miércoles, 2 de febrero de 2011

Belleza y verdad.

Quien crea que el cine es cosa, nada más, de contar una historia, puede leer la sinopsis que sobre Bright star escribió la distribuidora, y enterarse así, de una buena vez, del final de la película. Lo único que demuestra esta sinopsis es que un buen filme es más que una historia: es un pedazo de vida ordenado con miras a regalar al lector/espectador un poco de la verdad que el poeta John Keats identificaba con la belleza.

Ordo amoris, decía san Agustín: cada acto, como cada escena en esta película (y como cada palabra en un buen poema), contribuye a un fin mayor; un fin que, contenido en cada minuto de celuloide, trasciende la hora y media de “realidad” y nos introduce en una verdad intemporal: la vida sucede a veinticuatro cuadros por segundo.

Jane Campion desoculta para nosotros el amor de un poeta enfermo y una mujer consentida que tiene, sin embargo, un don: sabe coser en forma tan exquisita que no es exagerado decir que ella es también una artista. Y en tanto artista, Fanny, la enamorada de Keats, sabe exactamente qué quiere. Poco importa que para los pequeño-burgueses el amor entre una señorita decente y un poeta muerto de hambre resulte, cuando menos, en escándalo.

¿A quién le importa la sinopsis? El trozo de vida que ha escogido Campion para hablar de lo que realmente le interesa, puede ser leído en Wikipedia. Lo importante en Bright star es la construcción de un Keats que acaricia el rostro de la amada con uñas sucias, la construcción de una musa que no se permite salir de las convenciones victorianas que a un tiempo la asfixian y deleitan en esta hermosa casa de campo en la que vive con su madre y sus hermanos. Campo y poesía, deslumbrantes vestuarios y una historia de amor que, si no involucrase a uno de los grandes poetas de la historia de la literatura, resultaría más bien convencional, sirven a la creadora de The piano para poner en escena una obra de arte que en su imagen recuerda el prerrafaelismo inglés y que en sus intertextos habla, como es típico en la obra de Jane Campion, de la represión que una mitad del mundo ejerce sobre la otra mitad.

El discurso feminista de la directora neozelandesa pega bien con una cuidadosa dirección de arte en tiempos victorianos, pero el discurso suyo no se agota en el pasado histórico, la denuncia del amor como liberador es siempre vigente.

Al poeta no le molestaría ser una mariposa y vivir tres días de verano. Porque lo importante es vivir el verano. Algo así escribió Keats en Bright star, texto dedicado a Fanny Brawne. Este poema y otras cartas sirven de pretexto para escenas como ésta: una muchacha ha decidido llenar su habitación de mariposas. O ésta: una mujer y un hermoso poeta de pelos largos caminan por la campiña.

Frente a ellos juguetea la hermana de ella, una niña de siete años: cuando la pequeña voltea el poeta y su musa se detienen, como si se hubiesen congelado: La belleza es verdad y la verdad belleza, escribió John Keats, esto es lo único que aprendemos de la vida y lo único que vale la pena saber.

Fernando Zamora • @fernandovzamora

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