Un debate sobre América Latina donde no se habla del narco ni de la guerra que ha entablado en México y que ha costado la vida a 30 mil personas hasta 2010. Otro sobre Oriente Próximo donde nadie musita ni una sola referencia a las interrumpidas conversaciones de paz y a las filtraciones de Al Jazeera.
Una clamorosa y transversal elipsis sobre la revolución democrática que ha empezado en Túnez y amenaza con extenderse por el mundo árabe. Y el detalle final: la ausencia del hombre de moda, el personaje más polémico del año, el australiano misterioso que anunció la mayor filtración de documentos secretos y el mayor cambio en las relaciones y en la diplomacia internacionales de la historia.
Klaus Schwab, el jefe supremo de Davos, hubiera querido invitar a Julian Assange, el jefe de Wikileaks. Nadie que cuente en el mundo queda fuera del ojo del acreditado catalejo con que trabaja el Foro Económico Mundial para pescar a los personajes más de moda del planeta. Pero hay una salvedad: no pueden estar procesados por la justicia. Así fue como en diciembre se anunció que Assange no participaría en la reunión de 2011, contribuyendo así a esa idea de declive que cada año regresa de una forma u otra a Davos.
La nostalgia de quienes vivieron foros pretéritos suele ser más potente que la fuerza de los foros actuales. Pero ninguno de los detalles antes comentados sirve para ilustrar tesis alguna. Las cifras de los participantes, el número y calidad de las conferencias y seminarios, el constante crecimiento del off-Forum (los actos privados organizados por empresas e instituciones) desmienten cualquier idea de decadencia.
Sobre todo cuando el planeta entero vuelve a crecer con fuerza, más en su cara oriental, y sólo Europa, y más concretamente su periferia, sigue sin arrancar todavía: hay dinero, personajes y ganas para seguir alimentando la gran hoguera invernal de la globalización.
Tampoco falla por el lado político, siempre de enorme nivel. Lo demuestran la apertura a cargo del presidente ruso Medvedev, las intervenciones de Cameron, Sarkozy y Merkel, las relevantes participaciones de los presidentes de México e Indonesia, Felipe Calderón y Susilo Bambang Yudhoyono, así como la del primer ministro japonés Naoto Kan.
Es verdad que cada uno llega a instalar su tenderete y vende la mercancía a su parroquia: el presidente ruso llama a las inversiones extranjeras, asustadas por el terrorismo caucásico y el escaso aprecio del Kremlin por la ley y el derecho; el francés trabaja su imagen de presidente del G8 y del G20, lo que significa presidencia del mundo; o el indonesio la idea, bien seria, de que el incremento de los precios de los alimentos y de las materias primas nos pueden procurar el próximo y grave percance global.
Davos funcionaba de maravilla en los tiempos de la globalización optimista y aparentemente gobernada, entre la guerra fría y la guerra global contra el terror, pero es cierto que con la globalización averiada y la falta de gobernanza actuales, el Foro se convierte en el espejo roto de unas imágenes contradictorias, incapaz de reflejar en sus ángulos muertos muchos de los aspectos más relevantes de la actualidad. Por expresa voluntad de evitar el conflicto, como es el caso Wikilaeks. O por inconsciente lapsus freudiano que conduce a evitar los charcos más difíciles del mundo globalizado, como es el conflicto de Oriente Próximo, tan presente en anteriores ocasiones.
El símbolo en todo caso de esta dificultad para reflejar entera la complejidad contradictoria de la globalización es Julian Assange, curioso personaje al que el director del New York Times describe como un tipo “arrogante, de piel fina, conspirativo y extrañamente crédulo”.
No hay lugar a dudas de que hubiera sido el protagonista de esta convocatoria de 2011, por encima de cualquiera de los economistas, los gurús de la tecnología y los grandes banqueros y empresarios.
Hasta Davos llegan noticia, al menos, de cuatro libros en preparación dedicados al fenómeno, sin contar el que está escribiendo el propio Assange y cuyos derechos ya ha vendido. En compensación, en el Foro Mundial se habla y se hablará mucho de Assange y de Wikileaks, que han contado incluso con alguna sesión cerrada, sin filtraciones a la prensa, naturalmente.
Lluís Bassets, es el autor.
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