Todos los veranos sucede los mismo, exactamente lo mismo, todo el mundo sale a ligar en cualquier parte. Las playas son sitios ideales para ligar en verano, todos se muestran de cuerpo entero, sin afeites, sin pudor, enseñando la tripa, las arrugas y todo lo que se oculta con los trapos en otras situaciones.
En las ciudades desoladas, abandonadas por los millones de ciudadanos hartos del trabajo y de los atascos mañaneros, muchos se quedan a trabajar mientras los demás veranean tan campantes, generalmente son las esposas con los hijos quienes disfrutan de las playas, mientras los maridos soportan, resignadamente, la explotación laboral de sus patrones.
En una gran urbe como la que habita Arturo, también ofrece atractivos para los hombres solteros con ganas de divertirse y conocer caras nuevas.
Arturo suele frecuentar un restaurante-bar de la zona exclusiva de la ciudad, que tiene fama de buena comida y buenos tragos; donde se reúnen hombres y mujeres de mediana edad, entre treinta y cuarenta años, que quieren ligar sin compromisos.
Y, como diría Arturo: " Un vaso de agua y una noche de amor, no se le niega a nadie". Esa noche Arturo salió a correr su aventura de fin de semana, precisamente en ese famoso restaurante-bar de moda, sabiendo que ahí se congregan hermosas mujeres de más de cuatro décadas, que en animadas charlas con sus amigas, lanzan de vez en cuando unas miradas periféricas para calibrar el ambiente.
Las mujeres nacen con un radar integrado a sus ojos y, sobre todo en sus oídos. Todo lo ven y todo lo escuchan, inclusive a larga distancia. en una mesa del fondo había un grupo de cinco mujeres, solteras (se nota a la distancia su condición de mujeres sin compromisos familiares), hermosas, desparpajadas, seguras de si mismas, con los recursos suficientes para no depender de nadie a la hora de pagar las cuentas.
Todas ellas, aparentemente, están concentradas en sus conversaciones entre amigas, pero no dejan de observar el contexto en donde se desenvuelven los caballeros de los alrededores, a todos miran y los califican del uno al diez. Son juezas severas y saben escoger a sus posibles candidatos a una noche de amor.
Una de estas mujeres de la mesa del fondo, observa detenidamente a Arturo y cuando puede le sonríe y le muestra esa dentadura blanca y pareja. Arturo de inmediato percibe la sonrisa seductora de esta dama, vestida de negro, elegante ella.
La noche entera pasa entre miradas pícaras y sonrisitas graciosas de ambos, pero no pasan a mayores.
La seducciójn actual tiene muchas barreras psicológicas que impiden atravesar esos obstáculos invisibles entre las posibles parejas.
Arturo, que es todo un caballero, le pide al mesero que le traiga la cuenta, pero no la de él sino la de ellas, y la paga muy satisfecho de su hazaña.
La mujer de negro corresponde la galantería de Arturo y le envía con el mesero, escrito en una servilleta de papel el siguiente recado: "nene, eres un bombón, a ver cuando nos volvemos a encontrar por estos rumbos". Firma Mitzy, y a continuación una serie de números que bien podrían ser de un teléfono celular.
Arturo se retira del lugar, sin atreverse a acercarse a la mesa de las divas divinas, entre las cuales se encuentra Mitzy, da media vuelta y se marcha muy orondo, piensa que es un gran conquistador de mujeres.
La servilleta de papel donde ella puso ese piropo, tiene el aroma de su perfume, que Arturo no deja de oler. Es más, Arturo duerme con la servilleta entre sus manos, puesta muy cerca de sus narices, todo le evoca a esa linda mujer vestida de negro.
A la mañana siguiente, Arturo despierta excitado por la experiencia noctura, busca la servilleta de papel entre las sábanas, y la servilleta fue destruída con el sudor de sus manos durante el sueño, solamente alcanza a advertir en forma legible unos cuantos números del supuesto celular de la dama de negro, faltan los dos últimos dígitos.
Arturo lleva horas tratando de adivinar los números faltantes, ha marcado a innumerables teléfonos sin éxito. Lo único que le queda a Arturo es volver el próximo fin de semana al mismo restaurante-bar, a la misma hora y ubicarse en la misma mesa, para ver a qué horas aparece la misteriosa y enigmática dama de negro...
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