'De lo que vendas nosotros obtenemos un 40 por ciento. En algún caso puede ser más, a veces puede ser menos, pero en general, y sobre todo siendo tú un artista nuevo, la comisión de la galería sobre la venta es de un 40 por ciento...'
Aunque la mayoría de los galeristas insisten en que el negocio comienza con la relación humana, la frase anterior es, básicamente, la que casi todo recién egresado de arte quiere llegar a escuchar de los labios del director de alguna de las grandes galerías.
Eso dan a entender seis artistas jóvenes (entre 26 y 30 años), que a poco salir de la escuela, y por diferentes caminos, han logrado el reconocimiento de las grandes galerías y, en su mayoría, la tan preciada exposición individual.
Mientras conversan sobre la distinción entre hacer arte para vender y otro comercializable, aclaran que, aunque no todos quieren vender, porque "depende de la personalidad de cada uno", ese es el sueño de la mayoría.
"Lo del 40 por ciento es una institución", dice Javier Toro, artista visual que trabaja en escultura e instalación, y que prepara una exposición individual para abril en la galería Patricia Ready. "Todas las galerías cobran lo mismo", aclara Toro. "A mí no", dice Verena Urrutia, quien trabaja con dibujo y junto a la galerista Florencia Loewenthal. "¿En serio? ¡¿Cuánto?!", preguntan entre todos, curiosos. "El 35, a veces el 30", responde ella. "Ah, bueno...", suspiran aliviados los demás.
"El 40 está perfecto", dice satisfecho Santiago Salvador Ascui, pintor que hizo su primera exposición individual en la reconocida galería "Die Ecke", "porque la gente que te compra llega gracias al trabajo de la galería, gracias a sus contactos". "Ese es el tema", sigue Felipe Santander, que expuso su trabajo con textiles en galería Moro, "si es que venden, todo bien. Además, en la galería te preguntan el precio que quieres, se llega a un acuerdo y de ahí le ponen el 40 por ciento". "No en todas", responden varios a la vez.
"Yo no vendí nada", dice Verónica Aguirre con una sonrisa y un poco sonrojada, "pero estoy agradecida de que me hayan recibido siendo yo nadie, y que me hayan tenido tres semanas en su galería. Me ayudó mucho para la visibilidad, la trayectoria y todo eso". Ella expuso sus trabajos de fotografía y pintura digital en la galería StuArt. "Independiente de que se venda o no, ellos te mantienen en circulación, te llevan a las ferias, te muestran, y todo con el sello del respeto que la gente tiene por la opinión de cada galerista", termina diciendo Santiago Salvador.
Lo que se vende
no es sólo el arte
"Aparece una persona interesante que nosotros consideramos que tiene un buen trabajo, y empezamos a entablar una especie de amistad. Nos encontramos en los distintos circuitos, en exposiciones, en ferias. Primero hay que tener simpatía mutua, tener un feeling , porque es difícil para nosotros gastar tiempo en una persona que nos cae mal o es pesada", dice Paul Birke, director de la galería Die Ecke.
Juan Pablo Moro, director de la galería Moro, dice que primero hay una conexión emocional. "Se acercan con un dossier , y yo evalúo al artista. Veo quién es, qué hace. Yo tengo que sentir que ese artista dice y hace algo que a mí me interesa. La conexión es primero mía como galerista y dueño del espacio. Si se da esa conexión vemos si podemos hacer algo bueno juntos".
Por otra parte, Florencia Loewenthal habla de una "química de confianza", no sólo para concentrar todas las transacciones a través de la galería, sino también en el diálogo sobre la producción misma. Y agrega que "no todo tiene que ver con una línea de trabajo, es a veces una relación bastante mágica, más allá de que el artista sea bueno.
Te tiene que caer bien". En cuanto al cómo se produce el acercamiento dice: "No me gustan los dossieres. Hay quienes logran armar un buen dossier de una obra mala, o al revés, hay quienes traen un pésimo dossier y vas al taller a ver la obra y es buenísima. Yo prefiero ir a una exposición, ahí uno engancha con una obra y se acerca al artista".
