me confió, te quiero regalar un gtuardarropa de ropa de lino blanco que tanto te gusta. Eso lo compraremos en Cancún al llegar.
En estos momentos estoy en un café-internet del aeropuerto capitalino, narrando esta nueva boli-aventura con la Brenda, la loca de La Brenda. Me fascinan sus desvaríos y sus planes inconsultos.
Yo tenía esta noche un paciente que atender de una severa crisis, escribir un par de cuentos para un periódico de Veracruz, cuya entrega debe ser esta misma noche. Pero acá tengo entre mis manos un par de boletos en primera clase del Vuelo 830 de Aeroméxico, que sale de la ciudad de México a las 20 horas en punto.
No sé si estoy haciendo bien las cosas, o no. Pero creo que no me importa demasiado, si voy con la mujer de mi vida...
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