Se abre la vía para una paulatina normalización política en Túnez. Líderes de la oposición lo dan por hecho porque el presidente, Fuad Mebaza, propuso ayer una profunda remodelación del Gobierno.
Se reemplazará a la media docena de ministros que abandonaron el Gabinete horas después de constituirse el 17 de enero, pero mucho más relevante es quién será destituido: los detestados ministros de Interior, Defensa y Exteriores, ex miembros del Reagrupamiento Constitucional Democrático (RCD), el partido del dictador Zine el Abidine Ben Ali.
Se mantendría en el cargo el primer ministro, Mohamed Ghanuchi, cuyo Ejecutivo no cesa de anunciar medidas para apaciguar a unos manifestantes, cada vez menos, que exigen la marcha de toda la vieja guardia -incluido Ghanuchi- que sirvió al autócrata. Entre otras decisiones, el Gabinete informó de la petición a Interpol para que detenga y entregue a la justicia tunecina a Ben Ali, a su esposa, Leila, y a todos los prebostes que se fugaron en días anteriores y posteriores al 14 de enero.
El cambio en Interior, Defensa y Exteriores facilita la continuidad del primer ministro Ahmed Fria, responsable de Interior; Kamel Morjane, jefe de la diplomacia, y Reda Grira, titular de Defensa, serían baja en el Gabinete, informa Efe. Unas destituciones que tampoco serían mal vistas por quienes dejaron de protestar hace ya días. La cautela se impone, porque el vuelco en el Ejecutivo debía haberse ejecutado anoche y fue aplazado hasta la mañana de hoy.
Ahora habrá que ver la acogida popular a este enésimo giro político por parte de quienes rechazan encolerizados que cualquier vestigio del RCD permanezca en el poder. Los manifestantes originarios del sur de Túnez que acampan a las puertas de la oficina del primer ministro -al menos tres de ellos en huelga de hambre- no tienen dudas, como tampoco las decenas de miles de personas que protestaron ayer contra Ghanuchi en Sfax, centro económico del país: exigen que este también se retire de la vida política.
Pero la mayoría de la población apuesta por conceder una oportunidad al nuevo Ejecutivo para que dirija la transición política hasta la celebración de elecciones. Están hastiados del vacío político y de las huelgas que hacen imposible llevar una vida normal. El chiste circula por la capital: "Tuvimos un presidente durante 23 años y ahora tenemos un presidente o un Gobierno cada día". Un Gobierno que cada jornada se esfuerza por convencer a los rebeldes de que esta vez no defraudará a los más desfavorecidos.
El aluvión de decretos no cesa. El Ejecutivo ha prometido que se fijarán tarifas de transporte baratas para licenciados desempleados; ayudas económicas -unos magros 75 euros mensuales- para este colectivo a cambio de media jornada laboral; se duplican los fondos al desarrollo para las regiones más desfavorecidas; se destinarán 240 millones de euros para las familias de las víctimas de la revuelta, se compensará a los dueños de los negocios saqueados, y a última hora de ayer se disolvió la Agencia de Comunicaciones Externas, el organismo que dirigía la censura. Sin embargo, no parece que las decisiones adoptadas por el Gobierno aplaquen la ira de la gente procedente de ciudades y pueblos del sur.
Tampoco les satisface que el ministro de Justicia, Lazar Karui Chebi, confirmara que siete parientes de la familia presidencial están ya bajo custodia, aunque otros -como Saher el Materi, yerno de Ben Ali, e Imad Trabelsi, sobrino de Leila- lograran escapar del país. Se imputará el delito de apropiación indebida y de transferencias ilegales de divisas al extranjero a un clan que amasó una fortuna calculada en 9 mil millones de euros.
También aseguró Karui Chebi que seis mandos de la guardia del tirano, entre ellos su jefe, Ali Seriati, serán juzgados por "conspiración contra la seguridad del Estado". Los chavales, y no tan jóvenes, de Sidi Bouzid, Gafsa, Tatauine, Kairuan, Medenine o Thala, que padecieron una salvaje represión y una permanente humillación durante casi medio siglo, quieren la cabeza de todos los miembros del antiguo régimen. Todo lo demás, afirman, son medidas cosméticas.
Un nuevo temor emerge. El viejo régimen, opinan muchos ciudadanos y expertos, no va a claudicar a las primeras de cambio. Ya el martes fueron asaltadas en cuatro ciudades las sedes de la Unión General Tunecina del Trabajo (UGTT), que acusó a las milicias de Ben Ali del ataque. Cientos de jóvenes, y grupos de hombres de apariencia más que sospechosa, se enfrentaron ayer por la mañana a pedradas en Túnez con los empobrecidos manifestantes del sur.
No hay comentarios:
Publicar un comentario