Según Francisco Stuardo, ingeniero comercial y director de la galería StuArt, debe haber un cierto lenguaje que sea personal. "Uno sabe qué artista tiene una proposición, eso se nota. Yo creo en la obra impacto, en la obra propositiva. Cuando veo que el artista propone desde el arte moderno, ficho al artista".
Una vez que el acercamiento ya está, y el artista desconocido es fichado, escogido, seleccionado, las galerías ofrecen una sala impecable, una larga lista de contactos de personas afines al medio, manejo de difusión y prensa, y un cóctel. Puede haber acuerdos también de seguir haciendo una exposición individual cada dos años y una colectiva anual, dice Loewenthal, o incluso promocionar su obra sin hacer una exposición, dice Moro.
Isabel Aninat, directora de la galería Aninat, explica que el foco de su galería está en instalar el arte chileno en el mundo, y para eso lleva sus obras elegidas a ferias internacionales. "Yo hago que los artistas vayan a las ferias, creo que es bueno que ellos sepan cómo se actúa en un mundo donde de algún modo hay algo de actuación", dice Aninat.
Básicamente lo que se ofrece es la plataforma comercial de la galería, visibilidad y presencia. "La galería cobra por hacer la pega de secretaría", concluye, entre risas, Paul Birke, de Die Ecke.
Como "extras", los galeristas mencionan el espacio de diálogo que se abre con otros grandes artistas, o una especie de entrenamiento donde el artista joven, que viene con pocos antecedentes de cómo manejarse en el mercado, aprende a poner precio a las obras, para "no marearse con alguna compra puntual de un familiar que pagó tres veces lo que realmente cuesta".
"No hay verdadera apuesta"
De que hay una apuesta, la hay. En eso coinciden todos. En que no es suficiente, también.
"Las galerías apuestan, pero no se van a desvivir por ti. Ellos te apoyan, y tú respondes con ciertos éxitos", dice Javier Toro, quien recibe una beca de parte de la galería Patricia Ready que le cubre el arriendo del taller y materiales básicos.
"El problema está en que, en general, no hay inversión en el artista. Normalmente los artistas jóvenes no tienen un cuerpo de obra producido, sólo tienen una propuesta o un proyecto interesante que atrae a los galeristas", dice Jorge Losse, quien codirige al colectivo que prepara la exposición "Como queremos vivir" para abril en la Sala Cero de la galería Animal.
"Si no hay inversión, no hay una verdadera apuesta, no se corren riesgos. El interés está puesto en la obra producida y no en el proceso del artista. Así no se da un nivel de compromiso suficiente como para levantar a un artista nuevo".
Ante esa crítica, muchísimo más común entre los artistas que no son fichados, elegidos, seleccionados, por las grandes galerías, los directores de éstas concuerdan en que la culpa, a la larga, es del mercado. "Nuestro coleccionismo es ultra pequeño, está en pañales", diagnostica Paul Birke, "hace falta mucho apoyo para validarlo, para que deje de ser visto como algo propio del millonario excéntrico y medio snob ". "En Chile no hay grandes colecciones, no hay instituciones que compren obras menos comerciales, y además trabajan con canje.
Entonces hay que decirle (al artista) que necesitamos obras que sean más asequibles al público general", afirma Moro. Francisco Stuardo asegura que a él le interesaría poder patrocinar a un artista interesante y financiarle su producción de obra, pero "no tenemos el respaldo. Nadie lo tiene". "Las galerías son muy precarias económicamente en Chile", dice Isabel Aninat. "Además, yo tengo un poco de susto cuando la galería está muy involucrada económicamente con la producción de los artistas, pueden deformar mucho el proceso mismo de la creación".
Con todo, para Florencia Loewenthal, si bien es cierto que el riesgo económico en el negocio del arte en Chile es enorme, dice que lo es en todas las generaciones de artistas. El riesgo que ella identifica como más propio del artista joven es la frustración. "Ellos necesitan probarse a sí mismos, afirmar la autoestima, y para eso necesitan resultados inmediatos. Y esta es una carrera muy larga. A mí me encantaría salir de scouting y decir 'quiero este y este y este', pero es muy difícil mantener esas relaciones.
