miércoles, 26 de enero de 2011

Mercedes Cebrián, una buena pluma./A. Lladó.

Se dice de Mercedes Cebrián que es una de las voces más originales y reconocidas del panorama literario actual, y se le suele incluir dentro de la denominada "Generación Nocilla”. Con ‘El malestar al alcance de todos’ (Caballo de Troya, 2004) y ‘Mercado común’ (Caballo de Troya, 2006) demostró que, fuese a través del relato o del poema, tenía un discurso propio. Le siguieron las crónicas de ‘13 viajes in vitro’ (Blur, 2008) y Cul-de-sac (Alpha Decay, 2009).

Ahora, estira su prosa para presentarnos ‘La nueva taxidermia’ (Mondadori), que presenta este miércoles en Barcelona (biblioteca Francesca Bonnemaison, 19.00 horas), dos novelas cortas que giran entorno a la idealización del pasado y la imposibilidad de comunicarse desde un yo transparente.

Por un lado, en ‘Qué inmortal he sido’, una mujer se dedica a la recreación literal de una fiesta que tuvo lugar hace años. Para ello, alquila un local y va reproduciendo, detalle por detalle, todo lo que recuerda de aquel día, intentando descongelar un fósil en forma de situación vivida. Por otro lado, en ‘Voz de dar malas noticias’, Belinda, la protagonista, utiliza muñecos para comunicarse con el mundo.

Así, mientras busca un micrófono, un intermediario, para no tener que dar la cara ella misma, se encuentra con que los tres títeres tienen personalidad propia: Berta es una ambiciosa galerista, Juanjo, un tipo corriente que aprovecha cualquier ocasión para hablar de cuando vivió en Nueva York, y Miuccia Prada es una réplica en miniatura de la conocida diseñadora italiana.

La autora explica que utiliza el término taxidermia no en el sentido de "cazar animales y disecarlos", sino en el de "intentar recuperar vida donde no la hay". Y es que la narrativa de Cebrián provoca, por encima de todo, la sensación de extrañeza.

Vemos en sus personajes los rituales cotidianos que tanto obviamos, seguramente para no cuestionarnos muchas de nuestras rutinas. No reconstruimos literalmente una escena de nuestro pasado, pero solemos idealizar la nostalgia como un valor en sí mismo. No vamos con un muñeco para que hable por nosotros, pero sí que estamos acostumbrados a externalizar las responsabilidades propias.

‘La nueva taxidermia’ narra, desde la exageración, la actual psicología urbana. Coqueteando con el ensayo – las patologías de los personajes son nuestras patologías – Cebrián utiliza el humor para descubrirnos nuestros sinsentidos. Así, para construir fielmente la habitación de un ex novio, la protagonista de la primera 'nouvelle' busca el olor que se ha instalado en su memoria: “la combinación justa entre repollo hervido, macarrones horneados, incienso y un ambientador de lavanda provenzal”.

El anhelo por empaquetar, herméticamente, el ayer, también es una reflexión sobre cómo las instituciones nos dicen quiénes hemos sido, con los museos o con las legislaciones correspondientes. Al mismo tiempo, buscar altavoces externos no es más que la renuncia a autogestionarse.

El miedo a la libertad, a ser uno mismo… eso de lo que tantas veces ha hablado la literatura, pero a lo que Mercedes Cebrián consigue volver con un ritmo y unos personajes que parecen ser sólo fragmentos, pero que encajan en un puzzle radicalmente original y desconcertante.

Más que ser “nocillera”, la autora de ‘La nueva taxidermia’ es “cebrianista” por esa capacidad de beber de las lecturas para, sin muñecos ni falsificaciones de lo antiguo, construir un yo literario. Es por ello que la referencia a Borges es todo menos gratuita. “Soy una Pierre Menard, autora de tu piso…” constata la protagonista de la primera historia. Todo, menos copia.

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