Hay muchas expectativas del tipo 'si me elige a mí es porque soy especial' o, en fin, la pura inmediatez típica de la juventud". Por último concluye que "es mejor partir un poquito más piola, probando e investigando en salas más chicas, más abarcables. Es un ritmo de crecimiento más adecuado a su realidad. Una primera exposición en una sala grande, importante, pone en juego tantas cosas, que cualquier frustración puede hasta arruinarles un poco la carrera".
Verena Urrutia (30)
"Entré súper tarde a trabajar con galerías. Salí de la escuela, estudié un diplomado en cine, trabajé en videoclips, de todo. Hice un par de exposiciones, y en el 2006 hice una en la BECH, de dibujo, que no había hecho nunca. Ahí me llamó la Florencia (Loewenthal). No sé si vio la exposición por las fotos que subí a mi página de Flickr o por dónde, pero le gustó mucho, me compró un montón de cosas, y así empecé a trabajar con ella".
Javier Toro (27)
"Salí de la escuela, presenté un proyecto en Matucana 100, me dieron una exposición individual, y gané un Fondart. Además, estaba preparando un proyecto más objetual. Quería postular a otro fondo y para eso necesitas un espacio. A mí me interesaba probar cómo se vería en la galería Ready, así que me conseguí su contacto, le mandé el proyecto por internet y fui a una reunión. Y a ellos les gustó tanto la idea, que me dijeron que tenían una fecha para el próximo año y 'bienvenido a la galería'. Lo divertido fue que entré a la galería por una pura buena idea".
Felipe Santander (30)
"El colectivo Nicoykatiushka, que estaba trabajando con Constanza Guell, directora de la sala SAM, en ese minuto, hizo una convocatoria abierta para llevar artistas a la bienal de Beijing, a través de la corporación Antenna. No sé exactamente cómo, pero si sé que a través de la Constanza fue que Juan Pablo (Moro) vio mi trabajo y le interesó, y me ofreció hacer la exposición".
Santiago Salvador (27)
"Comparto taller con varios amigos de la universidad. Uno de ellos conoció a la Anita Jorquiera (codirectora del Salón Tudor), ella fue al taller y le gustaron mis obras. Fuimos a la feria arteBA en Buenos Aires y durante esa semana conocí a los galeristas de manera informal, yendo a fiestas y eso.
El último día, no sé por qué, me acerqué a Paul (Birke) y le mostré mi trabajo, sin decir mucho. Y me invitó a una exposición colectiva. Waldemar Sommer hizo una buena crítica y le comenté a Paul, así, al paso, que quería hacer una individual. Al año siguiente expuse en una galería chica. En la siguiente arteBA, Paul me dijo que había visto mi trabajo en esa galería y que quería eso mismo en la suya".
Jorge Losse (27)
Mi primer proyecto lo mostré en "Galería Moto", era una instalación fotográfica y una publicación. Me demore casi dos años. Más que nada porque mis procesos son lentos. Me gusta demorarme y no siento presión por "mostrar". Siempre estoy trabajando con la idea de hacer un libro de mis fotos, libros para otros, revistas, etc.
Me funciona mejor la idea de "publicar" antes que la de "exponer". Por eso vengo trabajando como coeditor del proyecto Daga, un fanzine hecho para publicar artistas emergentes que recién se ganó un Fondart. Repartimos mil ejemplares entre librerías y galerías, y una de ellas era la Sala Cero de la galería Animal. Ahí lo vieron, les gustó, discutimos una fecha, y quedó para abril".
Verónica Aguirre (26)
"Salí de la universidad y me llamaron para la exposición "El pintor y la fotografía", donde expuse trabajos hechos para mi examen de grado. Después estuve en una colectiva en la galería Artespacio. Una amiga que trabajaba con StuART le mostró mis trabajos y me dijo que fuera. Ahí Francisco (Stuardo) me dijo que le había encantado mi obra y que era consistente con la galería. Y me ofreció exponer".
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